CAPÍTULO 70

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¿Será el final?

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¿Será el final?

Santiago se llevó a Adrién, luego de que éste terminara tan borracho, que no podía siquiera caminar. Deben ser al menos las siete de la mañana, y Ariana aún está tendida en el sillón individual, y no emite ninguna señal de vida, al menos no que yo haiga notado.

Miro a Bianca, que camina a mi lado ayudándome a caminar por el pasillo, para poder llegar a mi habitación. Abre la puerta, y me deja caer en la cama, intentando acomodarme para poder estar cómoda. Ella me quita los zapatos, mientras yo siento que el sueño me vence cada vez más.

—¿Qué se supone que debo hacer con Ariana? —me pregunta.

—No se, si se llega a despertar, dile que no me espere, que se vaya.

Contesto arrastrando las palabras, soltando un bostezo, y dejando caer mi cabeza sobre la almohada. Tomo la cobija, y me arropo completamente con ella, para luego cerrar mis ojos, y caer en un profundo sueño.

Despierto con la luz del sol pegandome en el rostro, y escuchando ruidos que provienen de la cocina. Me estiro en mi cama, y miro la hora en el reloj de la pared. Son las cinco de la tarde, lo que significa, que el sol que me está molestando, es el del atardecer.

Me levanto lentamente, sintiendo el incipiente dolor de cabeza, propio de la resaca. Camino con mis pies descalzos sobre la cerámica fría, frotando mis ojos con la palma de mis manos, he intentando no hacer ningún movimiento brusco, para que el dolor no se intensifique.

Camino por el pasillo, atravesando la sala, para luego entrar a la cocina, y ver a la castaña que se esmera, haciendo lo que a mi parecer, es una hamburguesa cacera.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta en cuanto me ve.

—Pues bien, aunque tengo un dolor de cabeza que me está matando —digo en voz baja.

Ella se voltea, y busca algo sobre el refrigerador, para luego tomar una pastilla, y servir un vaso con agua. Me lo extiende, y se lo aceptó, tomandome la medicina.

—Es por la resaca, cuando comas te sentirás mejor, no has probado bocado en todo el día.

Me siento en uno de los taburetes, apoyando mi frente en el mármol frío de la isla del mesón, mientras escucho como Bianca se mueve de aquí para allá, preparando cosas.

—Ariana despertó a medio día —me dice— y se fue corriendo, porque tenía que cuidar a sus hermanos menores.

—¿No dijo nada más? —pregunto con desgano.

—Solo que la llamaras en cuanto te despertaras.

Termina de hacer la comida, y sirve dos platos, sentándose frente a mi. Me ofrece jugo de mora que ella misma hizo, y comemos en silencio. Al terminar es ella quien lava los platos, y organiza toda la cocina, para luego salir a la sala, y encender el televisor.

RESERVADA~TMD: 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora