Capítulo 6 "Espero que no te arrepientas"

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 Sara está inmersa en la vista desde la ventana del acompañante, observando las elegantes casas, los lujosos edificios, y algunas pocas personas que ve al pasar. No puede dejar de pensar que está recorriendo las calles incorrectas, en el momento menos oportuno, y con la persona equivocada. El mensaje en su celular no hace más que confirmarlo: "Te necesito conmigo, ahora.", dice, y ella sabe que debería tomarlo más como una orden que como una sugerencia. Sólo necesita una excusa lo antes posible, que resulte creíble y le permita bajarse del auto de su hermana en una esquina al azar y sin levantar sospechas. Están alejándose del country en el que tanto sus padres como Fernando viven, y la casa de Candelaria está demasiado lejos como para permitirse ir hasta allá sin perder tiempo. Ni siquiera está segura de que sus amigas están reunidas allí, aunque de no estarlo fácilmente podría explicar su equivocación como un repentino cambio de planes del que no fue avisada. De hecho, no necesita esperar hasta llegar para que una de sus amigas le avise que están esperándola en otro lugar, piensa mientras su mente formula una ingeniosa idea, una sutil sonrisa formándose en sus labios. La pregunta es dónde, y al pasar por un bar al que recuerda haber ido alguna vez, su rostro se ilumina con la satisfacción de haber encontrado la respuesta. Sólo le toma desbloquear su celular y llevarlo a su oído para fingir una llamada que no ha recibido.

—Hola Ro —saluda, y hace una pausa para escuchar la supuesta respuesta. Se siente patética, pero podría funcionar—. Sí, decime, ¿qué pasó?

 Ella se preocupa por gesticular una expresión que sugiere que está interesada en lo que está escuchando, mientras calcula el tiempo estimado que Rocío tardaría en explicarle el cambio de planes, y, por si acaso, llenando espacios vacíos con cortas acotaciones.

—¿A dónde están entonces?

 Sara mira de reojo a su hermana, y al ver que Zóe le devuelve una mirada interrogativa, sabe que tiene su atención.

—Sí, no hay problema. Me está llevando Zóe, así que le aviso y en un ratito nos vemos allá.

 Su hermana le pregunta qué sucedió incluso antes de darle tiempo a cortar la llamada.

—Me tenés que llevar a un bar que queda a unas pocas cuadras de acá, las chicas están tomando algo ahí antes de ir al boliche.

—¿No habían quedado en que te esperaban en lo de Cande? —pregunta, doblando a la derecha cuando Sara se lo indica.

—En realidad no, justamente por eso le dije a papá que estaba apurada, no sabía hasta cuándo se iban a quedar.

 Ella asiente como si, de alguna forma, aprobara su respuesta. Sara no percibe siquiera rastros de desconfianza en su rostro, e incluso le llama la atención, aunque al mismo tiempo le resulta sumamente tranquilizador, que no haya dudado de la veracidad de la inesperada noticia. Es una buena señal también, puede estar segura de que le ha creído.

 Al estacionar frente al bar, Sara señala la mesa donde están sus amigas, asegurándose de que sea una de las del fondo y con escasa luz, de manera que incluso cuando Zóe se incline hacia adelante para echar un vistazo, no pueda verla con claridad. Antes de bajar del auto, ella le agradece por haberla traído, diciéndole que no era necesario, y disimulando su sarcasmo, también. Su hermana la despide con un beso y un deseo de que disfrute la noche, pero justo antes de que la puerta se cierre por completo, ella escucha sus últimas palabras: "Espero que no te arrepientas". Si Sara evita voltear a preguntarle a qué se refiere, es porque ha escuchado el sonido del motor acelerando y, cuando corrobora que está lo suficientemente lejos, camina en la dirección contraria al bar.

 Dos cuadras más adelante, el rojo y flamante auto de Fernando está esperándola. Él está fumando, un hábito que nunca ha permitido en ella, ni siquiera aquella vez que se lo pidió sólo para probar, pero con el que él está bastante familiarizado, a pesar de que Sara también proteste. Su mirada está perdida en algún punto en el horizonte, inmerso en sus pensamientos al punto en que, si ella no hubiese besado su mejilla al subir, Fernando podría no haber notado su presencia aún. Cuando lo hace, la atrae hacia él por la cintura para darle un apropiado beso, sosteniendo su barbilla con su dedo pulgar.

