Celeste es una chica que desde los 15 años tuvo que aprender a defenderse sola, ella ha tenido una vida dura, es hermosa, inteligente y fuerte, vive sola y tiene una mejor amiga que ha estado en todo con ella, ayudándola y apoyándola. Su nombre repr...
Llego a mi apartamento, abriendo la puerta y cerrándola detras de mi. Me recuesto en la puerta suspirando, hoy ha sido un día muy agitado, y demasiado emocional, ya descubrí que Caín no es fuerte, no tiene fuerza de voluntad cuando de mi se trata.
—Pense que llegarías mas temprano —me sobresalto al escuchar una voz, y por instinto doy un paso atrás, hasta que veo a una rubia aparecer frente a mi.
—April... Cada que vienes me haces sufrir mini infartos —le digo— ¿Podrias avisar cuando vengas?.
—¿Para que?, eso le quita la emoción —se rie— ¿Como te sientes.
—Pues... Bien, como siempre —digo caminando a la cocina.
—¿Porque tienes las manos vendadas?.
—Me encontré con Esther —abre su boca, y corre hasta estar frente a mi.
—¿Que hiciste Celeste? —levanto mi ceja, no se si es porque uso mi nombre completo, o porque hay temor en su voz.
—No le hice nada —respondo— solo me desahogue con la corteza de un árbol, aunque ganas de matarla a golpes no me faltaron.
Parece relajarse, y se sienta tranquila, mientras me examina.
—¿Como te sentiste al visitar la tumba de Claris?.
—Pues, al principio me costo, pero luego sentí una paz al estar allí, y al mismo tiempo el vacío de su ausencia —me levanto tomando un paquete de cheetos del cajón— justo allí, apareció Esther con Bianca.
—¿Como esta ella? —me pregunta.
—Bien, aunque la vi deprimida, vacía, no me extraña que se sienta asi, viviendo con esa demente —vuelvo a sentarme frente a April.
—¿Porque no pides su custodia?, eres su hermana mayor, tienes dinero suficiente para mantenerla al menos hasta que sea mayor de edad, y ella se vendría contigo sin rechistar.
—Conoces mi situación, April, jamas me darían la custodia de Bianca, mis expedientes hablan por si solos, no le entregarán una adolescente de 17 años, a una chica de 20 años con un extenso pasado de violencia.
No responde, y se queda pensando mientras mira a la nada.
—¿Le sigues enviando dinero?.
—Todas las semanas, no se como ha logrado que Esther no se de cuenta.
—No me has dicho que te dijo esa mujer —reclama.
—Lo de siempre, que no me acerque a Bianca, que no tengo derecho a visitar la tumba de mi abuela, y que se arrepiente de haberme dado la vida —contesto.
