Capítulo 10 "Como sumar dos más dos"

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 Zóe no puede dormir. Ha estado dando vueltas en la cama desde que se acostó en ella, buscando una posición lo suficientemente cómoda como para encontrar la calma y conciliar el sueño. Sin embargo, sabe que su imposibilidad de dormir no se debe a su incomodidad física, sino a la abrumadora sensación que permanece oprimiendo su pecho, la que sabe que no se irá a ninguna parte a menos que se quite las sábanas de encima, se calce sus pantuflas y camine hacia la habitación de su hermana. Supone, por el rayo de luz que penetra por la hendija de la puerta, que Sara tampoco se ha dormido todavía. La imagina sentada en su cama usando su celular, a pesar de que no ha estado en línea en whatsapp desde hace 30 minutos —33, para ser exacta, lo acaba de corroborar—, quizás revisando sus redes sociales, quizás mirando videos de ese canal de youtube que, según le comentó hace unos días, se ha vuelto su favorito. Se imagina a sí misma interrumpiéndola, sentándose a su lado y sacando, por fin, de su boca las explicaciones que no puede seguir guardándose. Se imagina posibles contestaciones, formas en que su melliza podría defenderse, o atacarla, envuelta en una discusión construida únicamente a partir de figuraciones suyas y argumentos propios, porque tiene muy en claro sus razones personales, pero desconoce la lógica detrás de las de Sara. Y lo cierto es que podría pasarse toda la noche preguntándose qué es lo que ella piensa, con pocas probabilidades de adivinarlo, o podría sacarse las sábanas de encima, calzarse las pantuflas, y caminar hacia la habitación de su hermana.

Sara levanta la vista cuando oye pasos que se aproximan a su puerta. Sin embargo, cuando ve de quien se trata, baja la mirada a la revista que está leyendo, sin siquiera hacer una mueca, sin demostrar ninguna expresión en su rostro que permita deducir más allá de su fría indiferencia.

—¿Podemos hablar, Sara?

 Al no recibir ni un mínimo gesto como respuesta, Zóe suspira. Sin pedir permiso, aunque sabe que, de haberlo hecho, su hermana habría permanecido en escéptico silencio, ella entra en la habitación y se sienta a los pies de la cama. Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver la revista que Sara está leyendo. Es viejísima, de hace unos cuatro o cinco años atrás, cuando el cantante del que ambas estaban enamoradas apenas comenzaba a ser reconocido, lo que dice en el encabezado de la tapa, junto a montones de corazones que ellas dibujaron en su foto. Ese artista en particular marcó una etapa muy especial en su vida. A pesar de la cercanía que el hecho de ser mellizas aparentemente les confiere, ellas siempre han sido muy independientes la una de la otra, teniendo grupos de amigas diferentes, intereses que ni siquiera se asemejan, pasatiempos que no coinciden. Hasta el punto en que su mamá creyó necesario recurrir a asistencia profesional para plantear su inquietud: "¿Es normal que las mellizas no se porten como mellizas?". La respuesta fue un sí, acompañada por la lógica explicación de que cada una de ellas es su propia persona, y que no tienen, ni deben, imitarse o igualarse, lo que sin lugar a dudas arruinó la ilusión de Victoria de vestirlas a juego toda su infancia. Sin embargo, habiendo tantos aspectos en los que difieren, la fanática obsesión por el chico de cabello castaño cuyas canciones eran transmitidas en todas las estaciones de radio fue de las únicas aficiones que han compartido. Incluso cumplieron su sueño de conocerlo e ir a su concierto juntas, un momento congelado en una foto que ambas atesoran —a pesar de que la imagen está guardada en un cajón bajo llave, muy lejos de donde alguien pueda verla. Es vergonzoso, después de todo, ver las lágrimas en sus rostros, además del exagerado merchandising que portaban; tener la remera, la pulsera, el llavero, la credencial y una vincha mal atada en sus cabezas era más que suficiente—. Sabe que Sara lo recuerda también, pero ella debe estar demasiado enojada como para mencionarlo.

—Yo sé que lo que dijo papá antes puede haberte hecho creer que yo tuve algo que ver, pero quiero explicarte que...

—No me interesa nada de lo que tengas para decirme —interrumpe, pasando la página.

Para quien quiera abrir los ojosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon