Capítulo 34 "Entre líneas, está todo dicho"

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 El vestíbulo debe ser el lugar más transitado, sin embargo, el menos concurrido de todo el edificio de la empresa. A pesar de no ser más que un pasillo de mero paso, Zóe lo considera uno de los espacios más acogedores, en el que le gusta permanecer un poco más de tiempo cada vez que pasa por allí. La decoración es escasa, pero suficiente para su función; en la pared más amplia, está ilustrado el nombre de la financiera De Marchi's Investment Group, con el diseño de su logo, un águila, de donde ha tomado el apodo con el que algunos la llaman. 

 Justo en frente, se exponen los retratos de los hombres más altos en la escala jerárquica. Zóe todavía recuerda que, cuando era más chica y solía visitar a su abuelo en la oficina, la pared se veía más vacía, pero más imponente, con solo un retrato reluciendo en el centro, rompiendo con el claro, monótono, beige de la pintura. En él se veía una imagen seria de su rostro, con sus facciones tan duramente definidas que lo hacían parecer severo, hasta el punto en que ella creía que, si se encontrara con esa imagen en penumbras, le habría dado un buen susto. Se acuerda de habérselo comentado a su abuelo alguna vez, diciéndole que, si tuviera que diseñar una casa embrujada, esa sería la primera imagen que se vería al entrar. Sergio lo había tomado con humor, como a todo, como siempre, y hasta le dibujó colmillos de vampiro el halloween siguiente para hacerle una broma. 

 Años más tarde, con la celebración de los treinta años de la financiera, y en base a los cambios de estructura que se fueron dando en el organigrama, Sergio decidió compartir su privilegiado puesto y cambiar el mural a la imagen que puede verse hoy. Las paredes, blancas y limpias, albergan tres retratos de igual investidura. Dejando atrás la seriedad y reverencia del cuadro anterior, se puede ver a los tres hombres sonriendo, cada uno a su manera, en lo que ella cree es un fiel reflejo de sus personalidades. Pablo tiene sus comisuras apenas elevadas, en una mueca que pretende demostrar convicción, pero en la práctica se ve un poco tímida. Ella sabe que no está muy acostumbrado a sacarse fotos, que la cámara lo hace sentir cohibido y nunca sabe qué cara poner. Ha escuchado la anécdota de que al fotógrafo le costó bastante trabajo sacarle una sonrisa.

  Luego, en el otro extremo, está Fernando, con su expresión de seguridad, su mirada cargada de confianza y su sonrisa, que por más que lo intente, no puede ver de otra manera más que presumida. Ni siquiera se detiene a mirarlo demasiado, el mural debería ser el emblema del orgullo de la empresa, y él sigue estando allí colgado como si mereciera ese lugar. Su mamá le comentó la idea de sacarlo, pero ella no cree que haga la diferencia. Bajar un cuadro no cambia la historia, y en realidad, hay algunas que deben ser contadas como una constante memoria, para evitar que se repitan, para no dejarlas suceder.

 Y por último, en medio de las dos, se expone su foto favorita. Un Sergio cuya alegría brilla en sus ojos verdes, con una sonrisa ancha, mostrando sus dientes. Se pregunta si algo detrás de cámara lo estaba haciendo reír, porque luce como si estuviera a punto de soltar una carcajada, ruidosa como las suyas, capaz de contagiar a cualquiera, tal y como ella se encuentra sonriendo al verla. La imagen le transmite una alegría inefable, y suele acudir a ella cuando necesita de su buen humor incansable, de la más sincera de sus sonrisas.

 Alguien transita por el pasillo, y como tantas otras veces al día, no es una excentricidad. Zóe voltea a ver, por inercia, pero la escena que ven sus ojos es un tanto peculiar. Una caja se aproxima caminando sola. O no, por supuesto que no, hay una persona cargándola detrás, pero por las dimensiones, bastante grandes, de la pieza de cartón, parece como si literalmente le hubieran crecido piernas y se estuviera moviendo por sus propios medios.

—¿Necesitás ayuda? —pregunta, divertida con la cómica imagen.

 La persona deja la caja en el suelo, destapando su rostro, revelando su identidad. A ella no le importa si la forma en que sus expresiones se endurecen es demasiado evidente.

Para quien quiera abrir los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora