Capítulo XXXIII

49 17 95
                                    

El turno había iniciado lento, silencioso. La barra estaba desierta, con unos pocos clientes dispersos por el salón. Javier ya estaba aburrido y las ganas de tomar el teléfono para hacer una llamada podían más; sacó el aparato de su bolsillo, lo miró un instante solo para volver a guardarlo.

—¿Aún no te decides? —preguntó Katerina, acercándose a la barra.

—¿Qué?, ¿a qué te refieres? —dijo al verse descubierto.

—A Ignacio, invitarlo para que vaya a la fiesta contigo.

—No —respondió de manera rotunda—. La verdad es que quiero invitarlo, a pesar de que no hemos cruzado palabra durante semanas. Es momento de definir lo nuestro, porque no quiero que pase más tiempo, me mata estar en esta incertidumbre.

—¿Lo nuestro?

—Quiero decir la relación entre Ignacio y yo, lo que pasará con ella —clarificó Javier ante la duda de la chica.

—Oh, ya, es que eso, "lo nuestro", sonó como algo muy íntimo —dijo Katerina, suspirando—. Estoy esperando con ansias ver quién de los dos cederá y llamará al otro.

—Ese seré yo, puedes estar segura —confesó Javier—. Si Ignacio dice que va a guardar distancia y no va a hablarme, es porque lo hará y lo está haciendo, ¡semanas enteras sin saber de él!

—Entonces, ¿a qué esperas para llamarlo? —dijo Katerina con insistencia, pues estaba agotada de presenciar el distanciamiento de sus amigos—. ¿Sabes?, salvé a Ignacio de otra invitación solo para que te animaras y lo invitaras. ¡Hazlo ahora!, ¡llámalo aquí, frente a mí!

—¿Estás segura de que es el momento? —Javier dudaba.

—Lo es, ¿esperarás a invitarlo el día antes de la fiesta?

—Vale, tú ganas —dijo el peliblanco, sacando otra vez el teléfono. Frente a Katerina buscó en sus contactos y marcó a Ignacio.

... ... ... ... ...

Desde el anuncio de la fiesta, quedaban solo unos días para su realización, tiempo en el cual Ignacio no recibió noticias de Javier. Aunque no estaba seguro de las palabras de Katerina, en el fondo esperaba que el peliblanco le llamara para invitarlo. Eso no ocurrió.

Era miércoles y había ido a trabajar al local como era usual, cuando Ariel se le acercó durante el descanso; en otras circunstancias habría ignorado al ayudante de cocina, pero esta vez le prestó atención.

—¿Qué quieres, Ariel? —le preguntó en cuanto le vio acercarse.

—Solo hablar, tranquilo —dijo en su habitual modo de hablar, pausado y cordial.

—Ya deberías saber que no me gusta ser molestado durante mi descanso.

—Sí, pero no hace falta que me hables de esa manera, solo quiero platicar contigo —dijo, sentándose junto al bartender.

—¿De qué?

—De la fiesta.

—Ah..., ¿y qué con eso?

—¿Vas a ir?

—No.

—¿No?, ¿y por qué?

—Porque no se me da la gana.

—¿Será porque nadie te ha invitado?

—Es verdad, nadie me ha invitado, pero sabes, no necesito de una invitación para asistir.

—¿Y si vienes conmigo? —dijo Ariel, esbozando una sonrisa—. Yo te invito.

—¿Por qué? —dijo Ignacio en tono desafiante.

La mirada del extrañoOnde histórias criam vida. Descubra agora