9. ÉL ESTÁ ENFERMO

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Gritos y llantos provenientes de mi habitación hicieron que mis padres acudiesen al lugar del socorro.

—¡Dios mío! ¡Isabel, llama a Sofía enseguida! 

Escuché a mi padre, pero no podía calmarme. Había puesto mi habitación patas arriba y mis pelos estaban revueltos y pegados a mi cara por el sudor.

—Me ha dicho que está viniendo, la llamé cuando escuchamos los gritos. 

Mi madre estaba agobiada y parecía a punto de llorar. Pero no me veía capaz de tranquilizarla, por mucho que me preocupase verla así.

Mi prima y su marido llegaron al cabo de unos minutos y Sofía, lo primero que hizo, fue sentarse a mi lado y abrazarme con tanta fuerza que no tuve otra que dejar de llorar.

Después de unos diez minutos que me tomó relajarme fuimos al salón. Todos se sentaron en el sofá o en el sillón, pero yo me quedé de pie con la mirada clavada en un punto de la calle que veía a través de la ventana, todos los ojos de la sala estaban en mí.

—Cielo, siéntate aquí con nosotros. 

A mi madre no le faltaba nada para empezar a llorar pero, al parecer, la mano de mi padre sobre su hombro le hizo sentir más tranquila.

Yo solo negaba con la cabeza, manteniendo mi mirada en esa mancha con forma de trébol en la carretera.

Hasta que reaccioné: pasé mis ojos abiertos como platos sobre los presentes, todos me miraban esperando a que pasara algo, que les diera una explicación.

—Necesito volver a verle —dije con un hilo de voz.

La casa se sumió en un silencio sepulcral, todos me miraban perplejos deseando que lo que acababa de decir fuera una broma.

—No es una broma, para nada —aclaré.

Y salí sin despedirme, llamando al número de Lucas con lágrimas en los ojos cada vez que me respondía el maldito contestador con voz de Amanda:

"—Mi amorcito no puede responderte ahora, deja un mensaje o llama a su prometida, es decir, a mí—seguido de la risa más falsa que una se puede imaginar y un sonido imitando un pitido capaz de romper tímpanos."

El contestador más largo y desesperante que había escuchado en mi vida.

Sin darme cuenta había llegado al parque y me había acostado en nuestro banco, sin dejar de llamar una y otra vez, hasta que Sofía apareció corriendo y me arrancó el móvil de las manos.

—¡Alicia, para! —ella también estaba llorando y exhausta por la carrera— ¿No ves que él ya no te quiere en tu vida? Deja de acosarlo.

—Pero... 

Quería contarle lo que había leído, pero no me dejaba hablar.

-No, nada de peros. Joder, Ali... —estaba abatida, creo que necesitaba un abrazo para poder empezar a llorar tranquila, pero si me acercaba a ella tenía miedo de que me diera un guantazo muy merecido por mi parte— ¿Por qué te haces esto? ¿Por qué nos haces esto?

Esa énfasis en el plural casi me hace desmayarme, estaba siendo tan egoísta que no estaba viendo cómo afectaba esto a los demás.

—Pero, es que... 

Ahora era yo la que necesitaba el abrazo, y no me aguanté, me lancé a los brazos de mi prima y ella no me apartó, las dos lo necesitábamos.

Por el rabillo del ojo vi a Óscar con alguna lágrima rodando por sus mejillas. ¿A él también le estaba salpicando mi egoísmo?

—Lo siento muchísimo, Sof, pero es que creo que hay algo que tú no sabes o no me habéis querido contar...

Ella me miró extrañada, al parecer no esperaba que saliera por ahí.

-Ali, ¿qué dices? 

De verdad me hizo creer que no sabía de qué le estaba hablando, pero ¿cómo podía ser? Se había hecho viral y había salido en las noticias y el periódico.

-Él está enfermo, Sofía. -no podía mantener la voz firme- Está muy mal, interno en un psiquiátrico.


daliaacolomeer_


Volví por míWhere stories live. Discover now