41. BUENOS DÍAS, PRINCESA

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Tras la fiesta de la noche anterior mi piso se había convertido en un basurero.

El sol apareció pronto y no nos dejó descansar. Al estar todos comunicados por la falta de tabiques, los primeros que se despertaron fueron levantando a los demás.

Sara y Alberto fueron los primeros, los que durmieron en el sofá.

-Menuda nochecita...

-Ni que lo digas... Alguien se lo ha pasado muy bien esta noche. -apuntó la chica, haciendo referencia a los ruidos que habían escuchado durante la noche.

-No te puedes quejar, Sarita...

-Lo sé, bobo.

Se dieron un ligero beso y saltaron de la cama para despertar al resto de la gente.

Sandra, que había dormido en el colchón de la cocina, estaba preparando café para todos.

-Buenos días, Sandra. ¿Patri y Rubén ya se han despertado?

-Sí, están en el baño.

-Muy bien... Esta noche nadie se ha aburrido, por lo que veo. -Alberto soltó una risa pícara.

-No, por eso sigo soltera. Porque las noches son para dormir... -apuntó indignada Sandra mientras seguía preparando el café.

Enseguida salieron los dos del baño: ella con la camiseta de su novio y él con los pantalones desabrochados y el torso al aire.

-¡Buenos días, enamorados! Ya tenéis el café en la mesa, servíos. Voy a despertar a mi hermano y a la anfitriona.

Sentí como Sandra levantaba la manta-cortina y se acercaba a nuestro colchón, pero no quise levantarme de la cama. Así, tal y como estaba en ese momento, era feliz, pensaba que no necesitaba nada más.

-Dormilones... -susurró Sandra- Es hora de levantarse, tenéis café caliente ahí fuera.

Solté un gruñido a modo de aprobación, pero la persona que seguía tiernamente dormida a mi lado ni siquiera se había enterado de que su hermana había hecho acto de presencia.

-Buenos días, princesa. -me dijo con la voz ronca de recién levantado y me abrazó contra su pecho desnudo.

-¿Cómo me has llamado?

-Vaya humos de buena mañana... Te he llamado princesa, ¿algún problema?

-No vuelvas a llamarme así, por favor. -me deshice de su agarre y me levanté de la cama para ir a buscar esa taza de café que tanto necesitaba- Buenos días.

Salí y tras de mí dejé a un chico somnoliento y confundido.

Cuando aparecí en el salón todos me miraron con una tonta sonrisa en los labios.

-¿Tengo monos en la cara? -dije con bastante mala leche.

-Relájate, chica... -se me acercó Alberto- Parece que las noches de fiesta no le sientan bien a todo el mundo...

-¿Qué dices, tío? ¡Ay! Déjame en paz.

Me fui al baño a lavarme la cara y a darme una ducha rápida. Oía jaleo fuera, supuse que Guillem se había levantado y que todos le estarían mirando igual que a mí.

Era comprensible.

Irnos a la cama con el cuerpo acalorado por el alcohol no fue una buena idea. La verdad es que sí lo fue. Fue una noche... especial, por etiquetarla de alguna manera.

Especial como la relación que teníamos Guillem y yo.

La noche había estado bien, pero la primera frase que salió por su boca de buena mañana no fue la más acertada:

Volví por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora