Capítulo XVI

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Durante la comida se limitaron a mirarse de tanto en tanto, pues las palabras no brotaron sin que parecieran forzadas, ni siquiera haciendo comentarios sobre lo deliciosas que estaban las pizzas, incluso para Nicolás. El ambiente entre ellos se hizo tenso y Cristina no pudo dejar de notarlo las veces que se acercó a la mesa: una para traer más bebidas y otra para retirar los platos.

Antes de pedir la cuenta, Alejandro se levantó diciendo que iba al baño, dejando solo a Nicolás, que vaciaba lo que quedaba de su limonada. Cristina aprovechó el momento y tomó a su amigo por el brazo y lo llevó hacia la terraza.

—¿Qué está pasando entre ustedes? —la voz de la chica sonaba preocupada.

—Nada, solo estábamos conversando y... bueno, nos dedicamos a comer —Alejandro se encogió de hombros y evitó mirar a su amiga.

—No te creo, el aire alrededor de ustedes se puede cortar con un cuchillo de lo denso que está —dijo Cristina, cruzándose de brazos—, dime, ¿estás bien con eso?, ¿de qué han hablado?

—Aun no puedo decirte, mi conversación con él no ha terminado.

—Entonces volverán a hablar, ¿se reunirán otro día?

—No, iremos ahora al Jardín Botánico.

—¿Hoy? —no esperaba esa respuesta—, bien, espero que lo que sea que conversen no traiga problemas, pero de lo que puedo ver, algo pasó entre ustedes y no estoy convencida de que sea bueno.

—¿Qué estás queriendo decir? —Alejandro se sobresaltó con el comentario.

—Estoy diciendo que Nicolás no te conviene y por más que estés interesado en él, lo mejor es que te alejes. Es un desconocido y podría lastimarte.

—Lo entiendo, y es por eso que tengo que hablar con él —dijo, tomando las manos de Cristina en un gesto comprensivo.

—No quiero verte sufrir —Cristina abrazó a su amigo con fuerza.

—Estaré bien —respondió el abrazo con igual intensidad—. Él... me dijo que yo le gusto.

—¿Qué te dijo?, ¡repítelo! —la chica se separó de Alejandro y lo miró fijamente.

—Que yo... le gusto —repitió las palabras sonrojado y con una leve sonrisa.

—¿Y tú?

—Aún no lo sé —respondió—, y no estoy seguro de si quiero averiguarlo.

—¿Te dijo qué es lo que quiere contigo?

—Por lo que entiendo, quiere algo como una compañía más que una pareja. Creo que ni él entiende bien lo que quiere.

—Ya veo —Cristina cambió su expresión por la duda.

En eso Sebastián hizo aparición por detrás, asustando a Alejandro.

—¡Ahhh!, ¿pero qué...?

—Soy yo, hermano, tranquilo —contestó, dándole unas palmaditas en la espalda a ver si se calmaba—. Oye, ¿qué pasa con ese Nicolás?

—Así que también estabas mirando, pues bien, llegas tarde, que Cristina te diga después. Yo no voy a hablar más —concluyó, pero antes de alejarse, agregó dirigiéndose a Cristina—: ¿podrías por favor llevar la cuenta a la mesa?

—Sí, seguro —respondió la aludida—. En fin, solo recuerda lo que te dije, ten cuidado.

—Lo mismo te digo, mucho cuidado —habló Sebastián, revolviendo el cabello del chico.

—Sí, sí, haré caso de lo que me dicen, queda tranquilo... hermano —dijo, estrechándole la mano al otro—. Nos vemos después.

—Nos vemos.

La mirada del extrañoWhere stories live. Discover now