Capítulo XLI

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas explícitas. Se recomienda discreción.


La media noche pronto quedó atrás y el tiempo transcurrió en medio de un ambiente cada vez más embriagador. La madrugada fue un vaivén de emociones en el que todo fluyó con naturalidad, saltando los chicos a la pista de baile y dejándose llevar por la música, las luces y el vapor que flotaba suave en medio de los asistentes, al mismo tiempo que las bebidas alcohólicas iban y venían desde la barra.

De tanto en tanto sonaban temas lentos y las parejas se apoderaban del escenario para bailar románticas y melosas; de entre todas ellas destacaba la recién anunciada por Javier e Ignacio que, abrazados, se movían al compás de la melodía al tiempo que captaban las miradas de todos a su alrededor.

—Ni en sueños me vi haciendo algo como esto —dijo Ignacio, recargando su cabeza en el hombro del peliblanco. Se aferraba fuerte a él como si en cualquier momento la ilusión fuera a desaparecer.

—Yo sí lo vi, muchas veces. Desde hace tiempo soñaba con este momento y ahora que se ha cumplido me siento como si estuviera en el cielo —Javier estaba deleitado, pero no dejó pasar la actitud de Ignacio, la forma en que le sostenía y su tono de voz. Con su mano tomó suavemente el rostro del chico y le dijo—. Me haces tan feliz, y quiero que esa también sea tu felicidad. No me hagas sentir que solo lo haces por complacerme, quiero verte feliz otra vez.

—No me malinterpretes, por favor, en ningún caso estoy actuando así porque me sienta forzado —dijo Ignacio—, es solo que se siente de una manera diferente, las cosas que hacíamos antes son ahora más íntimas, más nuestras, y aunque me siento feliz de tenerte de regreso, no dejo de sentir algo de melancolía.

—¿Melancolía? —dijo con extrañeza.

—Sí, pensar en nuestros recuerdos, son como voces del pasado —dijo y se aferró aún más a Javier—, han sido buenos, ¿verdad?

—Sí que lo han sido, desde que te conocí aquella vez mi vida cambió y estoy seguro que en adelante podremos crear muchos recuerdos más —dijo, sonriendo otra vez. Atrajo a Ignacio y lo besó sin dudar, gesto que el bartender correspondió de inmediato.

—Javier, tu... ¿siempre fuiste tan atractivo? —el aspecto del peliblanco le resultaba tan atrayente que no pudo evitar decirlo. Le echó la culpa al alcohol, pero en fondo esto no era cierto, estaba tan sobrio como siempre.

—¿Eh?, ¿qué dices? —dijo al fin que su sorpresa disminuyó—, ¿ya estás ebrio?

—Para nada, es solo que hoy me pareces más atractivo de lo que recuerdo —Ignacio tomó la mano que aún le sostenía el rostro y entrecruzó sus dedos, dejando mudo a Javier y con un sonrojo que le cubrió el rostro—, ¿te olvidas que tolero el alcohol mejor que tú?

—Entonces soy yo el que está ebrio porque tus ojos lucen hermosos y tú, te ves tan sexy, ¿cómo puedes provocarme tanto?

Mientras que los tonos lilas que vestía Ignacio resaltaban su brillante cabello oscuro, Javier y su playera negra destacaban sus cabellos descoloridos que ya recobraban su color natural.

Libres de las presiones, se besaron con intensidad y cuando se separaron, Ignacio se relamió los labios.

—¿Tus besos fueron siempre tan buenos?

—No lo sé, ¿qué crees tú? —dijo, relamiéndose los propios.

—Creo que me he negado a un placer tan delicioso como culposo.

—Pues ya no hay razón para privarnos más, esta noche es para nosotros.

... ... ... ... ...

—Realmente están enamorados, me alegro tanto por Ignacio —dijo Nicolás, observando a la pareja que se besaba fuertemente abrazados, estáticos bajo las luces.

La mirada del extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora