Capítulo LXV

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Lucas había echado mano a todas sus fuerzas para no abandonar su habitación y ocultarse bajo las frazadas de su cama, leyendo las amarillentas páginas viejas del libro que le servían como única compañía durante las noches de insomnio. Sin embargo, ese día fue diferente a los otros. Pese a que Adolfo conocía su verdadera identidad, a que había sido testigo de un par de ataques, sumado a la presencia del pelinegro en su casa, que le hacían pensar que al fin había hecho un avance con él, ese día no se sentía tranquilo, algo le molestaba y no sabía qué. Sería acaso el rechazo de Adolfo, aunque no igual al del comienzo, pero rechazo de todas formas. No estaba seguro.

Cansado de la monotonía que le provocaba permanecer en casa, Lucas abandonó la residencia y se fue a dar una vuelta por la ciudad, no con intención de causar problemas sino de encontrar respuesta a sus inquietudes. Falló rotundamente y las horas pasaron hasta que se hizo de noche.

Sentado en una banca del centro, haciendo el vago mientras revisaba sus redes sociales en el celular, vio a una pareja salir de la cafetería: se trataba de dos chicos, uno de cabello café claro que pasaba de los hombros, y otro de largo cabello negro hasta la espalda. Ambos llevaban en sus manos un vaso de cartón, probablemente con café o chocolate, mientras cargaban otros paquetes, llamándole la atención la rosa que portaba el peliclaro. "¿Dónde he visto a estos dos?, me resultan familiares", pensó, sin quitarles la vista de encima, haciendo un esfuerzo por acordarse. "¡Oh sí!, ya recuerdo, en el evento de Erika, allí fue donde nos vimos, el de pelo negro participó con una lectura inclusive, ¿cómo es que se llamaba?, bueno, qué más da saberlo o no".

Los siguió con la mirada durante unos momentos, hasta que la pareja comenzó a alejarse del lugar. "¿Tal vez debería ignorarlos por completo? ¿O debo considerarlo una oportunidad?", se debatía sobre qué hacer, mientras los chicos se iban rodeados por una atmósfera tan luminosa y brillante que podría competir con sus rubios cabellos. Inexplicablemente, lo que en un principio le fascinó acerca de los enamorados, se tornó en envidia por algo que no tenía, pero que deseaba con locura. Se sorprendió a sí mismo con esta traición de sus pensamientos, los cuales hablaban las palabras que no se atrevía a pronunciar ni siquiera en voz baja.

He aquí el gatillo que disparó su ira, las ganas de descargar su frustración en aquellos incautos.

... ... ... ... ...

Iban caminando por la vereda estrecha y pedregosa, a un costado de la avenida que corría de forma paralela a las líneas del tren. Con sus troncos y ramas, los árboles creaban sobre sus cabezas una especie de túnel natural donde apenas se veía el cielo.

Pese a lo concurrida que era la avenida durante el día, por la noche disminuía el flujo vehicular y los pocos peatones que aún circulaban por los alrededores, se perdían de vista rápidamente en la obscuridad debido a la escasa iluminación de algunos tramos; eso no fue impedimento para que Nicolás y Alejandro regresaran a casa por ese camino, porque lo conocían y no les asustaba caminar por ahí a esa hora.

A metros de distancia, oculto entre los árboles, cuyas enormes raíces levantaban y deformaban el camino, Lucas observaba a la pareja que iba adelante, atento a sus movimientos. Tendría que ser rápido, pues estaba convencido de que no se le volvería a presentar una oportunidad parecida; sin pensárselo más, cubrió su rostro con un pasamontaña, añadiendo luego la capucha para proteger mejor su identidad, pese a que la poca luz proveniente de los faroles ya reducía bastante la posibilidad de que le reconocieran. No usaría más armas que sus manos, pero si oponían alguna resistencia, como ya se imaginaba que lo haría, no dudaría un instante en utilizar otro tipo de recursos. Miró por última vez y calculó la distancia que debía recorrer antes de asestar el primer golpe.

La pareja llegó hasta una intersección, un espacio abierto iluminado únicamente por un farol.

Era ahora o nunca. Lucas respiró profundo, sintiendo como el aire helado de la noche entraba en sus pulmones. Miró a su alrededor. Nadie. Silencio casi absoluto.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now