42. SORPRESA

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LUCAS

-Tamara, el taxi nos espera.

-Ya bajo, cariño.

Cuando apareció me quedé pasmado. Iba tan guapa con ese vestido... Me recordaba a una princesa.

Pero ella nunca sería mi princesa.

Por mucho que la quisiera con todo mi corazón, nunca podría ostentar ese título.

-Tamara, estás preciosa. -le besé el dorso de la mano, como un auténtico caballero.

-Muchas gracias. Tú también estás guapísimo, cumpleañero. -seguidamente, me besó en la mejilla.

Salimos de nuestro piso y subimos al taxi, Sofía me había enviado un mensaje diciéndome que ya nos esperaban todos en el restaurante.

Íbamos a celebrar mi 28 cumpleaños con Isa y Rafa, y con Óscar, Sofía y la pequeña Júlia.

En pocos minutos nos reunimos con ellos en el restaurante en el que teníamos la reserva.

-¡Tío Lucas! Felicidades. -acto seguido procedió a comerme a besos.

-¡Hola, July! Yo también te quiero mucho, renacuaja. -mi sobrina postiza me había ayudado un montón, sin ella saberlo, con sus tonterías y sus ataques de besos inesperados.

La cogí en brazos y fuimos a sentarnos con los demás.

-Felicidades, campeón. -me dijo Rafa, dándome un abrazo.

Así, uno por uno, fueron felicitándome por cumplir un año más, cosa que para cualquiera no implica gran esfuerzo, pero para mí seguir adelante me parece un gran reto. Sobre todo porque es sin ella.

Os preguntaréis, ¿cómo puede ser que Tamara esté en tu vida si no has conseguido sacar a Alicia de ella?

Buena cuestión, yo también me lo he planteado muchas veces. Pero la respuesta es muy simple: Tamara me rescató. Igual que a un gatito que te encuentras en el motor de un coche y te lo llevas a casa para quitarle las pulgas y darle de comer.

Nuestra historia es un poco rápida, pero tiene mucho significado.

Hace alrededor de dos años Tamara me encontró en un bar al que yo iba frecuentemente para emborracharme y dejar de pensar en Alicia. Su padre era el dueño del bar y ella había ido para avisarle de que no dormiría en casa.

Yo estaba tan desesperado, y tan bebido, que la seguí por la calle.

La chica estaba asustada, pero cuando se detuvo en un semáforo le expliqué lo que me pasaba:

-Por favor, ayúdame a sacarla de mi cabeza.

-No soy psicóloga, chico... -me miraba con cara de pocos amigos, y con razón: un tío que no conocía de nada y que iba demasiado borracho le estaba hablando sin contexto.

-Te lo suplico... -me arrodillé en plena calle para que ella entendiese que necesitaba ayuda de verdad.

-Está bien, en el estado que estás no puedo hacer otra cosa que llevarte a mi casa para que puedas descansar... Ahora mismo ni siquiera sé si sabes tu nombre...

-Me llamo... Alicia... ¡Alicia no me ha llamado! -empecé a golpearme el pecho con los puños por la impotencia que sentía.

-Aquí tengo show para rato... Venga, levántate, hombre.

Me llevó hasta su casa y allí me quedé frito, en el sofá de terciopelo más suave que había tocado en mi vida.

Al día siguiente me desperté temprano y me di una ducha.

Volví por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora