38. VOLVÍ POR MI

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El trayecto en coche hasta el aeropuerto fue silencioso, tan solo se escuchaban de fondo las canciones que sonaban en la radio, ni Sofía ni yo hicimos ningún comentario acerca de mi mudanza.

Cuando llegamos, encontramos un sitio para aparcar delante de la puerta, pero mi prima me dijo que se iba a buscar otro sitio porque no le gustaba esa plaza, decía que por allí pasaba mucha gente y no quería que pudieran chocar contra el retrovisor porque van con prisas o que sin querer alguien rallase alguna puerta.

No me pareció muy corriente, pero al fin y al cabo me daba igual donde estuviera el coche.

Entré a aquel inmenso sitio, hice la facturación de la maleta y me dirigí hacia la puerta de embarque aunque aún faltaban dos horas para que pudiera entrar.

Estuve quince minutos sentada en una silla de metal, tan incómoda como una cama de piedra, escuchando música mientras leía un libro que me había descargado en PDF para poder leer sin conexión.

Sofía seguía sin aparecer.

Una hora más tarde, empecé a preocuparme por la ausencia de mi prima y le mandé un mensaje:
-No sabía que encontrar una plaza para el coche era tan complicado.

En línea.

No lo lee.

Se desconecta.

A saber. Conociendo a esta chica, no me sorprendería que se haya perdido o se haya ido a casa porque se le ha olvidado que ha venido a traerme.

Cuando faltaban veinte minutos para que saliera mi vuelo, me acerqué a una azafata que custodiaba la puerta de embarque todavía cerrada.

-Buenas noches, disculpe. ¿Este avión no salía a las nueve?

-Buenas noches, señorita. Sí, pero ha tenido algunos fallos en el vuelo anterior y están intentando solucionarlo. Cuando sepamos algo más se lo comunicaremos.

-Ah, vale. Muchas gracias, muy amable.

Genial, el vuelo se retrasaba. Al menos así tenía más tiempo para esperar a mi prima.

En el momento en el que volví a mi anterior asiento, vi aparecer a Sofía. Pero no iba sola.

-A buenas horas apareces. Has tenido suerte, el avión está siendo reparado y se va a retrasar la salida. -me fijé en su acompañante- ¿Qué hace él aquí?

-Pregúntaselo tú, mejor. Yo me voy a por un chocolate caliente, ¿queréis algo?

Ninguno de los dos respondió.

-Ali, solo quería despedirme de ti.

-Pues ya lo has hecho, Lucas, gracias.

-No, quiero hacerlo bien.

-¿A qué te refieres con "bien"?

-Así...

Sin pensárselo dos veces me acercó hacia él y posó sus labios en los mios.

Yo me quedé paralizada, pero tampoco hice mención de apartarme.

En ese momento me sentía cómoda. No era como las otras veces en el parque o en los banquillos del juzgado o en casa de mi abuela.

Empecé a sentir algo salado: eran sus lágrimas.

-Alicia, -me cogió la cara con las dos manos y pegó su frente a la mía- quédate por favor.

-No puedo, Lucas. -me separé de él porque no quería empezar a llorar, aunque ya era tarde porque mis ojos empezaban a arder- Necesito escapar de esto.

Volví por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora