14. LA REALIDAD CORTA

49 8 1
                                    

Le hacía bien.

No comprendía el motivo pero, le hacía bien.

Muy confundida, salí de la habitación porque iban a hacerle unas pruebas y unos exámenes que determinarían si podía ser trasladado a otra planta, lo que conllevaría recibir un tratamiento mucho más leve en el que las descargas solo llegarían al 60% y, en el momento que superasen esa cifra, Lucas tendría que volver al otro tratamiento.

Sofía y Óscar me estaban esperando en el coche, mis padres se habían ido.

—Isabel no soportaba la idea de que estuvieras viendo a la persona que te ha...

Creo que estaba intentando no llorar o no gritarme, volvió a suspirar.

—¿La persona que me ha fastidiado la vida? Ha dicho eso... Claro, gracias, mamá.

Sofía no añadió nada más, y Óscar se limitó a llevarme a casa. Ellos se fueron a la suya.

—¡Mamá! —estaba molesta por lo que me había dicho Sofía— Mamá, ¿podemos hablar un momento?

Y, cómo no, me la encontré llorando en el salón y mi padre estaba a su lado aguantando una caja de pañuelos.

—¡Venga ya, mamá! Se supone que la que llora todo el día soy yo, no encuentro motivos para que tú también lo hagas.

—Ali, déjala, está muy sensible.

Mi padre intentaba arreglar las cosas, pero es que Isabel se estaba pasando.

—Mamá, escúchame, ¿por qué lloras? Dímelo porque no lo entiendo.

Me estaba desesperando y no quería estar enfadada con mi madre ahora que empezaba a obtener respuestas.

Ella siguió a lo suyo, no me miraba y parece que tampoco me escuchaba. Necesitaba una explicación inmediata de por qué se comportaba así.

—Bueno, venga, cuando se te pase la llorera me llamas y me explicas qué demonios te pasa.

Mi objetivo era largarme de allí e irme al parque a pensar en mis cosas, al estilo adolescente en plena rabieta.

—No le hables así a tu madre —la voz de mi padre me obligó a pararme y girar sobre mis talones— Te he dicho que está sensible, ya se le pasará.

—¡Ya sé que está sensible! ¡Todos lo estamos! Lo que no entiendo es por qué no soporta verme con la persona que, según ella, me ha destrozado la vida.

—Es que te la ha arruinado, Alicia. Pero tú... —por primera vez intervino mi madre.

—Yo, ¿qué?, mamá.

Estaba muy nerviosa y mis mejillas estaban empezando a arder, anunciando unas terribles lágrimas.

-¡Tú no lo ves, joder!

Me asusté, y mucho. Mi madre nunca gritaba, y mucho menos decía alguna palabra malsonante, y eso fue lo que provocó que mis lágrimas se escaparan.

—Tú... Tú no ves que él te ha matado, lo viste, pero ya lo has olvidado. Y por eso lloro, porque va a atraparte otra vez, y volverá a apartarte de nosotros... —cerró los ojos muy fuerte para que brotaran unas lágrimas, de cocodrilo a mi parecer— De mí, de tu madre. No quiero que me vuelvan a quitar a mi niñita y...

—Mamá —entre todas las lágrimas puede hacer aparecer una sonrisa de agobio—, basta. Lo que estás diciendo no me sirve, es lo que diría cualquier persona. Pero tú... —me pasé las manos por la cara, para calmarme, para que lo que iba a decirle no le doliera más de lo que iba a hacerlo— Tú no puedes usar eso como excusa, Isabel.

Ella aprovechó mi pausa para sentarse, realmente se había puesto pálida, porque sabía que cuando la llamaba por su nombre entero iba a decir algo que podía desencadenar mi marcha por un tiempo indefinido.

—No puedes. Y voy a explicarte el por qué: porque ese chico está enfermo, y parece mentira que seas enfermera. Está enfermo y me importa, entonces qué menos podía hacer que ir a verle —ella bajó la mirada—. Eso no es todo, ¿sabes? Su prometida está pasando de él, y eso no lo puedo permitir. Lo que más necesita es alguien a su lado para darle ánimos, y es lo que yo he ido a hacer y lo que he logrado. Gracias a mí, o eso ha dicho el doctor, van a trasladarlo de planta y van a darle un nivel de descargas eléctricas muchísimo más bajo —mi comentario hizo que volviera a mirarme con los ojos como platos—. Sí, yo también reaccioné así cuando me enteré, pero yo no podía llorar delante de él. Pero es que... ¡Ja! Espérate, porque estos motivos puede que para ti sean insignificantes.

Al ver que ella no reaccionaba, me levanté de la silla y me fui a coger un vaso de agua. Necesitaba respirar hondo y calmarme, porque de tanto tocarme la cara con las manos me estaban picando mucho los ojos y la nariz.

—¿Crees que estás lista para escuchar el tercer y último motivo?

—Cuánto antes lo digas mejor —no esperaba que me contestara.

Miré a mi padre que solo nos observaba y miré al techo para reunir las fuerzas y el valor para decirlo.

—Esa persona que te quitó a tu niñita, también te la ha devuelto. Pero eso no lo habíais pensado, no. Solo le reprocháis lo que hizo, no sois capaces de pensar que si no fuera por él no habría vuelto, a lo mejor sí. Pero no iría a quedarme, sabéis que me hubiera ido a Madrid a rehacer mi vida. ¿Verdad que eso no os lo habíais planteado?

Los dos me miraban, más bien, intercalaban su mirada conmigo y con el suelo. Nadie lloraba porque acababa de decir verdades y, de la misma manera que a mí me dolía cuando me decían que Lucas ya no me quería, ahora les duele a ellos. Porque las verdades cortan; pueden cortar llantos desconsolados, venas, relaciones, amistades... Todo.



daliaacolomeer_




Volví por míTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang