Capítulo 52 "Tiren ideas"

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 —¿Quién es ese? —Cande pregunta, antes de tomar un sorbo de su lata de cerveza.
 Reunidos en el departamento de Lucas, están ella, Mati, y Azul, mirando en la gran pantalla de su televisor a un chico mientras toca la guitarra, cantando una canción que, como a él, tampoco puede reconocer.
—Harry Styles —dice Lucas, sin dejar de mirar la pantalla. Parece ser una presentación en vivo.
—Estaba en One Direction —aclara, esta vez Azul, al darse cuenta de que su amiga todavía no lo había identificado.
 Ella asiente, ahora sí lo ubica, sólo que lo recordaba con el pelo más largo.
—Está re bueno —comenta.
 Mati y Azul transmiten complicidad con una mirada, en lo que se pasan la cerveza que están compartiendo. Hay uno de ellos que coincide, y otro que no.
 También está Sara, la única que prefirió el sillón a sentarse en la alfombra, pero la falta de comentarios de su parte y la mirada baja hacia su lata, recién abierta y casi sin tomar, hacen parecer que no está allí en realidad. Sólo ha aceptado la invitación porque no soportaba estar encerrada en su casa, pero ello no implica que no se haya traído consigo los conflictos internos que allí la abrumaban.
 El ligero codazo que Cande le da la despierta, como si lo que hubiera estado fuera hipnotizada o dormida, y parpadea las veces que sus ojos lo necesitan para recuperarse de la sequedad por los segundos que los había mantenido abiertos.
—¿Qué?
—Te estaba diciendo si querías maní.
—Ah, perdón, no te escuché. Igual no, gracias.
 Sus amigas la conocen desde hace demasiado tiempo, como para saber en qué momentos presionarla a hablar y en qué otros, simplemente dejarla ser, ya sea que esté triste, feliz, nerviosa o cansada; es también al revés, muchas veces, Sara sabe que Cande prefiere la compañía cuando se siente desanimada, y a Azul, si está de mal humor, es mejor dejarla sola. Pero no ha alcanzado con los chicos ese nivel de confianza, de intimidad, y nadie los culpa por meter la pata, cuando en realidad sólo se están preocupando por ella. Aun así, le pesa.
 "¿Volviste a discutir con tu viejo?", pregunta Mati, a la vez que "¿te peleaste con tu novio?" es lo que indaga Lucas. Distingue que es bienintencionado, de los cuatro, es el único que ignora las internas de la relación que tiene con Fernando y no comprende por qué, antes de la respuesta de Sara, recibe miradas alarmadas. "¿Dije algo malo?" pregunta a Mati, solo moviendo los labios. Él le hace un gesto que, a falta de mayor aclaración, debe significar "después te explico".
—Algo así —responde.
 Algo así como pelearse es no verse por tanto tiempo, algo así como estar lejos en la distancia tanto como en el alma, como ni siquiera hablar de ello a pesar de que le está rompiendo el corazón, de que los está destrozando. Es que él haya desaparecido, para irse al otro lado del mundo, pero tenía una invitación y un pasaje también, así que, ¿no sería ella la que lo abandonó cuando lo dejó plantado en el aeropuerto? No es como si no lo hubiera esperado, como si no lo hubiera buscando aún con la esperanza de encontrarlo. Pero él no vino. Nunca. No llegó, aunque le recuerde a una canción de su infancia. Quizás no lo esperó lo suficiente, pero no podía, cuando pensó que se le había acabado el tiempo, cuando creyó que volver con Zóe era su más viable escapatoria, y qué equivocada estaba. Pero se hubiese ido, si Fer hubiera aparecido, y aunque no lo hizo cuando tuvo la oportunidad; se habría ido con él. Hubiera preferido irse, a todo lo que sucedió después. Cuando ya no es blanco, ni negro, sólo un tétrico tono de gris.
—Pero no es para siempre —murmura, y la palabra le trae melancólicos recuerdos, de alguna noche sólo de los dos—. Tenemos muchas cosas de que hablar, pero no encontramos la oportunidad todavía....
—Seguro van a encontrar el tiempo para charlar, pronto —Azul le dice, en un intento de animarla, alentándola con una sonrisa.
 Sara le devuelve el gesto, pero no es capaz de mantenerlo. Candelaria trae a la conversación un tema que había querido esquivar.
—Qué turbio lo de Leticia, ¿no?
—Sí, estamos todos muy conmocionados —dice, cree que le oyó comentar eso mismo a su papá, cuando alguien le habló por teléfono—. Nunca nos imaginamos que estaba tan mal como para hacer lo que hizo.
—Pero, ¿no es que murió envenenada?
—¿Cómo sabes eso? —pregunta, había creído que la información que su mamá tenía era confidencial.
—Lo vi en las noticias.
—¿La mujer que encontraron muerta en un psiquiátrico? —interfiere Lucas, que desde que ha afianzado una amistad más fuerte con ellas, pese a conservar la timidez, se abstiene cada vez menos de abrir la boca—. Yo lo leí en el diario, decían que era esposa de un empresario, pero no dieron nombres. ¿La conocías?
—Era la mujer de Fernando.
 Él debe haberse dado cuenta de lo desafortunado de su comentario, porque sus mejillas se sonrojan con vergüenza. Es entonces cuando Matías decide hacer el paréntesis del que le habló antes y se detiene a explicarle. Sara no puede escucharlo, pero se pregunta cuáles son las palabras que está utilizando para describir la situación. ¿Es ella una rompe hogares? ¿O el tipo de mujer que no tiene ni el más básico respeto por las demás? ¿Es una cualquiera o una insensible? ¿Una egoísta o una caprichosa? Duda que de la boca de su amigo salgan expresiones semejantes, pero quizás, aunque nadie se lo diga, ella es todas esas cosas.
 Su atención vuelve a las chicas cuando creía que habían cambiado de tema, pero oye que no todavía.
—Pero supongamos que la enfermera que le llevó las pastillas no sabía nada, ¿va presa ella? —Cande le pregunta a Azul, quien, cursando los primeros años de abogacía, no es una experta, pero sabe lo suficiente como para resolverle esa duda, y alguna que otra más.
—En teoría no, porque estaría siendo usada como un instrumento de quien sería el autor del delito para poder llevarlo a cabo. Pero como estamos hablando de una enfermera, para mí es un poco negligente que no se haya dado cuenta o que no haya verificado qué medicación le estaba dando, así que podría tener algún grado de culpabilidad también.
—¿Y si no fuera una enfermera, sino otra persona la que se las dio sin saber? —Sara cuestiona, por mera curiosidad, aunque parece interesada en oír la contestación, lo que podría significar algo más, o no simbolizar nada, en lo más mínimo.
—Siempre y cuando pueda probar que no sabía, supongo que es el mismo caso.
—¿Y si no lo puede probar?
 Ella se encoge de hombros. Escapa a su conocimiento, sin embargo, supone que un buen abogado buscaría la manera de demostrar la inocencia, por más rebuscado que resultara hacerlo.
—No sé. Igual, es medio subjetivo. Por más evidencia que tengas, va a depender del juez si te cree o no.
 Azul termina de hablar mirándola a los ojos, y a pesar de que no podía verla mientras hablaban por teléfono, asume que su expresión era esa misma, mientras le decía: "Dejá de pensar en eso y sacatelo de la cabeza. Fue una coincidencia horrible, pero una coincidencia".

Para quien quiera abrir los ojosWhere stories live. Discover now