Capítulo LVI

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas explícitas. Se recomienda discreción.


El par de chicas compartió el almuerzo: sopa de entrada y lentejas con carne como plato de fondo, entre las entusiastas y graciosas historias que narraba Cristina, algunas de las cuales parecían más bien chismes, mientras que Erika se limitaba a escucharlas, soltando exclamaciones de asombro o risitas nerviosas ante las ocurrencias que decía la otra muchacha.

Así, Erika quedó al corriente de los acontecimientos que rodeaban las vidas de sus amigos, el trabajo que desempeñaban en el local de Julio desde hacía meses ya, las aventuras de Alejandro y su relación con Nicolás, los eventos de la fiesta contados con más detalle y, por último, los eventos más recientes ocurridos en la ciudad.

—Sí que ocurrieron muchas cosas, si bien algunas de ellas ya las había escuchado por boca de Fran —dijo Erika, tomando la cuchara para comer su postre: un flan de fresa—. Ahora sé todo lo que necesitaba saber.

—Muchas, sí, ¡y la fiesta!, creo que fue lo mejor que nos pudo haber ocurrido como grupo, para la próxima que se realice tienes que venir con nosotros y conocer al resto de los chicos —le imitó Cristina, comiendo ella una ensalada de frutas—. Aunque... por tu expresión no pareces muy interesada, tu cara se mira igual como la de ese día en la práctica, ¿tanto te disgusta salir?

—No es desagrado, es solo que prefiero quedarme en casa, me resulta más cómodo y en tanto mis padres lo permitan, no veo necesidad de cambiar —explicó con voz pausada.

—¿Ni siquiera tratándose de Fran?, estoy segura de que él quisiera que compartiesen más momentos juntos, y con sus amigos.

—Pero sí compartimos momentos juntos...

—¿Todos en casa?

—No todos, pero sí la gran mayoría.

—No creo que quisiera estar en una relación contigo, Erika, y me sorprende que Fran te tenga tanto cariño y paciencia para llevar las cosas de esta manera —Cristina hablaba con toda seriedad—. A decir verdad, yo no habría aguantado mucho tiempo contigo, a mí me gusta mucho salir y pasarlo bien con mis amigos.

—Las cosas son así y ya, soy feliz a mi manera, como una ermitaña o como tú quieras llamarlo, pero la gente simplemente parece no entenderlo —dijo Erika con un dejo de molestia—. Fran lo entiende y admito que a veces puede ser muy insistente con el tema, pero al final siempre llegamos a un consenso.

—Me parece que tu comportamiento es un poco egoísta —dijo Cristina. Si bien, no estaba tan vinculada a la chica, se sentía en la necesidad de aconsejarla, sobre todo al tratarse de la novia de su amigo—. Que Fran sea paciente, no significa que esté dispuesto a serlo toda la vida y, si bien creo que te quiere mucho, no abuses de ese afecto para mantener tu propio bienestar. No vaya a ser que un día Fran se canse de la situación y termine contigo.

Erika permaneció en silencio, procesando lo que acaba de escuchar, disimulando la irritación que le provocaron tales comentarios.

—Bueno, tienes tiempo para trabajar en ello —dijo, acabando su postre y también la conversación—. ¿Qué vas a hacer después de esto?

—Debo reunirme con alguien más tarde —dijo Erika, mirando su reloj y frunciendo el ceño—, así que me quedan un par de horas libres antes de irme.

—No estás molesta, ¿verdad?, porque pensé que podríamos dar un paseo, visitar las tiendas y, no sé, compartir lo más que podamos, después de hoy ya no sé cuándo volveré a verte, qué decir de las prácticas de los domingos —dijo, suavizando su tono de voz.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now