Historia Corta Parte 9

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Ángel y yo prácticamente vivíamos juntos, y digo prácticamente porque él seguía conservando su otro piso, solo que nada más iba para allá cuando tenía que buscar ropa u alguna otra cosa porque todas sus cosas no entraban en mi pequeño apartamento.

Seguía siendo extraño esta nueva modalidad, tener a alguien siempre en mi apartamento, tener su cepillo de dientes al lado del mío, llegar a casa y que él estuviese sentado en mi sofá viendo un partido de fútbol.

Y a veces me molestaba.

Me gustaba tenerlo ahí, pero no estaba segura de que me gustase tenerlo siempre ahí.

Ya no tenía mi propio espacio, ya no tenía mi soledad, ya no tenía el silencio que me gustaba y ya no podía pintar.

Pintaba cuando estaba a solas, pero pintar escuchando el ruido de la televisión o su voz me desconcentraba y me irritaba, y no sabía cómo hacerle entender que por un momento, no quería tenerlo aquí, que por un momento, quería que no hiciese ruido.

No recordaba cuando fue la última vez que me senté a pintar.

Si embargo la idea se fue al traste cuando al entrar a mi apartamento él estaba ahí, de nuevo, en mi sala. Al mirarme entrar sonrió, y joder que me gustaba su sonrisa, pero mi irritación era mayor.

— Hola bebé, ¿en qué andabas?

No le respondí y me fui directo a la cocina por un vaso de agua, sus ojos me siguieron.

— ¿Todo bien? —preguntó

— Sí, Ángel. —respondí con voz irritada.

Sus cejas se alzaron y se cruzó de brazos reclinándose del sofá.

Cerré mis ojos y suspiré, recordando la voz de mi terapeuta.

Comunicación, Benatia, comunicación.

— Escucha —comencé — me encanta que estés aquí...

— ¿pero?

— pero puedes... ¿Puedes no hablarme todo el tiempo?

Ángel ladeó su cabeza.

— ¿Quieres que no te hablé?

—¡Sí! Quiero que la casa se llene de silencio, solo por unas horas. ¿Podemos hacer eso?

Ángel frunció el ceño.

— ¿Quieres que me vaya?

Lo pensé, de verdad lo pensé mientras él me miraba y sacudí mi cabeza.

— No, solo quiero entrar en mi habitación y estar sola y en silencio por un par de horas. ¿Podemos hacer eso? Por favor.

Ángel se encogió de hombros y con una sonrisa asintió.

— Está bien, lo que necesites.

— ¡Gracias! — vociferé contenta— no te molesta, ¿no?

— No, ¿por qué me molestaría?

— Porque te dije que no quería que me hablaras.

Ángel se volvió a encoger de hombros, restando importancia

— Todos necesitamos nuestro espacio.

Asentí y caminé a mi habitación para encerrarme ahí.

— Nos vemos en un par de horas.

Y pinté. Pinté y pinté, me dejé llevar por la inspiración y me olvidé de Ángel por completo, me olvidé que día era y de las horas, lo único que quedó en mi mente era la pintura al frente de mí y yo.

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