Capítulo 16: Medusa

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"Look into my eyes

It's where my demons hide."



Estúpida, estúpida Mariela. No la pasaba ni con limón y sal, ¿cómo se le ocurría aparecer con su cara bien lavada a ofrecerme su ayuda para matemática?

Como si yo fuese lo suficientemente idiota para tragarme su actuación.

Cada gesto, cada sílaba que salía de su boca era más leña que se le añadía al fuego, podía soportarla diariamente siempre y cuando se mantuviera lejos de mí. Muy lejos. Pero que tuviera la desfachatez de acercarse hasta mi lugar y sonreírme como si fuera una de sus estúpidas marionetas no lo pensaba soportar.

Tenía que ser paciente, estaba a punto de lograrlo y el hecho de que ella se acercara hasta mi lugar para ofrecerse su tan agraciada ayuda solo significaba que la Reina Abeja tenía miedo. Ella presentía que su reinado estaba por finalizar, tuvo que haberlo hecho, de otra manera no estaría tan desesperada por evitar que yo estuviera a solas con Ángel. Y después del beso de anoche sabia ahora más que nunca que Mariela estaba pasando a un segundo plano en la mente de Ángel.

La casa estaba en pleno silencio, me gustaba el silencio. Solo se enturbiaba por las vagas voces de los transeúntes que entraban por la ventana de mi habitación, el sonido de los cauchos desgastándose contra el asfalto, pero sobre todo eso, se escuchaba el cantar de los pájaros en el patio de los vecinos de al lado.

Silencio y Mariela en un block en dibujo reencarnando a Medusa.

Eso era ella, si te dejabas envolver por ella, si te detenías el tiempo suficiente en observarla, te convertirías en piedra, vacío por dentro. Una estatua más para su jardín, modificados por ella a su antojo y conveniencia. Ángel debería de sentirse agradecido de que estuviera salvándolo de ese destino.

¿Qué hora era ya? El entrenamiento de Ángel debía de estar por terminar, mi padre apenas y se encogió de hombros cuando avisé que iría de nuevo a su casa a estudiar, en cambio mi mamá me había observado muy detenidamente y una sonrisita feliz tiró de sus labios. Me contuve de rodar los ojos en ese momento, si ella era feliz creándose historias en su cabeza la dejaría ser, al menos no había seguido insistiendo en conocerlo.

Luego de ese almuerzo rápido ellos habían regresado a sus respectivos trabajos y la casa había vuelto a quedar sola, excepto por mí. Como siempre. Pensé que quizá necesitaba comprarme un perro y luego dejaría que se escapara accidentalmente al patio de al lado.

Quizás así los condenados pájaros no me despertarían en la noche con su canto.

Empecé a pintar a Ángel, su pelo castaño caía en hebras desordenadas por su frente, sus ojos café, casi negros brillaban al intentar descifrarme, entenderme, me pregunté si él podría hacerlo, entenderme. Tal vez si lo hiciera fuera capaz de echarme una mano a mí, muchas veces ni yo misma me entendía.

Su sonrisa era grande y sus dientes blancos relucían sin guardar ningún secreto, ningún temor. La pura encarnación de una persona que se acuesta a dormir sin remordimientos en su cabeza. Una persona sincera que no tenía miedo de abrirse a los demás y dejarlos entrar. Estaba aprendiendo a gustarme eso de él. El chico era una buena persona.

Como si hubiese sentido que estaba pensando en él, su nombre apareció en la pantalla de mi teléfono. Después de esa primera llamada hace unas semanas guardé su número. No quería otra sorpresa

— ¿Aló? —contesté.

— Hola Naty —escuché puertas abrirse y cerrarse— Acabo de salir del entrenamiento, ¿quieres que te pase buscando? Así ahorramos tiempo y no tienes que manejar

Perfecta Mentirosa✔️Where stories live. Discover now