42- Tobe y Stephanie.

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—¡espere ama pucca es peligroso! —escuche a Hatzu gritar detrás de mí muy tenuemente, pues el rugido del motor no me permitía escuchar con claridad

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—¡espere ama pucca es peligroso! —escuche a Hatzu gritar detrás de mí muy tenuemente, pues el rugido del motor no me permitía escuchar con claridad. Corrí con dificultad tratando de alcanzar a Tobe, mientras la adrenalina del momento borraba el dolor en mis rodillas.

El fuerte viento, el polvo y algunas piedras, que se levantaron por la fuerza de las hélices del helicóptero golpearon de lleno contra mi rostro, lo que me provoco detenerme, pues hasta mi cabello llegaba a estorbar sobre mi vista. esperaba que el me viera y se detuviera por mí.

—¡TOBE! ¡ESPERAME!— grité lo más fuerte posible, desgarrándome la garganta en el proceso, en un intento infructuoso por detenerlo. Lo último que alcance a ver fue que el helicóptero se alejaba.

—¡No! ¡No! ¡No pude alcanzarlo!—hablé para mí misma, lamentando lo que había hecho antes, mientras se alejaba aún más y se volvían un pequeño punto en el espacio. Me sentí muy patética, pareada en medio de aquella pista.

—¡ama pucca!, ¿se encuentra bien?— me pregunto Hatzu al alcanzarme. El escozor en mis rodillas no ayudaba y las punzadas en las heridas de mis manos tampoco.

—¡sí!—respondí sin ganas, solo quería tirarme a llorar, ¿Cuándo dejaría de ser una chica inmadura? O ¿era alguna clase de venganza en contra de un hombre? Si Garu que decía amarme me lastimo profundamente, ahora yo hacía lo mismo.

No, no se trataba de eso, pero no podía negar pensar en ello, más bien era ser masoquista y lastimarme por alguien quien no me amo y jamás demostró lo contrario, pero lastimar a Tobe, a estas alturas de todo lo que hemos pasado juntos, es como un pecado y no solo yo lo pensaba. Las miradas de Hatzu y la gente que se hallaban a mi alrededor también me hacían sentir, del mismo modo, culpable. Dañar a su amado jefe, era como escupirle al cielo y negar que dios existe.

—vallamos a la mansión, mi señora—sugirió el chofer, mostrando su descontento y lo entendía en su totalidad, pues yo me sentía del mismo modo hacia mi persona. Yo solo asentí y caminamos de regreso a la camioneta, subí y me puse el cinturón, partiendo así de vuelta...


—¡jefe! Hemos entrado al espacio aéreo de la isla de Sooga, en 3 minutos aterrizaremos— me hablo el piloto, yo solo asentí y observe la vista aérea.

Me sentía absurdamente tonto, por reaccionar tan mal al rechazo de Pucca, era más que obvio que ella me agradecía el tiempo en el que la he cuidado con dedicación, solo eso era, una deuda que ella había adquirido conmigo, nada más y nada menos que eso.

—¡tks!—chasquee mi lengua en molestia, mientras me quitaba los cascos de los oídos y apagaba el micrófono —¿Qué idiota?— hable para mí mismo, dejando que mi cuerpo se sumiera en el respaldo mullido del asiento. Y no solo eso, sentía que quería sumirme en la maldita miseria. Era despreciable y un maldito idiota ¿Qué puede esperar alguien como yo del amor? ¿Qué puede esperar una persona arrogante?

¿¡Mi Decisión!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora