Capítulo 36 "¿Acá son las clases de golf?"

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 El celular vibra una, dos, tres veces sobre la mesa de luz, interrumpiendo su sueño, no sólo por el intenso zumbido, sino también por la curiosidad que le causa saber qué lo está haciendo sonar con tanta insistencia.
 Cien mensajes, de dos diferentes chats, parecen ser explicación suficiente. En uno, sus amigas están deliberando qué hacer a la tarde, aprovechando que los sábados ninguna cursa y tienen la tarde libre. Lee que Cande sugirió ir al cine, y pasó una foto de la cartelera para elegir la película, pero ninguna de ellas resulta llamativa al resto, y, además, insistieron en que el día está bastante lindo, soleado y cálido, como para quedarse adentro. La opción de Oriana, de salir a merendar, es rechazada porque aparentemente "siempre hacen lo mismo" y como respuesta a "decime algo que sea distinto entonces", Rosario sugiere ir a un parque, a tomar mates y hacer una especie de picnic, lo que no es precisamente original, suele haber cientos de personas disfrutando así los días de buen tiempo, pero sí es distinto a lo que ellas suelen hacer, un respiro de aire fresco. Después de la aprobación de todas sus amigas, ella confirma que también estará allí.
 En el otro chat, al que sólo debe atribuir cuatro de los mensajes que tenía sin leer, Matías la saluda, le pregunta cómo está, y la invita a ir al parque con Lucas y él. Sara no quiere rechazar su oferta, Mati ha sido demasiado bueno con ella y siente que le debe una. Además, le agrada tanto como para querer pasar tiempo con él, al margen de cualquier compromiso. Por lo que le avisa que ya tenía planes de ir con sus amigas, y que sería una buena idea que se encuentren todos allá.

 Escaleras abajo, el desayuno está servido para los que ya han abierto los ojos desde temprano. Victoria, Pablo, Alina y Zóe, quien en realidad está en duda si podría considerarse despierta, porque no ha dejado de bostezar desde que se sentó en la barra. Sara les da los buenos días en lo que toma una taza para prepararse su propio café, sentándose al lado de su melliza.
—¿Cómo están mis hijas mayores? —Pablo pregunta, y se acerca a darle un beso en la frente a cada una de ellas.
 La menor de la familia también exige un poco de cariño, el que él le da en forma de un fuerte abrazo. Su papá no suele ser tan cariñoso normalmente, por lo que es un certero indicativo de que está de buen humor, lo que podría deberse a varias razones, los sábados no va a la oficina, a pesar de que suele hacer algunos trabajos desde casa, pero quizás un buen negocio o ganancias podrían ser motivo de entusiasmo. Sara no sabe si concretó su ida al bar, como sugería la foto que encontraron en la caja fuerte de su departamento, pero duda que de allí haya venido con buenas noticias. Quizás, simplemente se despertó con el pie derecho.
—Están tan grandes —murmura, mirándolas a ambas con ternura—. No puedo creer que ya van a cumplir 20.
 A pesar de que fue una medida con el propósito de vigilarlas, y que las dos le han dado más de un dolor de cabeza desde que comenzó su estadía, tenerlas de vuelta en la casa es más que nada una alegría, como si ellas no hubieran cruzado ya la etapa en la que comienza su independencia y volvieran a ser sus pequeñas, las de siempre. La realidad, un poco cruel para sus sentimientos de padre protector, es que están cada vez más lejos de ello.
—Hablando de eso, estábamos pensando con Sara que nos gustaría festejar —su melliza se adelanta a decir, y ella la deja, sabiendo que está en mejores condiciones para pedirle a sus padres en ese momento.
—¿Y qué les gustaría hacer? ¿Una fiesta? —pregunta Victoria, con un interés que apenas se despierta en la conversación.
—O algo más simple. Una juntada con nuestros amigos acá en casa estaría bien.
—Pero chicas, 20 años no se cumplen todos los días. Tendrían que festejar a lo grande.
 Las mellizas sólo se miran, su mamá siempre quiere ser el alma de las fiestas, pero no precisamente por ser la que se emborracha y se pasa la noche bailando, sino que sin ella, literalmente, no habría celebración. Victoria es quién, con gusto y sin cargos, toma el papel de party planner y se encarga de toda la organización. Se destaca por ser fanática de lo temático, y siempre se encarga de que tanto la decoración hasta la vestimenta de los invitados, concuerden a un tema en concreto. Para los 40 de Pablo, el código de vestuario eran los años noventa, y muchos aprovecharon para sacar prendas de su propio armario de esa época. La idea fue original y divertida para la gente de su edad, pero no dejarán que su mamá haga el ridículo en su fiesta, así que la temática, en definitiva, será elegida luego por ellas sin su intervención.
—Podría ser ma, nuestro cumpleaños cae domingo este año, así que se podría hacer una fiesta ese mismo sábado.
—Y al otro día, una juntada con nuestros amigos —Zoé insiste, porque estaba en verdad ilusionada con el plan originario, y no quiere dejar pasar la oportunidad.
 Pablo no demuestra objeción y Victoria, emocionada por los nuevos preparativos y haciendo ya planes en su cabeza, destaca la fecha en su agenda. Será una noche para recordar, ya lo presiente.

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