Volví por mí

21. HABLÉ SIN PENSAR

Alicia se tuvo que ir a por sus cosas ya que iba a quedarse a dormir conmigo. A mi iban a trasladarme a la planta de abajo, en la que los tratamientos eran menos potentes.

Al conseguir esa cifra en la máquina, un 56%, el reglamento indicaba que debía cambiar tanto de habitación como de máquina. Iba a seguir muy controlado por mis antecedentes, pero las descargas serían más soportables. Y todo gracias a ella.

—Te lo dije —me sobresaltó el doctor.

—¿Perdón? —estaba inmerso en mis pensamientos y no había captado sus intenciones.

—Te dije que iba a ser un buen día para ambos —me regaló una amplia y perfecta sonrisa.

—Para mí lo ha sido, desde luego —sonreí—. Pero, ¿para usted?

—La mejoría de mis pacientes me hace feliz, y sobre todo la tuya y por la manera en la que ha ocurrido —me miró con ojos pícaros—. Además, tu caso es muy especial. ¿Sabes que esto será notícia dentro de poco, verdad?

—Joder. Ya me has amargado el resto de la tarde.

Tenía razón. Mi mejoría saldría a la luz en menos que canta un gallo y mañana tendríamos todas las puertas repletas de periodistas.

Para colmo, Amanda y Gabriel, mi doctor, son amigos. Íntimos, de hecho. Así que cada cosa que me ocurre él se la comunica a ella.

¡Mierda! ¿Cómo no había caído antes? El doctor le contará que Alicia ha estado aquí y se armará la tercera guerra mundial.

He de evitar que Amanda se entere, pero no dudo que ya se lo hayan chivado. Las enfermeras son todas unas morbosas, excepto Mª Carmen, y siguen nuestra historia como si de una telenovela se tratase. Seguro le habrán enviado un mensaje por Instagram y se lo habrán contado a su querida Amanditix, esperando que su simpática ídola se moleste en leer a unas fans de treinta y pico años.

—Ya hemos llegado —aparcaron la camilla en una esquina de mi nueva habitación—. Ahora vamos a programar la máquina. Sabe que este proceso es largo y puede que sea un tanto duro mientras regulamos las descargas.

—No es la primera vez que me hacen esto, así que déjense de rollos y empiecen de una vez.

Las enfermeras me miraron con cara de pocos amigos y empezaron a hacer su trabajo.

No era la primera vez que tenía que soportar una configuración de la máquina, pero sí fue la primera vez que me sentó tan mal, como un puño en el estómago, como un cubo de agua fría en la cabeza.

Empecé a convulsionar y tuvieron que detener el proceso de la máquina porque podría estallar, literalmente.

Enseguida llegaron goteros, más médicos, enfermeros, enfermeras, mascarillas anestésicas, pastillas...

Mis constantes estaban disparadas, la aguja a punto de salirse del aparato cuando, de repente, dejé de sentirlo todo.

No escuchaba nada, lo veía todo negro, la cabeza me daba vueltas. Mis músculos dejaron de estar en tensión y creo que hasta el corazón me dejó de latir.

Lo siguiente que recuerdo es al doctor haciéndome una reanimación...

Todo borroso...

Pitidos provenientes de las máquinas...

Todo negro...

Mi antigua habitación...

Todo fatal....

Amanda, hecha una furia, entrando a mi habitación.

Mimos, caricias y palabras demasiado cursis para recordarlas.

Me quiero morir, pero...

Siento que ella está conmigo.

—Hola, princesa.

Hablé sin pensar. La boca se movió antes que mi cerebro pudiera enviar una orden a cualquier otro músculo. Solo reaccionó mi corazón, que volvió a latir con normalidad.

El que ahora estaba a punto de explotar era el de Amanda. Su cara desencajada, su boca abierta por la que podría pasar una manada de ñus, los puños apretados y los nudillos blancos por la fuerza fue lo primero que vi cuando abrí los ojos.

—Hola, Lucas —la dulce voz que yo ansiaba oír sonó detrás de ella.

Alicia había entendido que no me dirigía a Amanda. Esta salió de la habitación sin decir nada, pero yo sabía que esto no iba a acabar así, el desenlace iba a ser mucho peor.

Ella había perdido, por primera vez en meses no estaba consiguiendo lo que quería y yo sabía que eso la frustraba y la hacía hacer cosas que podían ser muy perjudiciales para otras personas.

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