33.- ¡dulce sonrojo!

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recuerden que este capituló ya empezó en nuestra línea de tiempo actual, el capítulo pasado era una retrospectiva del recuerdo de pucca.

recuerden que este capituló ya empezó en nuestra línea de tiempo actual, el capítulo pasado era una retrospectiva del recuerdo de pucca

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—¿princesa? – volvió a interrogar el magnate. Mientras ella solo se limitó a perderse en el profundo mar azul que él tenía por mirada. Movió su cabeza de un lado al otro, examinado detalladamente el rostro de ella, quien viéndose interrumpida, dio un paso atrás sin soltar la corbata. Tobe bajo sus manos al ver que Pucca había vuelto a la realidad.

Acomodo la corbata de una manera impecable y le regalo una sonrisa cálida a Tobe. Quien, complacido por el excelente servicio, estampo sus labios en los de su novia. El dulce sabor que de ellos había probado, provocaba una extraña sensación en su cuerpo, su piel se erizó de solo pensar que podrá probarlos cuando él quiera.

El dulce e inocente beso, comenzó a tornarse más apasionado, él la estrechó por sus caderas, pegando más a su cuerpo. Un pequeño gemido se escapó de la boca de Pucca, lo que a los oídos de Tobe, sonó muy excitante. Se despegaron por la falta de oxígeno, él depositó un beso en la frente de la chica y pego su frente en la de ella, mientras él serraba los ojos.

Un suspiro pesado fue lanzado por Tobe, mientras mantenía su pose. —no provoques a esta bestia... ni siquiera yo sé cuánto tiempo más pueda contenerla— la seductora y pasiva voz de Tobe, sonaba necesitada de toda clase de atenciones, mientras él, la pegaba más a su pecho.

Pucca retrocedió rápidamente, dándole un leve empujón a Tobe —no lo volveré a hacer— dicho esto, ella salió corriendo de la habitación. Él esbozó una sonrisa divertida al verla reaccionar de ese modo, mientras terminaba de abrochar los botones de su saco, permaneciendo aún en la habitación, camino a donde ambos niños se encontraban y se cercioró de que estuvieran respirando con normalidad.

—¡hasta luego pequeños!— se agachó levemente en la cuna y se despidió dándoles una suave caricia a ambos bebes en sus cabecitas —prometo apurarme en la oficina, para regresar con ustedes y su madre, lo antes posible...


—¡dios, dios, dios!—se repitió Pucca mentalmente fuera de la habitación una y otra vez. —ese hombre quiere matarme— con lo que había pasado hasta el necesario desayuno se le había olvidado.

«No provoques a esta bestia... ni siquiera yo sé cuánto tiempo más pueda contenerla»

—¡eres un tonto Tobe!—el rostro de Pucca estaba completamente rojo por la vergüenza que el joven le había provocado. Lo peor de todo era recordar la parte en la que la apretó tan fuerte contra el cuerpo de él que, era inevitable no sentirse alarmada, por el bulto que choco directamente contra su vientre. Sin querer había sentido la fuerte erección del magnate chocar contra su cuerpo. Echo, que la hizo salir de la habitación, sabía que las palabras de Tobe, no eran solo una frase al asar, más bien eran una clara advertencia.

—¡mi señora!, ¿espero que no tarde mucho?, le recuerdo que el tiempo es prioridad y hay demasiadas cosas que enseñarle—la señora Yu sonaba estricta.

—no... claro que no—logro articular, en un intento vano de excusa. Caminaron así hasta la sala de la casa.

—¡bien!— aplaudió y una joven se acercó a darle una enciclopedia —empecemos con las clases de postura—se acercó a ella y le puso una gran enciclopedia en la cabeza. —la elegancia con la que su postura se luzca, definirá, de gran manera, su posible valor como una digna y educada representé de una familia tan noble como lo son los Yong... No deje que el libro caiga de su cabeza, por favor. —nuestra gran señora que en paz descanse, tenía la agilidad de una gacela y la delicada gracia de una mariposa al caminar

Pucca suspiro y obedeció, puso la enciclopedia en su cabeza y comenzó a caminar muy lentamente para que el pesado libro no callera.

