17. MÁS, MÁS MÁS

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Pero muchas veces, la presión no era soportable y acababa haciendo cosas impensables.

—Lucas, tienes que ser más discreto. Así puedes llegar a ser notícia pública y si llega a sus oídos... Sabes lo que pasará.

—Lo sé, Amanda, pero ya no puedo más. No puedo olvidarla, ella es el am...

—¡Cállate! No vuelvas a decir eso, ¡nunca!

Siempre me trataba igual, las tres semanas que llevaba con ella habían sido así: horribles.

—Escúchame bien, bonito, ahora yo soy el único amor de tu vida y tú eres de mi propiedad, así que no te saltes ninguna norma o tendré que utilizar algún contacto y gastar alguna bromilla a nuestra amiga canadiense.

—¡No le toques ni un pelo, demonio!

Si a Alicia le pasaba algo por mi culpa no podría soportarlo.

—Pues entonces haz lo que te he pedido. Llama la atención pública pero sin pasarte, no vuelvas a acercarte a las vías del tren y olvídate de las pastillitas.

No tuve otra elección.

—Tú estás aquí para ayudarme a conseguir lo que siempre he soñado: arruinar la vida de Alicia y tener mucha fama. Tú tenías las dos cosas, así que eres mi último recurso, si no funciona... Ya sabes lo que hay.

—Está bien.

Necesitaba que desapareciera de mi vista, y estuvo a punto de hacerlo, pero no se cansaba nunca de ser el centro de atención.

—Por cierto, amorcito —utilizaba un tono que me hacía perder la cordura—, quiero que me pongas algún mote.

—Diablo.

—Ni hablar —escupió.

—Diablo rubio.

—¡Cállate, imbécil! —me divertía hacerla rabiar— Algún apodo bonito, como... Princesa, ese es perfecto.

—No pienso llamarte así, Amanda.

Sabía que así era como llamaba a Alicia, una vez más lo hacía a propósito para desquiciarme y desatar una catástrofe.

—Me da igual, ahora ella no está, así que ahora yo soy tu princesa.

—Pues a mí me da igual que a ti te de igual. No voy a llamarte así y punto.

Me fui a que me diera el aire, no la aguantaba ni un minuto más delante, la quería estrangular, ahorcar, ahogar.

Eso sí que no iba a tolerarlo. Me manipulaba lo suficiente, solamente usaría un mote ordinario enfrente de la prensa.

Siempre que salía a pasear iba al parque y me sentaba en un banco donde Alicia y yo habíamos compartido muchas primeras veces y muchas noticias, como mi traslado a América.

Allí hablaba con ella, le contaba todo lo que me estaba haciendo el demonio rubio y las cosas que tenía que fingir para que estuviera contenta.

Pero Alicia nunca me contestaba, más que nada porque hablaba al aire, no tenía su número, y mi móvil simplemente servía para no parecer un prisionero a los ojos de la gente.

Eran las tres de la madrugada y no había ni un alma por las calles.

Sabía que los padres de Ali y su prima Sofía, cuyo marido trabajaba conmigo, vivían cerca de aquí, y por supuesto tenía prohibidísimo acercarme a sus casas.

Me había dejado el trabajo. Algo que causó mucho más revuelo del que Amanda imaginaba. El titular del periódico fue: "Lucas Torres, el prestigioso empresario, deja su puesto", acompañado de una foto mía en el aeropuerto después de haberme enterado del accidente de mis padres.

Así, todo el mundo creó mil teorías ridículas y absurdas sobre qué podría haberme pasado en Canadá.

Pero abandonar mi trabajo no era lo único que me obligaba a hacer.

Convocó una rueda de prensa en la que solté un gran saco de mentiras y barbaridades que ella escribió sobre por qué dejaba el trabajo; tuve que grabar un vídeo haciéndole una sorpresa, organizada por ella misma, para entregarle un anillo de compromiso; me retó a conseguir más de diez mil seguidores en Instagram y TikTok y que debía hacer cualquier tipo de videos mientras no desvelaran la verdad.

A Ali no le iban las redes sociales, pero aún así me obligó a bloquearla en todas sus cuentas, incluído WhatsApp, para prevenir cualquier desastre.

Lo último que me pidió hacer fue lo más complicado, pero al final me terminó gustando: falsos intentos de suicidio que grababa y enviaba anónimamente a la prensa. Cada uno de los vídeos me daba otra idea para terminar con mi vida definitivamente.

Al principio fue lo del aeropuerto, que no fue falso, pero tuve que hacerlo público y maquillarlo un poco. La llamada a Alicia no, eso nunca. Después, me propuso que grabara videos alertando sobre los peligros de las autolesiones, contando experiencias personales, algunas verdaderas y otras inventadas por ella.

Los casi 40 mil seguidores que conseguí en poco más de un mes se lo tragaban todo, hasta hacerlo viral.

Y así llegué a los 100 mil seguidores en TikTok en unos tres meses. Amanda alcanzó los 70 mil, solo por ser mi prometida, hacerse la víctima y mostrarse dolida por mi situación.

Lo que ella tampoco sabía era que desde que llegué a España estuve yendo a terapia. Primero fue por ansiedad, después fui subiendo más grados de esta enfermedad.

Tuve que empezar a recibir tratamiento ya que mis autolesiones fueron creciendo y causándome más problemas.

Pero llegó un momento en el que Amanda, o Amanditix como la conocían sus seguidores, se fue centrando solamente en la fama, que era lo que buscaba desde un principio. Se enteró de mi ingreso en el centro psiquiátrico, pero solo lo aprovechó para conseguir más. Más de todo. Quería tener más que nadie.

De vez en cuando se pasaba por el hospital para hacerse ver en las noticias y que nadie sospechara nada.

Éramos famosos. Lo que ella quería. Lo había conseguido.

Pero habíamos llegado tan lejos en tres meses que no había vuelta atrás.

Mi trastorno era real y el suyo también, lo malo es que lo suyo no estaba diagnosticado y lo mío sí.

Fue la peor Navidad de mi vida.

Ni una fiesta, ni comida especial, ni nada. Solo se habían dignado a poner música navideña que retumbaba por los pasillos causando dolor de cabeza, más del que te tocaba por los medicamentos.

Año Nuevo fue más de lo mismo.

Ni campanadas, ni uvas, ni comilonas, ni champagne, nada. Siguieron sonando los villancicos alegres que contrastaban genial con los ánimos que se respiraba allí dentro.

Pero pasados los primeros días de enero, recibí la primera buena noticia de este año, podría decirse que la mejor, la mejor del mundo: Alicia estaba en España.

Era magnífico, pero al mismo tiempo tenía miedo.

Amanda se había vuelto loca y se odiaban a muerte. Si se encontraban antes de que pudiera hablar con Alicia no sabía cuál de las dos saldría peor parada.


daliaacolomeer_

Volví por míWhere stories live. Discover now