CAPÍTULO 50

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Tres contra una

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Tres contra una

April sale de la habitación, dejándome sola. Puedo decir que respiro en paz, por el echo de que ella está bien, y lo demás la verdad es que no me importa mucho. Por lo que cuando escucho las diferentes voces acercándose, no me preocupo en lo absoluto.

La puerta se abre, y el primero en entrar es un castaño de ojos azules, el cuál sólo se para cerca de la puerta, recostándose en la pared, mientras otros dos pelinegros entran, seguidos de la enfermera de hace un momento.

—La paciente no se puede alterar, eso sólo retrasaría su recuperación, no puede hacer ningún movimiento brusco —indica la enfermera, y sale dejándome a mi sola con tres hombres que me duplican en tamaño.

Tres hombres, más grandes que yo, más fuertes que yo, y que parece que quieren asesinarse, y asesinarme a mi. Los miro a todos, esperando que me digan algo.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Drake, rompiendo el silencio.

—Bien, ¿o es que estás ciego y no la vez? —dice Albert con un tono venenoso.

—Me siento bien, me duele el brazo pero pronto se me pasará —respondo a Drake, ignorando a Albert.

El se acerca a la cama, y Caín no pierde detalle de ninguno de sus movimientos. Se sienta en la silla de un lado, y sonríe.

—Me encargué de todo, April tiene seguridad, y Bi también —se que dice el diminutivo de Bianca porque están Caín y Albert presentes.

—Gracias —le digo.

—¿Y yo estoy pintado en la pared, o que barbie? —la voz cargada de ira, me hace mirarlo.

—No estás pintado en ningún lado, simplemente estoy agradeciendo que proteja a April, nada más —digo, mirándolo.

—¿Me quieres explicar quienes son estos dos malditos? —pregunta, señalando a ambos pelinegros.

—A ver imbécil —lo enfrenta Albert, y Caín se voltea, mirándolo con las manos en los bolsillos— ¿a quién estás llamando maldito?

—Púes, fíjate que ahora mismo lo tengo frente a mi —contesta en tono retante.

—Yo veo dos todos los días —dice Drake, y ambos hombres lo voltean a ver— ¿Qué? ¿Quién dijo que eran ustedes?

—A ver, ¿qué les pasa ustedes tres? —pregunto, y los tres me miran— o sea, sólo vinieron a joderme la maldita existencia, y ver el estado deplorable que tengo gracias a un balazo en el brazo, ¿no se les ofrece nada más?

Caín suspira, le da una ultima mirada a Albert y se acerca al pié de mi cama, apoya sus manos en el metal y me mira a los ojos. Tiene una expresión cansada, parece frustrado, molesto, obstinado, todas las emociones son visibles en sus ojos grises.

RESERVADA~TMD: 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora