Capítulo XIX

65 19 103
                                    

Después de la jornada de trabajo y la molestia que le provocara la charla con Cristina, Ignacio se cambió de ropa y abandonó el local. No le dirigió la palabra a ninguno de sus compañeros, ni siquiera a Ariel que ya estaba en la calle esperando al resto.

—¿A dónde vas tan de prisa? —preguntó Ariel al ver al bartender salir y a punto de marcharse.

—A casa, ¿a dónde más? —respondió con desagrado—, y por lo demás no te importa. Ya he tenido suficiente de ustedes como para seguir respondiendo a sus preguntas.

—Ya, ya, no tienes que desquitarte conmigo por el mal día que tuviste —dijo el ayudante sin hacer mucho caso de las reacciones de Ignacio; estaba acostumbrado ya al constante malhumor del bartender, pero no compartía el mal trato que tenía con los chicos—. Te sugiero que en cuanto llegues a casa te des un buen baño y luego vayas directo a la cama. Por suerte mañana tenemos libre, así que aprovecha de descansar de todo esto, del local y de nosotros, si es que eso te ayuda a mejorar ese carácter.

—Sí. Como tú digas, Ariel. ¿Sabes?, si no fuera porque... —iba a agregar algo más, pero al ver que Cristina y Sebastián estaban saliendo, decidió cortar la conversación—. Olvídalo. Buenas noches.

—Buenas noches, Ignacio, descansa —dijo Ariel, haciendo un movimiento de mano como despedida, al tiempo que los chicos llegaban junto a él—. Hasta que por fin salieron, ¿nos vamos?

—Sí, es que Cristina se demoró —respondió Sebastián, señalando a la chica.

—Bueno, no es para tanto, ¿o sí? —dijo, arreglando un poco su cabello.

—Claro que no, querida mía —dijo Sebastián, tomando la mano de su novia para besarla—. A propósito, Ariel, ¿era Ignacio el que estaba contigo?

—Sí, y al parecer tenía prisa por irse a casa —dijo Ariel—, ¿por qué le cuesta tanto trabajo llevarse bien con nosotros?

—Porque es un idiota, por eso —respondió Cristina que ya comenzaba a caminar.

—Olvidemos ese asunto, ¿quieres?, no tienes que amargarte tú por culpa de lo que diga Ignacio —dijo Sebastián, rodeándola con su brazo mientras caminaban.

—¿Han vuelto a discutir? —preguntó Ariel, mirando a la pareja—. Así que era esa la razón por la que estaba tan molesto.

—No fue una discusión exactamente —respondió Cristina.

—Entonces, ¿qué fue?

—Un simple intercambio de palabras que acabó de mala manera, aunque me dio la impresión de que Ignacio terminó más afectado —comentó la chica—, pero quiero dejar el tema hasta ahí.

—De acuerdo, pero no me agrada que siga habiendo esas tensiones molestas entre ustedes —dijo Ariel resignado por la situación.

—Quizá Ignacio no quiere llevarse bien con nosotros, tan simple como eso —concluyó Sebastián—, además de que no está obligado a hacerlo si él no quiere. Deberíamos dejarlo y tratar con él solo lo necesario.

—Tal vez tengas razón, pero aun así me gustaría que todos nos lleváramos mejor —Ariel soltó un suspiro.

—¿Por qué tienes tanto interés en él? —preguntó Cristina—, al menos es la impresión que me dan tus comentarios.

—¿Interés?, ¿en Ignacio?, para nada, es solo que me parece que debe haber una buena relación de equipo entre nosotros —respondió el ayudante con calma—, y aunque puede parecer interés, me preocupa porque es el único del grupo que no se comporta como si estuviera dentro de uno. Si fuera otra persona, por ejemplo, alguno de ustedes, me preocuparía de igual manera.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now