Capítulo LII

41 9 47
                                    

—Estaba pensando que podríamos ir al Jardín Botánico otra vez —propuso Alejandro recostado sobre la cama y mirando en dirección a su novio.

—¿Eh?, ¿y por qué?, ese sitio no me trae gratos recuerdos —repuso Nicolás, apartando la vista del libro que estaba leyendo.

—Piensa en ello como una forma de reiniciar las cosas, algo así como lo hicimos con nuestra primera cita, lo que ocurrió allí es asunto del pasado, podemos ir de nuevo y hacer las cosas bien, ¿qué podría salir mal de ello? —dijo Alejandro convencido de sus palabras—, ¿qué dices?

—Mmm..., no lo sé, no me convence para nada, lo siento —fue la respuesta del pelinegro al tiempo que meneaba la cabeza en negación. Pese a que el chico podía tener razón con todo lo dicho, la sola idea de regresar allí no lo hacía sentir cómodo, al menos en ese momento. Se decidió por una respuesta que resultaría más esperanzadora para Alejandro, una que, al menos, le daría tiempo para considerarlo mejor—. Quizá más adelante podamos ir, ¿vale?, lo pensaré.

Alejandro esperaba una reacción más animada por parte de Nicolás y se sintió decepcionado por la respuesta ante lo que parecía ser una buena idea, una oportunidad para transformar un lugar que fue testigo de su doloroso inicio en su primera vez allí, a un sitio especial para crear juntos nuevas y mejores memorias. Con todas sus fuerzas, el chico rogó que su novio cambiara de opinión y se decidiera a ir con él.

—Vale, pero piénsalo, por favor, al menos una vez más. Me hace mucha ilusión ver que han limpiado y cuidado el jardín durante todo este tiempo, que ya no esté más cerrado al público —se levantó de la cama y se acercó hasta Nicolás, que permanecía sentado en el otro extremo de la habitación. Se ubicó detrás de él y lo rodeó con sus brazos, agachándose un poco para besarlo en la mejilla—. ¿Puedo quedarme hoy también?

—¿Otra vez?, te estás volviendo un poco caprichoso, ¿no crees?

—Eso lo aprendí de ti, "Señor Quiero Todo Ahora Ya" —dijo burlonamente.

—Ese apodo te queda mejor que a mí.

Con su mano, Nicolás tomó el mentón de Alejandro y lo acercó hasta alcanzar sus labios en un suave toque, pero Alejandro quería un poco más: le arrebató el libro de las manos, para luego rodearlo y sentarse a horcajadas sobre el pelinegro, a fin de besarlo más cómodamente, cruzando los brazos tras su cuello, mientras que él mismo era sujetado por la cintura.

—¿Y yo soy el caprichoso? —dijo, viendo a su novio encima de él en una actitud tan sensual, tan atractiva, rematada por la sonrisa cómplice que el chico le dedicaba.

—¿Y bien?, ¿puedo quedarme? —preguntó al fin.

—Las que quieras —y lo atrajo para volverlo a besar—, pero te estás malacostumbrando. A este paso, te querré conmigo todas las noches.

—Entonces, ven a quedarte unos días en mi casa y lo compensamos, estoy seguro de que mis padres no se opondrán y así tampoco tendré que venir tan seguido —Alejandro hizo un puchero antes de reclamarle—: A veces eres tan perezoso que ni pareces esforzarte.

—No puedo evitarlo —dijo, soltando una risita—, pero descuida, iré un día de estos, y de sorpresa para que disfrutes más mi compañía.

—Eso me gustaría, eres bueno sorprendiéndome.

—Tu tampoco te quedas atrás —dijo, antes de volver a asaltar los labios del otro y comenzar a descender hacia su cuello, aumentando los roces y la temperatura entre ellos—. ¿Vamos a la cama?

Alejandro asintió, se aferró fuerte a Nicolás, y éste lo sostuvo de las piernas, levantándose de la silla y cargándolo consigo hasta el lecho, dejándolo recostado y él situándose encima, continuando así con las caricias.

La mirada del extrañoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon