Capítulo 32 "¿Dónde debería empezar a buscar?"

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 El humo dibuja círculos en el aire esfumándose en el atardecer, en el paisaje urbano que poco a poco, comienza a encender sus luces, hasta que una ráfaga de aire fresco las barre por completo. Pablo no tiene el hábito de fumar, sólo deja sus ratos de vicios para cuando necesita despejar la mente de los problemas que todavía tiene que resolver, con un reloj tic taqueando en su oreja. Los informes de la contabilidad, tal y como supuso, no resultaron para nada favorables; Fernando se fue dejando una bomba en suspensión, y lo peor, si lo piensa dándole las vueltas más rebuscadas, es que podría haberlo previsto. Desde que llegó a la empresa con la juventud de sus 26 años, buenas recomendaciones y una reputación que daba de qué hablar, Segovia le pareció una persona intrigante. Su ingenio salió a relucir desde el primer pie que puso dentro, resolviendo los conflictos económicos con tal eficacia que hasta el más noble prefirió mirar hacia el otro lado y dejarlo actuar. Como todo buen hombre de negocios en un país que no lo impide, él tenía un ancho de espadas bajo la manga, moviéndose con destreza en una ilegalidad que lo vinculaba a muchos grandes. En el peor momento que a la financiera le tocó atravesar, él supo ser la salvación. Sin embargo, incluso en aquél entonces, cuando a él le debían toda supervivencia, debió haber estado más atento a las advertencias que no paraban de llegar, aunque fuera anónimas o provinieran de cuentas spam en su email. A pesar incluso de ello, existe una persona real y concreta a quien se arrepiente, en lo más profundo de su alma, de no haber escuchado a tiempo. Todavía puede oír su voz, repitiendo el mensaje que sólo pudo reproducir una vez: "Pablo, hijo querido, me duele tener que despedirme así de vos, espero puedas entender que no tengo otra opción, ya no me queda nada" Sergio había grabado en el contestador, a las tres de la mañana, la noche en que fue asesinado. Pablo no quiere ni pensarlo, pero se imagina que mientras tanto, él estaba escondiéndose de los asaltantes que entraron a su casa, para llevarse pocas de sus pertenencias, pero de mucho valor. De fondo, no se escuchaba sonido alguno, y la manera en la que estaba hablando parecía demasiado tranquila para su respiración tan agitada. "Pero no podría irme sin contarte los secretos que nunca pude decir en voz alta. Antes que nada, sé que le debemos mucho a Fernando Segovia, pero no pongas toda tu confianza en él. Se prudente." había dicho, lo que podría interpretarse en más de un sentido, no sólo estratégica, económicamente. Hoy, se pregunta si él habrá sabido sobre Sara, aunque sacude la cabeza, descartándolo por completo. En aquél entonces, no lo interpretó en absoluto, pensando que sus palabras sólo eran divagaciones sin demasiado sentido, o con uno poco relevante, sobre todo cuando escuchó lo demás: "Por otro lado...y sé que te mereces más de un perdón por no habértelo dicho antes, pero...hay un chico, un hombre, me imagino, a esta altura de la vida, que quiere conocer a su papá. Lamento no haberle dado ese derecho cuando todavía podía, pero nunca es tarde para reencontrarse". Lo que podría significar que, ¿Sergio tenía un hijo no reconocido? ¿Concebido antes o después que él? ¿Cuántos años tendría entonces? ¿Sabría él quién es su padre? Fueron muchas de las preguntas que invadieron su mente, pero la certeza de sus declaraciones se vio fuertemente cuestionada al oírlo pronunciar las que serían las últimas palabras que alguien oyó de él: "Y, si te la llegás a encontrar, decile a Ali que la amo". Su voz entrecortada, la interferencia de una mala comunicación, y su propia confusión hicieron que ese último mensaje perdiera su claridad, transformando aquellas palabras en otras, lo que incluso lo ha llevado a la duda. Una duda que lo ha acompañado desde entonces, porque Ali, Alicia, su esposa y madre de Pablo, ya había fallecido, por lo que piensa que esas frases eran parte del delirio de la adrenalina, el miedo y los nervios que lo aprisionaron esa noche, porque quien en realidad estaba más próximo a encontrarse con ella, en la misericordia del cielo, quizás, no era otro más que Sergio. Él decidió, porque en ese entonces pensó que era lo más conveniente, ignorar esas palabras, no contarlas a nadie, enterrarlas en los más profundo de su consciencia, pero entiende que fue un imperdonable error, porque mientras uno de sus últimos deseos sólo podrá ser concedido por Dios, su premonición sobre Fernando se ha cumplido como si de una profecía se tratase, lo que deja a Pablo preguntándose si la restante información que había dado, con el último de sus alientos, podría ser cierta; lo que abre una puerta que por mucho tiempo había mantenido cerrada. Siempre consideró que ser hijo único fue para él un castigo más que una bendición. Pasó su infancia anhelando que llegara un hermanito, creció con la falta de un compañero de travesuras, porque por muchos amigos que tuviera, ninguna amistad podía llenar el vacío que sentía cada vez que volvía solo a su casa cuando salía a jugar. Recién en su adolescencia, comprendió que su deseo jamás podría ser satisfecho. Su mamá tuvo muchas complicaciones para tener hijos, que haya podido completar su embarazo fue un hecho insólito, y él, la prueba viviente de dicho milagro. Hoy, con los años que comienzan a pesarle, cuando su mamá y su papá ya han fallecido, y no le queda más familia que la que él mismo ha formado, es cuando más le gustaría tener un hermano con quién poder entenderse. La posibilidad de que exista despierta en él los sentimientos más desconocidos, la leve adversidad que siente ante el cambio, saber que le tocará compartir lo que toda su vida ha sido sólo suyo, incluyendo la empresa y sus bienes, los que ha heredado porque presume ser su derecho, pese a que no haya manifestación de última voluntad que así lo haya establecido, aún. Pero mucho más fuerte es la emoción que lo conmueve, las ansias de encontrarlo, de reunirse con él y compartir los recuerdos de toda una vida, descubrir las circunstancias que los han mantenido separados durante tanto tiempo, porque necesita entender el por qué, el cómo, el cuándo, impulsado con el puro deseo de perdonar y dejar atrás; hacer historia juntos mirando hacia el futuro. Se pregunta si será joven o mayor que él, si habrá tenido la posibilidad de estudiar, si alguna vez le faltó algo y no pudo dárselo, si se habrá casado, si tendrá hijos. Si él también tiene el anhelo de encontrarlo a él, a su familia biológica, y entre tantas incertidumbres, una queda arremolinándose en su cabeza: Si su hermano de verdad está allá afuera, en algún lugar, ¿dónde debería empezar a buscar?

Para quien quiera abrir los ojosWhere stories live. Discover now