Capítulo 36: No hay peor ciego que el que no quiere ver

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"¿Por qué confiar siempre ha sido
un disparo al corazón?"





— ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Ustedes no están hechos de casabe! —el grito del entrenador resonó en mis tímpanos. Sus gritos solo podían ser comparados con los gritos de mi madre cuando se molestaba, aun así no sabría definir quién de los dos gritaba más alto. En este momento, todo mi dinero estaba apostado en el hombre corriendo detrás de mí—. ¡Fernández! ¡¿Estás en tu período niño?! ¡Corre más rápido! —miré hacia adelante buscado por Santiago liderando al equipo como siempre y me llevé una gran sorpresa cuando lo encontré al final de la fila.

Eso era inusual, sin embargo, Santiago había estado actuando raro durante toda la mañana, distraído, justo como ahora. Si tenía que ser paranoico podría haber jurado que me había estado lanzando miradas ocultas y si no era a mí, sería a Benatia y esa idea no sonaba para nada agradable en mi mente. Para nada.

El entrenador corrió al lado de Santiago, haciendo sonar su silbato

— ¡Rápido Fernández! ¡Mi abuela corre más rápido que tú! —estaría impresionado de que su abuela estuviera en realidad viva.

Santiago aceleró el paso pero obviamente no era lo suficientemente rápido si el entrador podía mantener su ritmo. Incluso Héctor estaba corriendo más rápido que él. Miré hacía Alberto para preguntarle qué estaba mal con nuestro amigo pero él parecía renuente a encontrar mi mirada.

Estaba comenzado a tener la desagradable sensación de que me perdía de algo. Ayer habíamos quedado en que vendrían a mi casa a jugar Xbox pero los dos cancelaron horas antes con unas excusas baratas.

Puede que el entrenador tuviera razón y ellos dos estuvieran atravesando por su ciclo menstrual, o puede que los dos estuvieran celosos de mi relación con Benatia. Y no los podía culpar pero se me estaba volviendo complicado encontrar un balance entre mi amistad y mi noviazgo. Especialmente cuando las dos partes no se llevaban bien. La idea de hacer una reunión a escondidas para obligarlos a congeniar en una misma sala durante un par de horas se volvía más tentadora con el pasar de los días. Eso les daría una oportunidad a Benatia y Santiago de limar asperezas, las diferencias entre ellos habían sucedido hace muchísimo tiempo, era hora de que lo dejaran ir y crecieran.

Realmente deseaba que tres de las personas más importantes en mi vida pudieran compartir juntos sin intentar matarse.

—¡Dejen de correr! —Hizo sonar su silbato otra vez—. ¡Hagan cincuenta lagartijas! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡No me pagan horas extras por verlos respirar! ¡Y el que termine de último me hará cincuenta más! —y su mirada estaba fija en un cansado Santiago cuando lo dijo.

Después de tres años en el equipo, tú pensarías en que ya habría descubierto la función que tenían las lagartijas en nuestro calentamiento, lo cierto era todo lo contrario, estaba completamente seguro de que existían diversas maneras para mejorar nuestra resistencia física. De todas formas, no era algo que le diría a nuestro entrenador, especialmente si no quería terminar haciendo cien lagartijas más.

Lo que parecieron horas después, había terminado de hacer mis lagartijas y estaba sin aire contra el césped de la cancha. El resto del equipo también había terminado, todos excepto Santiago.

La cara del entrenador estaba tan roja que lucía como si estuviera a solo segundos de sufrir un ACB. Santiago era su jugador estrella, el capitán del equipo, sobre todo él no podía permitirse este tipo de debilidades y por eso, él tenía que ser el jugador con la mayor resistencia en el equipo.

—¡Tomen sus cosas y esfúmense de mi vista! —ante la orden del entrenador, todos nos miramos con confusión y asombro. El entrenamiento ni siquiera había empezado.

Perfecta Mentirosa✔️Where stories live. Discover now