Capítulo 51 "Flash, y falsas sonrisas"

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 Flash y sonríen, ambas a la vez. Están haciendo esas fotos una junto a la otra, abrazadas por la cintura, pero luego de un par de tomas, Sara voltea a su mejor perfil, y quedan tocándose espalda con espalda. No se les ocurre mejor pose que cruzarse de brazos, como si de gánsters se tratara, pero ambas se echan a reír, y la cámara las captura entre sonrisas, reales y sinceras.

—¡Hermosas! —exclama el fotógrafo, viendo la foto que se convertirá en una de sus favoritas.

 Cuando su papá las trajo al estudio, diciéndoles que allí trabajaba el fotógrafo que habían contratado tantas otra veces, ambas se imaginaron otro tipo de persona. Alguien un poco más joven, quizás. Zóe tenía la esperanza de que fuera una mujer, porque suele sentirse más cómoda. Pero, contrario a sus expectativas, resultó ser un hombre que, juzgando por sus arrugas y la falta de pigmentación en su cabello, debe tener sesenta y algunos años, con una experiencia que deja notar cada vez que enfoca la cámara, acomoda el lente con sus robustos dedos, sus uñas perfectamente limpias, presionando el botón con el índice, en el que lleva un opulento anillo, con una piedra verde esmeralda en el centro, que resalta con el oro que la rodea; y los ojos azules más cristalinos que han visto alguna vez. Lo llaman Tano, o al menos es así como su papá se los presentó. Es muy simpático, además, y a ambas les ha dado una sensación de confianza desde el momento en que se presentaron.

—Ahora vamos a hacer las fotos individuales— indica. 

 Como si se hubiesen puesto de acuerdo, Zóe se aparta del centro y Sara toma el protagónico. La cámara la adora, se lo han dicho alguna vez, y ella se siente confiada cuando hace su cabello hacia un lado y sonríe, pero incluso cuando su expresión es más bien seria, sabe que retratará bonita. Hasta se atreve a hacer una mueca, guiñando un ojo y sacando la lengua, aunque sea opuesta a la temática de la sesión que acordaron, porque le parece divertido. 

 Después de varias capturas, Tano está satisfecho de las tomas que ha logrado de Sara, y se prepara para sacar la que será su última foto sola.

—Esta es una muy especial.

 Pablo, que estuvo detrás de escena toda la sesión, por momentos mirando a sus hijas, otros, atento al teléfono, se ríe.

—No me digas que seguís haciendo lo mismo. 

—Es la tradición.

 Sara y Zóe se miran, y los miran, sin entender de qué están hablando. Tano procede a explicarles.

 Primero, le indica que se pare en una cruz dibujada en el suelo, en el centro de la lámina blanca que utiliza como fondo. Luego, ajusta el trípode hasta tenerlo a su altura. 

—Para esta foto, quiero que mires a la cámara como si estuvieras mirando a la persona que más amás a los ojos. 

 Ella quiere reírse, pero no lo hace, por miedo a que todos sepan por qué, y se limita a esbozar una media sonrisa, con los labios juntos, su mirada sugerente. Un pensamiento se cruza por su cabeza, se pregunta en quién estaba pensando Fernando cuando estaba parado en esa misma posición, y un frío que se propaga rápidamente por su cuerpo le eriza la piel. Sabe que sus ojos ya no demuestran tanta seguridad, por más de que se esfuerza en mantener la expresión, pero es demasiado tarde para intentar algo distinto, cuando Tano se aparta del visor y toma la fotografía.

 Es el turno de Zóe después, y ella camina, con nerviosismo, hacia el punto que ha abandonado su hermana. Además del fotógrafo, solo vinieron su papá y melliza —aunque su mamá y Alina no deberían tardar en llegar— y a pesar de que ninguno parece estarle prestando mucha atención, siente un poco de vergüenza. Pero sonríe de todas maneras, y aparta un mechón de cabello que estaba tapando su rostro. Tano saca la foto, y para la siguiente, a falta de ideas, vuelve a sonreír. Le gusta su sonrisa, sabe que nunca le falla lucir sus perfectamente acomodados dientes —gracias a la ortodoncia por la que su hermana no quiso pasar, le aterran los dentistas—, aunque teme que todas se vean iguales, pero el fotógrafo no ha hecho comentarios al respecto, y sigue haciéndole tomas, lo que le hace sentir que se está viendo bien.

Para quien quiera abrir los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora