CAPÍTULO 31

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Una gala

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Una gala

Al llegar al apartamento, por alguna razón me siento mas tranquila que cuando me fui, se que los hombres de Albert no volverán a meterse con Ariana, el sabe que mis amenazas no son en vano, y además, que este enamorado de mi es una gran ventaja.


Me desvisto colocándome una pijama cómoda, debo pensar en que usare en esa famosa gala, quiero conocer al padre de Caín y Abel, no se si abran familiares de ellos, pero en cualquier caso quiero averiguar lo mas que pueda, aunque la información sobre ellos esta casi completa, yo me voy mas por ver relaciones sentimentales.

Me duermo pensando en eso. Y cuando despierto ya es tarde, me visto corriendo sin ni siquiera ducharme o peinarme, y tomo la mochila corriendo mientras bajo las escaleras, llego al estacionamiento y salgo disparada en la motocicleta, tenia mucho tiempo sin dormir así.

De seguro ya la campana sonó, y ya están todos en clases. Llego a la universidad y subo corriendo, al llegar al salón la puerta esta cerrada, toco y respiro con pesadez mientras mis pulmones piden un poco de aire. Abren la puerta y la profesora me mira con decepción.

—Señorita Adams, ¿Sabe usted que la clase comenzó hace 20 minutos? —pregunta con esa voz chillona suya.

—Claro... Que... Lo se pero... Se me... hizo tarde —digo entrecortadamente.

La mujer de anteojos me mira por un rato, hasta que abre la puerta por completo invitándome a pasar.

—La próxima vez que llegue tarde no entrara a mi clase —dice, y ruedo los ojos a sus espaldas— a esto —volteo y la miro ofendida, me dijo "esto"— se refiere la directora con que no parecen estudiantes de derecho, por eso tienen nuevas reglas que de no ser cumplidas se les bajara la nota final considerablemente.

Entro caminando con pereza, ya corrí lo suficiente por hoy, y creo que ni siquiera cepille mi boca. Tomo nota de hacerlo cuando salga a la hora del almuerzo. Mientras la profesora escribe en la pizarra yo saco un pequeño espejo para mirarme, y Dios mio parezco un espanta pájaros de verdad.

Miro hacia atrás, y un castaño de ojos azules tiene la mano en su boca aguantando la risa, le sacó mi dedo medio he intento arreglar la maraña de cabello que tengo. Miro a mi lado y el lugar esta vacío, como si fuera casualidad divina, tocan la puerta y la profesora se acerca con sus tacones resonando en el suelo. Abre, y veo a una pelirroja con las mejillas sonrojadas y la respiración agitada.

—Señorita Anderson, ¿Acaso usted y la señorita Adams se pusieron de acuerdo para llegar tarde? —le pregunta. Y miro a otro lado para no insultar a esta vieja.

—Lo... Siento es que... Mi auto se averió a mitad del camino —le dice, parece que también vino corriendo.

—Pues yo lo siento, pero han pasado mas de veinte minutos desde que empezamos, no podrá entrar a mi clase.

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