Capítulo 44 "No te dije toda la verdad"

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 Olivia suele pasar de largo cada vez que pasa junto a la sala de fotocopiadoras, y rara vez entra; tiene a quien pedirle que haga las copias por ella. Sin embargo, lo que la hace detenerse en el medio de su camino no es una parada técnica, sino un sollozo. La puerta está apenas entreabierta, dejando una línea delgada de visión hacia las máquinas, el archivador, y la pared. Cuando gira la cabeza un poco más, alcanza a ver la punta de un zapato que pareciera no estar en un pie, y un mechón de cabello colorado, que a primera vista le resulta reconocible. Piensa que no es su problema, ni su ámbito de preocupación, que no son siquiera cercanas, que no tiene el deber de entrometerse, y se aparta de la puerta como si fuera a dar media vuelta y seguir, pero entonces la escucha.

—Ya te vi —dice, de una manera que la hace sentir expuesta por haber echado un vistazo.

 No es agresivo, tampoco, no está más que señalando un hecho. Y podría rechazarla, fingir que no la escuchó y simplemente seguir con su día, como si no se hubiera dado cuenta de que ha estado llorando, como si no supiera que ella también podría haberla ignorado y no decir nada, y que, si no lo hizo, fue por una razón. Pero su sororidad está puesta en el lugar correcto, y sin pensarlo demasiado, entra a la sala. Ella sí cierra la puerta.

 Tatiana está sentada en el piso, sus zapatos a un lado de sus pies descalzos, su pelo más desalineado; en el suelo, una botella de vino tinto y una copa en su mano. El vaso está medio vacío, y no es sólo una forma de ver las cosas. 

—¿Estás bien?

 Ella levanta la mirada, y la copa, en su dirección.

—¿Tomás?

 Todas las noches, sentada en su sillón, mientras contempla la vida e intenta buscar soluciones a problemas que todavía no ha conseguido tener —lo que quizás, es el problema más grande de todos. Un martes a las dos de la tarde no es precisamente su escena, pero no suele decirle que no al vino. No se trata de ello, en realidad, no es por la bebida que se sienta a su lado y pretende no mirar demasiado el negro del maquillaje que se ha corrido hacia sus ojeras, ni lo rojo de sus ojos. No está ebria todavía, a pesar de que parpadea lentamente y su respiración sale entrecortada. Pero parece querer estarlo cuando se lleva la botella a la boca y toma, como si el alcohol fuese a llenar un vacío que no ha podido con nada más. 

—Va a estar todo bien —murmura.

 La mira, escéptica, con la ceja levantada y una expresión desesperanzada. 

—No podés saber eso. Ni siquiera sabés qué está mal.

—No necesito saberlo, estoy segura de que sos una mujer fuerte, y sea lo que sea que esté golpeando ahora, vas a poder salir adelante.

 Sonríe, apenas, una triste mueca que sólo eleva un poco las comisuras de su boca.

—Mi mamá era una mujer fuerte, o eso nos hizo creer, siempre con una sonrisa aunque fuera obvio que no estaba bien. Lástima que se murió.

 Olivia no sabe cómo reaccionar a ello, a la forma casi despectiva en que se refiere a la muerte de su propia madre. Sólo dice lo primero que diría en cualquier otra situación semejante.

—Lo lamento mucho.

—Pasaron ya varios años —comenta, lo hace sonar como poca cosa, y en el fondo de la oración, en su tono cuando se eleva, se puede sentir el dolor, y el resentimiento—, fue un accidente, en un viaje. Se estaba yendo a Europa, pero no nos había dicho nada a mi papá ni a mí. No nos enteramos que estaba en ese avión hasta que se cayó.

—No tenía idea, debe haber sido una tragedia.

—Lo fue, en todo sentido. Sentíamos que el mundo se nos venía abajo. Pero tuvimos suerte, salimos adelante como pudimos. Sergio nos hizo un favor enorme al guardarme el trabajo de mi mamá.

Para quien quiera abrir los ojosWhere stories live. Discover now