Historia Corta 1

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Llegaba tarde. No solo llegaba tarde, llegaba muy jodidamente tarde.

Maldita sea.

Odiaba las reuniones, odiaba llegar tarde a las reuniones y odiaba tener que sentarme en una larga mesa llena de estúpidos que no entendían porque yo cobraba lo que cobrara, porque según ellos, lo único que yo hacía eran "dibujitos"

Y sobre todo, odiaba las nuevas empresas porque al no entender lo importante que era el logotipo para la representación de su marca, regateaban el precio y además, siempre pagaban con retraso.

— "Tenemos otras prioridades que pagar por el momento"—decían cada una de ellas.

Las odiaba.

Sin embargo, aquí estaba de nuevo, accediendo a tener una reunión con una nueva empresa que estaba abriéndose paso en el mundo de la construcción, solo accedí porque en cuanto les dije mis tarifas, no regatearon, ni se quejaron, además, no querían únicamente el diseño del logotipo.

Cuando me dijeron que eran nuevos, de verdad eran nuevos y buscaban a alguien que les diseñara toda la marca.

Paleta de colores, tipografía, tarjeta de negocios, tazas, bolígrafos.

En pocas palabras, estaban tomándose en serio su negocio y querían empezar con buen pie, y lo estaban haciendo porque, en primer lugar, me contrataron a mí, y yo era la mejor.

Sin embargo, estaba llegando jodidamente tarde.

Odiaba el puto tráfico de Miami.

Sí, Benatia Del Junco, viviendo en Miami, la ciudad del calor, playas y gente hueca bronceada que vivía en un yate en el mar.

Quien se lo pudiese imaginar.

¿Por qué elegí Miami? La verdad no lo sé, pero llevaba un año viviendo aquí y no planeaba mudarme pronto. Me gustaba estar cerca del mar, aunque odiase el calor, me gustaba que la gente fuese estúpida porque no entendían mis comentarios mordaces, aunque eso, a veces me sacaba de quicio.

Muchas cosas me sacaban de quicio y por eso me gustaba trabajar como Freelance, de esa forma no tenía que estar en contacto con gente tonta todos los días.

Sin embargo, me inscribí al yoga, iba a un psicólogo y estaba, a buena gana, trabajando en mi inteligencia emocional. No todo el mundo podía ser tan inteligente como yo, y era algo que empezaba a aceptar.

¿Lo que me tocaba? Tener paciencia con los demás.

Veinte pisos después, llegué a la oficina donde me esperaban. En Miami existían pisos altos, llenos de infinitas oficinas con infinitas personas de traje y corbata que te miraban con su rostro anaranjado por encima del hombro, pero, si existía alguien que sabía cómo mirar a otra persona por encima del hombro, era yo.

En cuanto a miradas se trataba, yo siempre ganaba.

Mi mirada, me decían, era de esas que mataban.

Me miré en el espejo del ascensor, mi labial rojo estaba intacto, mi coleta alta resaltaba mis facciones y mi rímel lograba que mis impresionantes ojos miel fuesen aún más impresionantes, mis tacones de aguja en conjunto con mis pantalones anchos y altos realzaban mis piernas y mi camisa cuello de tortuga me daba elegancia.

Me veía impresionante.

Caminé hacia la recepcionista al salir del ascensor de la única manera en la que sé caminar, como si fuese la dueña del lugar.

— Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? —me saludó la chica que solo podía ser unos cuantos años menor a mí.

—Tengo una reunión con el señor Kurbaji —respondí.

Perfecta Mentirosa✔️Where stories live. Discover now