Capítulo 21 "Francia"

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 Con un bufido de protesta, Zóe queda cuarta en la carrera de mario kart que estaba jugando, lo que no habría pasado si no se hubiera chocado accidentalmente en la recta final, perdiendo el aclamado primer puesto. Está a punto de iniciar una nueva partida para levantar su orgullo, cuando Sara se sienta a su lado, con un par de bowls llenos de pochoclos que recién termina de calentar en el microondas. Un gesto inusual viniendo de su parte, siendo que incluso los ha separado, sabiendo que ella los prefiere dulces, pero a Zóe siempre le han gustado salados; del que no se queja en absoluto, piensa mientras toma un puñado. Luego se inclina hacia la mesa ratona, y toma el otro control que poseen, ofreciéndoselo a su melliza.

—¿Jugás?

 Sara baja la vista al mando con una sonrisa desafiante en los labios.

—Si estás dispuesta a perder —advierte, aceptando la partida.

 Ella espera que elija su personaje, quien como de costumbre fue directo a la princesa, y le da la ventaja de escoger la pista. Después de alguna que otra discusión —porque Zóe de ninguna manera va a competir en la senda arco iris, su hermana sabe que la detesta, y no le importa tener que soportarla llamándola miedosa—, empiezan el juego.

—Me gusta tu collar —comenta, como al pasar, como si no lo hubiese estado observando desde que notó la "F" colgando de su cuello— ¿Es nuevo?

 No va a caer en la trampa, en ninguna de ellas. Mirar en dirección al collar para aceptar el halago, lo que haría si no estuviese concentrada en la pantalla, sería una ingenua forma de desviarse del camino y perder sus segundos de ventaja. Por otro lado, si contestara que sí, que el collar es nuevo, podría estar implicando que ha visto a Fernando después de esa noche, lo que levantaría una alerta parcialmente falsa y completamente innecesaria.

—No, lo tengo desde hace un tiempo, pero nunca lo había usado. Y gracias —agrega—, yo también pienso que es lindo.

 El ambiente se tensiona en un prolongado silencio, en el que Sara sólo se preocupa por ganar, y Zóe trata de encontrar las palabras, y la audacia, para hacerle una nueva y mucho más directa, pregunta.

—¿La F es por...?

—Francia —contesta con naturalidad, como si estuviese diciendo la verdad, a pesar del incuestionable sarcasmo en su tono—. Es un hermoso país, ¿no?

 Zóe no va a desistir, por más de que su hermana intente evadir el tema, y si para referirse a Fernando deberá hacerlo bajo la metáfora de una nación europea, está dispuesta a hacerlo.

—Supongo que sí, aunque hace mucho tiempo que no lo visito. ¿Vos?

 Sara comprende al instante que su hermana está jugando a más que sólo play station.

—También, la última vez estaba con mamá y papá. Sabés que no volví a ir desde esa noche.

—¿Por qué no?

 Su melliza supone que, si estuviesen viéndose cara a cara, su expresión sería suficiente para darle una respuesta a semejante interrogante. Sin embargo, y para enfatizar su mensaje, recoge un fantasma del camino y lo lanza contra ella, bloqueando parte de su visión en el juego. Zóe, por supuesto, se queja de su actitud, y la hace pactar que a partir de ese momento ya no es válido arrojarse objetos entre ellas. Sara se defiende señalando que, de todas formas, se lo merecía por su tan estúpida pregunta, como si no supiera que Pablo tiene encima de ella más ojos de los que posee. Su hermana no lo dice en voz alta, pero la cree capaz de ingeniárselas para poder seguir viéndolo a escondidas —¿No es, de hecho, lo que había estado haciendo todo este tiempo?—, y si ella pudiera escucharla, probablemente coincidiría. No es su propia indecisión, ni su falta de iniciativa, lo que la está privando de reunirse con él.

Para quien quiera abrir los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora