Capítulo 20: Muerte de las Abejas

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"Las rosas rojas son el principal símbolo del amor y la pasión, es un símbolo encarnado por Valentin, quién al enamorarse de la hija de su carcelero declaró su amor con una nota y una rosa roja justo antes de morir.

¿De qué forma ves ahora las rosas rojas?"


Ángel estaba esperándome en la entrada del colegio, o eso me supuse, ¿por cuál otra razón estaría recostado junto a la puerta de entrada de la escuela?

Me preparé para tener que ser simpática, no tenía ganas de sonreír ni de hablar ni de tener que ser agradable con nadie, estaba demasiado cansada y todo el cuerpo me ardía, se me había ido un poco la mano tomando sol ayer. Mi piel dolía ante el roce de la ropa.

Me bajé del carro y Ángel se alejó de la pared al verme, me pregunté si esto sería algo a lo que tenía que acostumbrarme.

¿Ser un pegoste entraba en la descripción de noviazgo? No lo sabía.

Sus labios se ampliaron en una sonrisa mientras me acercaba a él y luego se abrieron en un gesto de sorpresa

— Guao gorda. ¿Fuiste a la playa?

Me quedé paralizada a medio camino hasta él, ¿cómo lo supo?

Mierda, mierda. Yo no le había dicho nada de que iría a la playa.

—¿Por qué piensas que fui a la playa?—entré en modo defensivo.

Sus ojos castaños me repasaron con la mirada — ¿A la piscina? Estas roja. Pareces un tomate.

Oh, por supuesto. Quise darme una cachetada, no había pensado en eso. Quizá el sol había quemado mis neuronas.

— ¿Parezco un tomate, en serio? —hice una mueca— ¿Me veo fea?

Ángel se rió — Eres un lindo tomate. Yo te comería. —una esquina de mi boca se alzó— ¿Fuiste a la playa entonces? Ayer no contestaste ninguno de mis mensajes.

Mi teléfono se había quedado sin batería y habíamos durado hasta tarde en la playa, luego de eso el tío de Alonso nos había invitado a una parrillada en su casa y nunca se le decía que no a una parrillada. Cuando llegué a mi casa en la noche había estado demasiado exhausta para tener ánimos de iniciar una conversación con él.

Me acerqué a Ángel y haciendo mi mayor esfuerzo, lo tomé de la mano, él tomó mi bolso de mi hombro y lo cargó en el suyo iniciando nuestro camino dentro de la escuela

— Lo siento, mis padres se antojaron de ir a la playa y no pude salvarme... Ya sabes que en la playa nunca hay señal

Él asintió y entrelazó nuestros dedos. Buena cosa que apenas y lo notara porque todo el mundo se giró hacia nosotros a medida que pasábamos por los pasillos.

Noticia del Día. Benatia Del Junco y Ángel Martínez Lozada agarrados de manos.

Ángel Martínez llevando el bolso de Benatia en su propio hombro.

Vaya sorpresa.

Alumnos a los cuales no conocía y cuyos rostros no recordaba se quedaban parados a medio caminar con sus bocas abiertas mirando nuestras figuras pasar.

Era oficial para todo el mundo: Ángel y yo éramos una pareja.

Me giré hacia él, parecía inmune a las miradas de todos. Su atención solo estaba en mí

— Me pudiste haber avisado en la noche —¿avisarle qué? Había perdido el hilo de la conversación.

¿Dónde estaba Mariela? Tenía que mirarnos, moría por ver su cara.

Perfecta Mentirosa✔️Where stories live. Discover now