Para quien quiera abrir los ojos

Capítulo 12 "¿Te acordás qué secreto estábamos guardando?"

 Sara se encuentra distraída, perdiendo su mirada entre las nubes del cielo, y retirada de la conversación que el resto de su grupo de la facultad, sentados en ronda y compartiendo mates, está teniendo. Entre ellos, los que incluyen a tres chicas con las que tiene buena relación a pesar de que no hablan muy seguido, y un par de chicos que simplemente le caen bien, está Candelaria, quien se da cuenta de su ausencia en la charla, lo que no es para nada usual para su extrovertida personalidad.

—¿Está todo bien, S?

 Ella la mira por apenas unos segundos, que son suficientes para dirigirle una sonrisa y afirmarle que no hay ningún problema.

—¿Vas a salir con Fernando hoy?

—No —contesta, sin siquiera pensarlo dos veces, porque después de todo, es probablemente cierto.

 No le contará a Cande lo que realmente ha sucedido, todavía. No quiere escucharla decir: "Te lo dije" cuando le cuente lo mucho que su papá se enojó con ella, lo decepcionada que su mamá, e incluso Zóe, parecen estar, ni lo tensas que se han puesto las cosas en su casa. Y si llega a verse ante la inevitable necesidad de decirle que se han mudado del departamento, inventará un pretexto creíble, como que las cañerías deben ser reparadas por pérdidas. Hasta se le ocurre una anécdota, tan falsa como divertida, que podría contarle para dotar la historia del realismo del que carece.

—Podés venir con nosotras a ver una película entonces.

 Ella formula una ambigua respuesta, que no acepta ni rechaza la invitación.

—¿Qué hiciste este sábado? —se le ocurre preguntar, y esta vez sí levanta la vista para ver, además de oír, su respuesta. No está desconfiando de ella, sólo prefiere asegurarse de no tener razones para hacerlo.

—Salimos con las chicas.

—¿Azul fue con ustedes? 

—No, se quedó durmiendo.

 Sara sabe que eso no es del todo cierto, y busca la conversación que tuvo con ella en su whatsapp. La noche en que la descubrieron con Fernando —a la que ha empezado a nombrar como "la tormenta" en su mente—, a las 4:45, Azul le mandó una foto de hace algunos años, en la que se puede ver a ambas haciendo la seña de silencio, inspiradas en su serie favorita, junto con el mensaje: "¿Te acordás qué secreto estábamos guardando?". Ella no lo recuerda, motivo por el que no le contestó cuando leyó el mensaje a la mañana siguiente, ni lo ha hecho aún; hasta que lleva sus dedos al teclado para responder con un signo de interrogación, cuando una pelea que se ha formado en el centro del patio de la facultad llama la atención de todo los estudiantes.

 Hasta donde ella puede ver, un chico de cabello claro está siendo acorralado por otros tres, más grandes que él en altura —y es probable que también en fuerza—, mirándolo con una expresión que le hace creer que están riéndose de él, a pesar de que no puede escucharlos. Uno de ellos se acerca y lo rodea con su brazo por los hombros, y es difícil deducir si está conteniéndolo o dándole más razones para sentirse avergonzado. Duda que se trate de la primera opción, y de hecho lo comprueba cuando él hace un comentario en voz alta, el que hace a muchos, pero no a todos, soltar una carcajada. Sara es una de las que no se ríe, pero en lugar de atreverse a confrontarlo, decide irse sin mirar atrás, lo que la vuelve igual de cómplice.

•   •   •

 La biblioteca es una sala amplia y luminosa. Las cuatro paredes están cubiertas de estanterías repletas de diversos libros, las categorías señalizadas con pequeñas placas doradas en la parte superior de los estantes, que brillan con el reflejo natural de la única abertura al exterior: un ventanal enorme ubicado en la parte central del techo. Sara da unos pasos sobre el anticuado piso de baldosas, pero se detiene al sentir la inquisitiva mirada, detrás de gruesos cristales con aumento, que la bibliotecaria le dirige al verla entrar. Ella sonríe, pidiendo permiso, el que la mujer parece conceder con un distante asentimiento de cabeza.