52. ¿CONEXIÓN?

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-¡Guillem, basta! -le grité cuando salimos del hospital.

Me miraba sin entender por qué le gritaba cuando me había arrastrado cogida de la muñeca por todos los pasillos mientras el personal hablaba a nuestras espaldas.

Le pregunté mil veces qué demonios le ocurría y por qué se comportaba así, pero él parecía no escucharme.

-Cielo, tienes que tener el bebé. Todo va a ser maravilloso, ¿sí? Yo te voy a ayudar, el doctor ese tan simpático también, seremos un gran equipo -hablaba con un entusiasmo excesivo, tanto que me hacía desconfiar.

Sin dejarme responder volvió a cogerme del brazo y fuimos hasta su coche. Era inútil preguntar adónde íbamos, él seguía a su bola.

Por primera vez en mucho tiempo el silencio era incómodo, siempre había podido descifrar en qué pensaba él porque entre nosotros todo era nítido, pero esta vez no...

Nos detuvimos enfrente de una tienda del centro, pero no era una tienda cualquiera, era de artículos para bebés. Estaba cerrada por vacaciones de Navidad, pero el simple hecho de estar allí delante era irreal.

-¡Estás loco! Guillem, estoy de dos míseras semanas -y si seguía con ese estrés acabaría con la vida del feto y con la mía.

-De aquí podremos comprar el carrito y la sillita para el coche, ya he mirado precios por la web y es bastante asequible -se acercó al escaparate-. Mira, ¿ese te gusta? Hay otro parecido en la tienda que está a unos diez minutos andando.

Parecía un robot, una máquina que había sido programada para hablar de un tema absurdo y no escuchar a nadie.

De un zarpazo me metió dentro del coche otra vez y fuimos a parar delante de otra tienda parecida a la anterior.

Se repitió la misma paranoia.

-¡Buah! Es que me encanta esta nueva vida que nos viene, estoy tan contento -me cogió por los hombros y me estampó un beso en la boca-. No te veo contenta, amor.

Claro que no estaba contenta. No le reconocía. Guillem siempre había sido un poco payaso y exagerado, pero nunca lo había visto en este nivel de descontrol emocional. Le miraba a los ojos buscando una explicación.

-No te preocupes, verás como todo sale bien, Amanda.

Como un acto reflejo al escuchar ese nombre le empujé y me aparté de su lado.

-¿Cómo... me has... llamado? -me temblaba la voz. Era imposible que esas dos personas tuvieran algún tipo de conexión como para llegar a confundir los nombres.

-Princesa, ¿qué te pasa?

-¿Princesa? Guille, me estoy preocupando. Me voy a casa.

-¿Quieres ir casa? Claro, vamos, yo te llevo.

-Déjame en paz, ha sido suficiente por hoy.

Mientras me alejaba de allí pensé en llamar a Lucas, pero explicarle todo lo que había pasado no sería tarea fácil después de lo ocurrido en mi casa. Así que llamé a mi prima, hablar con ella siempre me resultaba más fácil y cómodo.

-Sof, necesito que me recojas. Estoy en la cafetería del centro, a la que veníamos siempre. Ahora te cuento.

-De camino.


SOFÍA

La vuelta de mi prima a Valencia vino acompañada de problemas y, para variar, tenían que ver con un hombre, con el amor de un hombre, o de dos en este caso.

Ay... el amor... ¡Cuánto se hace de rogar! A mi me costó darme cuenta que estaba con la persona correcta. Al principio no era el momento indicado, pero yo confiaba en que llegaría. Pero Alicia no ha tenido la misma suerte, digamos.

Estaba reflexionando yo sobre el amor tirada en el sofá de casa de Lucas, que era como mi segunda casa, cuando me llamó Ali muy nerviosa.

-Sof, necesito que me recojas. Estoy en la cafetería del centro, a la que veníamos siempre. Ahora te cuento.

-De camino.

Cogí la chaqueta y las llaves del coche y fui a la dirección que me había ordenado. A lo lejos ya pude distinguir una silueta esbelta, temblando como un flan aunque no por el frío, creo que temblaba de miedo. Esta suposición hizo aumentar mi angustia y corrí a atenderla.

-Dios mío, qué te ha pasado, corazón. Entremos a la cafetería y tomemos algo para que entres en calor y te relajes.

Asintió y eso mismo hicimos. Ella pidió un frapuccino de chocolate, como siempre, yo un simple café con leche y aroma de vainilla.

-Cuando puedas hablar, te escucho -le dije mientras le acariciaba el dorso de la mano.

Que yo supiera, había ido a hablar con Gabriel al hospital, no encontraba razones lógicas para que ella estuviera ahora en ese estado.

-Ahora que lo pienso, siempre acabo en esta cafetería para hablar de cosas importantes -esbozó una ligera sonrisa que me alivió, pero cuando levantó la vista y me miró a los ojos supe que lo que iba a contarme no era nada por lo que aliviarse.

-Guillem se presentó en la consulta del hospital.

Siguió relatando todo lo que había pasado hasta el momento en el que ese chico que mi prima conoció en Madrid mencionó el nombre de la persona que empezó toda esta historia por culpa de los malditos celos.

-Alicia, esto es muy raro...

-Y tanto...

Nos quedamos las dos en silencio, ambas pensando qué tipo de coincidencia podía haber entre esos dos personajes.


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Ay el amor... 

¿Qué conexión habrá?

⭐⭐⭐⭐⭐

Volví por míWhere stories live. Discover now