47. EXPLICACIONES

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ALICIA

El simpático taxista nos dejó en la puerta de mi finca, le pagamos lo debido y una propinilla extra por las altas horas de la noche.

Era casi medianoche. El paseo en coche nos sirvió para asentar la exquisita cena.

La llamada de Guille me había cogido por sorpresa y me asusté por todas las cosas horribles que pasaron por mi mente cuando vi su nombre en la pantalla.

Abrí la puerta del coche antes de que se detuviera en seco y salí corriendo hacia el portal. La llave decidió no entrar a la primera, ni a la segunda... Al tercer intento la puerta se abrió y subí por las escaleras, saltando de dos en dos los escalones.

Creía que me estaba alarmando de más, pero conforme estaba la situación ya nada me sorprendería.

El paño de la puerta principal también decidió atascarse, y tras varios forcejeos cedió.

Desde fuera no se oía jaleo, solo silencio. Aunque a veces un silencio puede ser peor que un griterío.

Entré al salón y el panorama que vislumbré era para morirse de la risa, y la ternura: Guille, con su metro noventa, sentado en el suelo con la espalda apoyada en el sofá y las piernas estiradas hacia delante viendo un video en la tele sobre bebés y cachorros de gato y de perro.

Casi me puse a llorar, puede que por el alivio de saber que todo estaba bien o por el hecho de reconocer que me había pasado con él y que el posible ser que estuviera creciendo dentro de mí llevaría sus genes.

-¡Ali! -dijo levantándose con una sonrisa enorme en la cara cual niño de cinco años con un helado.

-¡Hola! -automáticamente me contagió su felicidad.

Se acercó con mucho ímpetu y con la idea fija de abrazarme, y eso mismo hizo. Justo cuando entramos en contacto aparecieron Lucas y mi prima por la puerta que había dejado abierta de par en par.

Disfruté ese abrazo como si fuera el que le das a alguien cuando os despedís sin saber cuándo volveréis a encontraros. No sé si esa sensación quería decirme algo más, solo sé que sentí mariposas en la tripa.

-Ali, quiero hablar contigo -me pidió separando su cuerpo del mío.

-Claro, voy a cambiarme y ahora hablamos.

Lucas pasó por delante de él y sus miradas se cruzaron, pero no dijeron nada. Sofía cerró la puerta y fue a cambiarse también.

Le indiqué con un gesto a Guille que esperara unos minutos. Tiempo que aproveché para ponerme cómoda y hablar con Lucas, que había entrado a mi habitación. No lo eché porque tenía en mente otra conversación.

-Déjale que hable, que me diga lo que tenga que decir. Y si tengo que tomar alguna decisión la tomo yo -sentencié con un punto final imaginario.

-Por supuesto, no me entrometeré. Pero si te dice algo fuera de lugar... -se retorció las manos.

-¡Eh, eh, tú! Tranquilito, tengamos la fiesta en paz.

Me había puesto el pijama en un abrir y cerrar de ojos. Salí de la habitación sosteniendo la mirada de Lucas, que resopló nada más salir yo.

-Está bien, Guille, -dije sentándome a su lado en el sofá- ¿qué querías?

-A ver Ali... Voy a empezar por el que creo que es el principio: cuando al despertar te llamé "princesa" -puse los ojos en blanco- sé que no debí hacerlo, pero me salió solo. Es un mote cariñoso que usa mucha gente y a esas horas yo no me detuve a pensar que era como te llamaba él.

Volví por míWhere stories live. Discover now