4. EN ESTE BANCO NO

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Aunque estaba dolida, me había decidido a volver a hablar con él y a verle de nuevo para intentar no perder una de las pocas amistades que me quedaban después de haberme ido sin despedirme de nadie, consiguiendo así que la mayoría de mis amigos y conocidos dejaran de escribirme. Algunos hasta incluso dejaron de seguirme en mis redes sociales...

Salí de casa y me dirigí al banco donde Lucas solía sentarse a ponerse al día de las noticias digitales o a leer alguna de sus novelas favoritas.

Llegué sobre las doce del mediodía, y para ser principios de enero no hacía demasiado frío. La verdad es que en Valencia las temperaturas siempre han sido agradables. 

Después de pasear un rato empecé a extrañarme porque Lucas no estaba. ¿Ya no me acordaba de nuestro banco? No, eso era imposible. Ese banco era imposible de olvidar, teníamos tantos recuerdos... Nuestro primer beso, allí me dio la noticia de que le habían dado el trabajo en Canadá, también en ese asiento de piedra me prometió un futuro... Lágrimas otra vez, ¡malditos recuerdos! Lucas no estaba allí, y sí, ese era nuestro banco, donde escribimos nuestras iniciales rodeadas con un corazón.

—Maldito imbécil —fue lo único que logré articular con mi voz rota por la melancolía.

Lo que hice después fue un acto de total inmadurez, pero lo hice sin pensar la enorme tontería que estaba haciendo: cogí las llaves de mi casa y dibujé una línea que partía el corazón que envolvía nuestras letras. Dibujar con un trozo de metal era más difícil de lo que había imaginado, por algo nosotros lo dibujamos con rotulador permanente...

—¿Alicia? —mierda, alguien me había visto cometiendo esta estupidez, no reconocía la voz que escuché a mi espalda— ¿Qué haces?

—Esto... Yo solo... —me di la vuelta con mis mejillas coloradas, de la vergüenza— ¿Sofía?

¡Sofía! Mi prima fue una de las pocas personas que me apoyó cuando le conté lo de mi mudanza. Siempre hemos sido como hermanas desde pequeñas.

—¡Ay, Sofía, que alegría verte! —nos dimos un abrazo en medio de la carretera, por suerte no pasó ningún coche.

—La abuela me dijo que habías vuelto para quedarte —me dijo cuando nos separamos—. ¿Por qué no me has llamado, enana?

Ella siempre me llamaba así.

—Lo siento. Tenía muchas cosas en mente y se me pasó por completo, lo siento de verdad – No era una excusa, se me pasó llamarle con la emoción de haber vuelto ayer y hoy con el nervioso de ver a Lucas.

Sofía reaccionó ante la mención del chico.

—No te preocupes, Ali —Su sonrisa me tranquilizó—. Tienes mucho que contarme sobre ese tonto, vamos a sentarnos y me cuentas todo.

Ese tonto... Lucas. ¿Qué quería que le contara? Que me había arruinado la vida, eso era todo, y eso ya lo sabía.

—¿Alicia? —escuchaba la voz de Sofía pero no podía contestar, mi cuerpo no reaccionaba—. Ven, vamos a sentarnos en este banco.

—No.

—¿Qué?

—En este banco no, por favor.

Vi que se fijaba en el dibujo del banco, yo todavía tenía la llave en la mano. Mi me miraba intentando atar cabos, sin comprender mi comportamiento.

—Vamos a mi casa, está por aquí cerca, así la ves.

Conseguí reaccionar y me moví. Obedecí a Sofía y nos dirigimos a su nueva casa. Se la compró una semana antes de que yo me marchara y todavía no la había visto. Ella y su marido Óscar se casaron el verano pasado, cuando nosotros estábamos en Canadá. No pudimos asistir, pero le envié muchos besos y un regalo que le compramos, los dos.

Lucas en mi mente, joder, otra vez. Hago de tripas corazón para no volver a llorar, ¿dónde demonios estaba él? Seguía sin saberlo

Llegamos a la casa de Sofía, está realmente cerca del parque, en una calle peatonal donde había muchas plantas bajas en las que viven abuelitas que se sientan en las puertas para mirar quién pasa.

La casa era muy bonita, con tres habitaciones, dos cuartos de baño, un salón, la cocina y un despacho para que Óscar trabajase.

Él y Lucas trabajaban en la misma empresa, pero Óscar entró más tarde y por lo tanto no tiene un cargo tan alto, lo que significa que ellos no tendrían que irse a vivir a otro continente y dejar toda su vida atrás.

Me quedé charlando con Sofía y con Óscar, que se unió después, hasta que mi madre me llamó para que fuera a casa a comer. Cuando salía de la casa, volví a acordarme de por qué había salido por la mañana y, antes de poner rumbo a casa de mi madre, les pregunté si sabían algo de Lucas.

—Hace mucho que no lo veo, pero tal vez Óscar sabe algo más.

—Lo único que sé es que desde las vacaciones de Navidad no ha vuelto a trabajar

Eso me dejó descolocada, el trabajo era muy importante para él, casi lo que más le importaba, y que lleve dos semanas sin ir me parecía muy extraño. 

—He escuchado por las oficinas que sí que está en Valencia, algunos lo han visto pasear por el centro con esa chica con la que está ahora... ¿Cómo se llamaba?

Me percaté del codazo que le propinó mi prima

—Amanda, sí, lo sé —vi sus caras de lástima y compasión—. Gracias, nos vemos.

Les había dado mi nuevo número de teléfono para volver a quedar otro día. 

Ahora ya, por fin, iba a mi casa para comer. A mis padres no les diría que había salido a buscar a Lucas, solo les diré que había estado con Sofía.


daliaacolomeer_


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