Historia Corta Parte 3.

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— ¿Por qué la simulación no está lista? —le pregunté a Mario en la sala de conferencias.

El cliente necesitaba esa simulación para pasado mañana y antes de entregarla, debíamos hacer un análisis detallado de los resultados arrojados.

— He estado en eso, pero hubo un error en los planos que ellos me enviaron y tuve que empezarla de cero, apenas me enviaron los nuevos planos ayer.

Miré a Carlos quien permanecía de pie mirando la pantalla de la computadora de Mario

— No se puede trabajar así, de ayer para hoy.

— Pero la paga es buena— Carlos se encogió de hombros

Luis, el otro ingeniero que trabajaba a la par con Mario giró la pantalla de su computadora hacia nosotros.

— En este punto el sistema está fallando — comentó señalando el lugar donde la tubería se tornaba roja.

Me incliné sobre su laptop para analizar la falla, pero la tos de Mario me distrajo

— Alerta, alerta caliente.

Fruncí el ceño hacia él pensado que se refería a algo de la simulación, pero su vista y la de los otros dos estaba en las ventanas que daban visión al pasillo.

— ¿Alerta de qué? —pregunté antes de notar a lo que suponía ellos se referían.

— Que trasero se gasta esa mujer. —murmuró Luis

Los cuatro, embobados, nos quedamos viendo a la mujer en cuestión.

Benatia.

No sabía cómo seguía impresionándome, lo impresionante que ella era. Era... Fascinante. Su manera de caminar tan segura de sí misma, el balancear de sus caderas en esos jeans apretados que le hacían lucir un trasero espectacular, la imposición en su mirada y sus ojos miel que te enjaulaban.

Hermosa no era un calificativo adecuado para ella, la palabra hermosa le quedaba corto porque cuando la veías, la única palabra en la que podía pensar era, impresionante.

Ella era impresionante

Cuando la veía así, caminando con ese balancear sensual de su cuerpo, esos labios rojos que te instaban a pecar y esos ojos... se me ponía dura.

Y no pensaba en lo hecho mierda que me dejó el corazón, no pensaba en que después de ella nunca volví a ser el mismo, no pensaba en que por ella me costaba mantener una relación, no pensaba en mis problemas de confianza, en mis inseguridades, ni siquiera en todo lo que la lloré.

No.

Cuando la veía, cada vez que la veía y cuando me sonreía, joder, lo único en lo que podía pensar era en follarmela. En encerrarla en mi oficina y arrancarle toda esa maldita ropa que tan bien le quedaba y hacerla gemir mi nombre sin parar.

— Hombre, Carlos, debo agradecerte por contratarla, como alegra la mañana ver a semejante...

Parpadeé quitando, a fuerzas, mi atención de ella y regresándola a mis colegas.

— No te distraigas mucho viéndola y mejor ponte a trabajar ¿no? —escupí con irritación

Mario frunció el ceño

—Bueno, pero no se tiene permitido en esta oficina ver a una mujer bonita. Que lo que más veo aquí es a ustedes tres feos.

— Creo que me enamoré —Luis ajustó sus anteojos, con su mirada aún en Benatia que continuaba parada viendo algo en su teléfono.

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