—¿Qué hiciste para zafar de tu hermana? —pregunta, manteniendo una corta distancia entre sus labios.

 Ella se suelta de su agarre, cruzándose de brazos.

—¿Por qué? ¿Dudás que lo haya hecho bien?

 Él niega con la cabeza, mientras se acomoda en su asiento para arrancar el motor. Una calada de cigarrillo más tarde, el auto comienza a avanzar.

—Confío en que lo hiciste de maravilla, cielo, como siempre, pero me gustaría saber exactamente qué hiciste de maravilla.

 Sara sonríe y rueda los ojos de buena gana, él no puede menos que concebir una respuesta triunfante para cada situación de su vida, aunque sea con intenciones encubiertas que oculta con bonitas palabras.

—Una amiga me llamó para avisarme que estaban tomando algo en el bar por el que justo acabábamos de pasar con Zóe.

—¿En serio? ¿A quién le pediste que te llame?

—A nadie.

 Fernando voltea a mirarla para confirmar que está hablando en serio antes de soltar una carcajada.

—¡No te rías! Era eso o hacer 50 kilómetros más a 40 kilómetros por hora, ¿hace falta que te haga acordar que me pediste que llegara rápido?

—No te estoy reprochando nada, la verdad es que estuviste muy bien, pero —dice, enfatizando la última palabra para dejar en suspenso lo que dirá después— sería mucho más fácil si ya estuvieras manejando de nuevo.

 Sara rezonga ante la mención de un tema que le incomoda de forma evidente. Aun así, Fernando no desiste. 

—Sara, entiendo que todavía estés insegura para agarrar el volante, pasaron pocos meses desde...

—No quiero hablar de eso ahora —interrumpe con un murmuro, evitando mirarlo a los ojos.

 Él, a pesar de que le gustaría insistir hasta lograr convencerla, respeta su pedido de silencio, y mueve su mano derecha desde la palanca de cambios al muslo femenino, acariciando con su pulgar la piel descubierta.

—Lo único que quiero decirte es que tus miedos no van a irse a ninguna parte si no aprendés a enfrentarlos.

 Ella sabe que tiene razón, pero prefiere ignorarlo, llevando la mano a su muslo, también, y entrelazando sus dedos con los suyos, contemplando lo bonitos que se ven juntos, como si hubiesen sido hechos para complementarse el uno con el otro. No es hasta que Fernando ignora un semáforo, sin embargo, que nota la aceleración que el velocímetro está marcando, y frunce el ceño al ver que la aguja asciende hasta valores que suelen no ser normales.

—¿Estamos tan apurados? —pregunta con genuina curiosidad.

 Él revisa la hora en su reloj de muñeca antes de asentir y apresurar el paso un poco más. Sara desconoce qué es lo que lo tiene tan ansioso, pero su insistencia sobre la importancia de su presencia esta noche le sugiere que se trata de una cuestión importante. Ella se sonroja, pensando si, finalmente, saldrán de su boca las palabras que tanto ha esperado escuchar, las que tanto ansía pronunciar.


 Metros más atrás, Zóe está intentando seguirles el ritmo, sin embargo, no hay manera de que se arriesgue a conducir a semejante velocidad, incluso en el estado de desasosiego en el que se encuentra. A pesar de que está yendo tras un auto que le resulta desagradablemente familiar, cuyo dueño sin lugar a dudas conoce. A pesar también de que vio a Sara, con sus propios ojos, subir a él; aún conserva la esperanza de que no sea cierto, de que no sea él, de que ella no sea tan ingenua, de que la sospecha que ha estado teniendo por meses no sea más que sólo una dramática y errónea interpretación. Su intuición le dice que sufrirá más de una decepción esta noche.

 Su ritmo cardíaco comienza a acelerarse cuando escucha el sonido de su celular al recibir una llamada, y ver el número de su papá en la pantalla no le resulta en absoluto consolador. Tomando un profundo suspiro y con pulso tembloroso, contesta.

—Zóe, te voy a hacer una pregunta y te pido por favor que me digas la verdad—escucha a la voz de Pablo decir, sonando demasiado agitada para la preocupación que está transmitiendo.

 Ella siente como si su garganta estuviese siendo estrangulada al oír su interrogación, y traga saliva antes de poder formular una respuesta.    

Para quien quiera abrir los ojosWhere stories live. Discover now