Capítulo 25 "¿No la estamos espiando?"

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 Zóe pone su mano sobre el volante, de repente y sin hacer aclaraciones. Francisco no puede interpretar si eso significa que pare, que vaya más despacio, o por el contrario, que avance a toda velocidad. Pero piensa en lo imprudente que sería hacer maniobras dudosas en el medio de la calle, y, por si acaso, aminora la marcha. Ella se esconde, sin sacar la vista de la ventana, encogiendo su cuerpo en el asiento lo máximo que el espacio se lo permite.

—Ahí está mi hermana —explica, lo que aclara sus dudas, sin saber de qué estaba ocultándose, o si debería hacerlo también—. Si me llega a ver va a pensar que la estamos espiando.

 Francisco le da una mirada, sabiendo que no corre peligro porque Sara no lo conoce, y él a ella, más allá de lo que le han contado, tampoco. Parada en la vereda, muy cerca de la puerta de un bar, hay una chica rubia, que podría ser Zóe con peluca, con la piel un poco más bronceada, con los ojos más claros, y otro par de diferencias que prefiere reservar para sí mismo. Lo cierto es que son muy parecidas, pero no del tipo de similitud que asusta, que le podría hacer creer que está viendo doble. Y quizás se había hecho expectativas demasiado altas, pero en su preferencia, Zóe personifica mucho mejor las descripciones con las que ha escuchado nombrar a su hermana. Pero no le dirá eso, desde luego, entiende que podría sonar más depravado que halagador. En su lugar, contempla el contexto; ellos estacionados —lo que tuvo que hacer eventualmente, no podía estar deteniendo el tránsito por mucho rato— en la vereda de en frente, observándola con discreción desde allí, y se pregunta hasta qué punto lo que ella acaba de desmentir no podría ser cierto.

—¿No la estamos espiando?

—No, no sabía que iba a estar acá. Pero, ¿qué puede estar haciendo ahí sola, afuera de un bar?

—Nada raro —dice, encogiéndose de hombros. A él no le parece un comportamiento extraño—. Capaz que está esperando a alguien para tomar algo, o por ahí ya se fue la persona con la que estaba y está esperando un taxi para irse, o algo así.

 Es cierto. Sara no le avisó a nadie que iba a salir, no tendría por qué hacerlo. Aun así, no la ha visto en ninguna de las fotos que subieron sus amigas durante el día, y aunque siempre existe la posibilidad de que haya estado con alguien que no conoce, su mente la lleva a pensar en una persona a la que está segura que ella querría ver sobre todas las demás.

—¿Por qué te preocupa? —pregunta, sin la intención de ser entrometido. Quizás si tuviese hermanos de su edad comprendería el instinto de protección que genera, pero siendo ajeno a ello, cree que es demasiado.

—Sara tiene la costumbre de meterse en líos, a veces me da la sensación de que lo hace por puro gusto.

—¿Por qué lo decís? ¿Se está metiendo en algún lío ahora?

—Capaz que sí, y ni siquiera te darías cuenta. Puede estar organizando una guerra nuclear desde su celular mientras hablamos.

 Francisco se ríe, y en cierta manera, era su intención sonar graciosa. Aunque la crea capaz, pero no de declarar una guerra mundial. No tiene contacto con el presidente de Estados Unidos, todavía.

—Resulta que... —dice, y duda, porque por más de que ya no sea un secreto, tampoco se cree con el derecho de contarlo sin cuidado— ella estaba saliendo a escondidas con un hombre, mi papá se enteró y básicamente hizo todo lo posible para evitar que se sigan viendo.

 No da muchos detalles, ni revela su identidad. Parece lo correcto.

—¿No están un poco grandes como para que se meta así en sus relaciones?

 A ese punto, el filtro que clasifica lo que piensa de lo que sale de su boca, que en ese mismo instante debería estarle sugiriendo que ya fue suficiente, ha renunciado en su función, abandonándolo a la deriva haciendo preguntas que peligran ser indiscretas de más.

Para quien quiera abrir los ojosWhere stories live. Discover now