—dígame que lo estoy haciendo bien—la señora Yu negó un par de veces con su cabeza, aquello estaba mal, pero al menos el equilibrio en su cabeza era bueno.

—tiene que caminar normal, joven señora, no lento, no rápido, camine a su ritmo normal—Pucca suspiro mientras apretaba un poco más su paso, lo que la desconcentró, e hizo que el libro callera, provocando un gran estruendo —no se rinda joven ama, recuerde que el joven amo la necesita. No podemos conformarnos solo con que consiga la gracia de un flamenco— dicho esto, Pucca acomodo el libro de nuevo en su lugar y camino con normalidad, hasta que dio varias vueltas por la estancia sin que el libro callera.

—¡muy bien ama!, está progresando rápido— la elogio complacida, la señora Yu. Si la joven señora continuaba así, sería más fácil su aprendizaje el resto de días.-practique un poco en los tiempos libres que tenga.

Por su parte aquel comentario, hizo sentir a la azabache más segura de lo que se sentía, pues sus pensamientos mantenían instalada la preocupación de no ser lo suficiente, por no estar a la altura de lo que la familia Yong necesitaba. Para su suerte esta preocupación, fue opacada por las palabras de la Sra.

—¡ahora toca... que te acostumbres a los tacones!— musito él tras su espalda, y cerca de su oído. La sensible piel de la azabache en su cuello, se erizó de manera alarmante, tras sentir el cálido aliento del magnate chocando con esa parte de su cuerpo, aunado a esto, el escuchar la forma tan sensual en la que su voz de Tobe sonó. Hizo que aquella sensación recorriera rápidamente su espina dorsal, provocándole un leve cosquilleo en la parte baja de su vientre.

Este hecho interrumpió su excelente equilibrio y concentración, llevándose su seguridad recién adquirida al suelo, provocando que el pesado libro callera de nuevo. El tomo rápidamente el libro, antes de que tocara el piso.

—¡To...tobe!, ¡no hagas eso! — gimió nerviosa por la cercanía del magnate. Con solo recordar lo que momentos atrás había pasado. Sus mejillas se tornaron rosadas, echo que no pasó desapercibido para él.

Tobe sonrió por lo que acababa de provocar en ella, jamás se imaginó verla en aquella situación y no pudo evitar sentirse bien al verla en ese estado ruborizado y nervioso. Simplemente, verla así era algo muy dulce y provocaba a su propio demonio interior. Quería comérsela de un solo bocado, su autocontrol estaba por las nubes y no lo ayudaría demasiado.

Acomodo su corbata, disimulando su propia excitación, mientras tragaba grueso —me voy a trabajar princesa— no podía abrazarla.

—¡con... cuidado!—expreso, aún nerviosa y con el tinte carmesí aún en su rostro.

—¿Qué modo de despedir al Sr. Es ese, mi Sra.? —Intervino la Sra. Yu. Una pareja de esposo debe despedirse como las costumbres lo indican.

—la señora Yu tiene razón hermosa— esbozo una sonrisa divertida —¿Cómo despides asi a tu esposo? Giño un ojo, acercándose a ella.

Resignada y con la cara completamente colorada, lo abrazo, dándole la oportunidad a el de acercarla a su cuerpo, lo que la puso más sonrojada y sin permiso, Tobe se apoderó de nuevo de los dulces labios, lo que no le ayudo en nada a Pucca.

Se separó de ella y de nuevo sonrió, ambos caminaron a la entrada principal y pucca se detuvo justo en la puerta. —que te vaya bien cariño— se acercó y levanto de puntillas, alcanzando la mejilla de Tobe.

—no era necesario que lo hicieras— habló bajó para que solo la azabache lo escuchara, esto la dejo mal y a la señora Yu sonriendo en complicidad con el magnate.

Tobe sonrió y antes de salir dio una última mirada a Pucca, que solo se tapaba la cara para que nadie viera su estado —nana Yu, cuida bien de mi esposa e hijos— ordeno y la señora solo sonrió dando un sentimiento.

—¡suerte con tu tutoría!— fue todo lo que dijo saliendo del lugar...



¿¡Mi Decisión!?Where stories live. Discover now