Capítulo 31 "Casa, es donde está el corazón"

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 Cuando Pablo echa un vistazo adentro de la oficina, Olivia está parada de espaldas a él, con ambas manos apoyadas sobre la mesa auxiliar que tiene detrás de su escritorio. Su postura denota absoluta concentración, la que él no se atreve a interrumpir, ni siquiera para romper el silencio en un saludo que dé a conocer su presencia. Sólo camina hasta llegar a ella y descubrir, con cierto asombro, cual es el enfoque de su atención. Un rompecabezas, a medio armar, que a pesar de que tiene muchas piezas dispersas, pueden distinguirse algunas imágenes ya completas; taxis al pasar, carteleras de cine, teatro y publicidad, caracterizando el ambiente de la ciudad que nunca duerme, en una pintura de Time Square con sus luces, su vida, y su máximo esplendor. Ella levanta la pieza que tiene en su mano, examinando los espacios vacíos que podría rellenar, en lo que ha fallado tres veces ya, quizás sea por lo mucho que se parecen las partes que forman el cielo estrellado, pintadas en tonos violáceos, o porque está demasiado cansada para exigirle a su cabeza pensar un poco más. Los últimos días han sido realmente fatigantes, con muchas frustraciones, números que no cierran, y más preguntas que respuestas. Entre descansos, necesita distenderse, y a pesar de que un rompecabezas requiere tener despiertas sus neuronas, ver como el desorden de piezas se va acomodando en perfecto equilibrio logra relajarla. Cuando puede lograrlo, claro.

Pablo, que no tiene la maliciosa intención de entrometerse, sino de ayudarla, señala un espacio vacío en el tablero. Ella lo mira con descreimiento, ya habiendo intentado encastrarla en ese lugar, pero no desiste en probar otra vez, sorprendiéndose al ver que justo ese, frente a sus ojos todo el tiempo, era el indicado. Olivia hace una mueca.

—Me parece que hoy algo me está fallando.

—Mientras no sea la memoria —comenta, sería inconveniente que lo haya solicitado, y no recuerde para qué.

 Ella se ríe.

—Eso seguro no —dice, en lo que se acerca a su escritorio.

 Presionando una tecla, desactiva el fondo de pantalla, y aparecen en ventanas los programas con los que estaba trabajando.

—Estuve analizando las redes de Fernando, y llegué a la conclusión de que no está usando su línea de teléfono; no hizo ni una llamada desde que se fue. Supuse que no íbamos a llegar a nada por ese lado, así que se me ocurrió que podríamos dar más fácil con él, investigando a una persona con quien se podría querer comunicar. 

 Pablo frunce el ceño al preguntar por Sara, bastante disgustado con el hecho de que esa sea la primera opción que se le viene a la mente. Escucharla responder "no exactamente" es, por lo tanto, un alivio. Un click después, los parlantes reproducen un sonido, una voz que reconoce al instante.

 "Leticia." dice la inconfundible de la voz de Fernando. Lo que está diciendo, sin embargo, le causa confusión. Hasta donde creía saber, ellos terminaron en demasiados malos términos como para seguir en contacto, y si bien ya tiene bastante asumido que él nunca fue del todo honesto, quiso creer que su entera amistad no fue una farsa, sólo para no sentirse tan estúpido, tan ingenuo, ni tan engañado. Los hechos, una y otra vez, le demuestran lo contrario, y lo obligan a ver una realidad que había elegido ignorar; no conoce en absoluto al hombre que creía ser su amigo.

 El audio continúa: "Fernando" responde ella, y cae en la cuenta de que está escuchando un fragmento de una llamada "ya hice lo que acordamos, ahora te toca cumplir tu parte". El tono y la determinación que escucha en su voz no coincide con la simpatía, con la paciencia que, desde los puntos y circunstancias en que la ha visto, la han caracterizado. Hasta donde él conoce, Leticia siempre ha sido una persona sencilla y amable, de muchas palabras, pero poco carácter. En el fondo, no le sorprende tanto estar equivocado.

Para quien quiera abrir los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora