16. TODO AL REVÉS

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LUCAS

Mi vida llevaba dependiendo de tres personas desde hacía mucho tiempo. Me había ido a vivir a otro continente con una de ellas: Alicia, mi princesa. Y las otras dos personas, mis padres, que siempre me habían apoyado en todos mis proyectos y decisones, tanto laborales como personales.

Mi puesto en el trabajo era uno de los más importantes. Era el jefe del departamento de marketing internacional, por lo que en enero tuve que trasladarme a Canadá para poder gestionar desde dentro unos asuntos de una de las sucursales que teníamos allí.

La notícia me puso muy feliz, pero saber que podía llevarme a un acompañante fue lo que completó mi emoción.

Ella. Solo pensé en ella.

Llevábamos cuatro años juntos y era la primera vez que íbamos a convivir. Era un paso muy importante, pero allí quería inaugurar mi nuevo futuro, nuestro nuevo futuro: iba a pedirle matrimonio. Aunque éramos jóvenes y ella tres años menor que yo, 25 y 22 años respectivamente, sus padres y los míos me habían dado luz verde para que lo hiciera cuando estuviera preparado .

Tenía pensado reservar el restaurante más bonito, no necesariamente el más caro.Alicia valoraba mucho los pequeños detalles que, muchas veces, no se podían comprar con dinero, y eso era algo que me encantaba de ella.

Me esperaría a septiembre, así disfrutaríamos del último verano de solteros en Canadá sin preocuparnos de empezar a organizar el evento.

Ella era con quien quería compartir mi vida, lo tenía muy claro, pero...

Ocurrió algo que destrozó muchas vidas y rompió muchos corazones.

Un día recibí un mensaje de un número privado, lo abrí sin saber que iba a iniciar la cuenta atrás para el caos:

El archivo era un billete de avión directo a Madrid, eso costaba una fortuna. Salía muchísimo más económico hacer tres escalas y dormir alguna noche en un motel, que es lo que hicimos Alicia y yo.

Un momento después de recibir los mensajes, el mismo número me llamó. No tuve más remedio que seguir al pie de la letra todas y cada una de las instrucciones que una voz femenina, y algo familiar, me acababa de ordenar.

No se andaba con tonterías. Sabía lo que quería y las consecuencias podrían ser terribles si su plan no salía bien.

Así que hice lo que me pidió: recogí mis cosas, escribí una carta de despedida y, a las tres de la madrugada, me fui al aeropuerto.

Tres vidas iban a ser afectadas directamente, pero otras dos sufrieron sin estar planeado.

Mis padres. Tuvieron un accidente aéreo cuando iban de camino a Canadá, a visitarnos. Yo les dije que vinieran porque quería que pasaramos un tiempo juntos y porque en pocos días había pensado avisar a los padres de Alicia también para que todos estuvieran presentes en la pedida de mano.

Pero todo salió al revés.

Yo me enteré del accidente nada más aterrizar en Madrid. En ese momento solo quería morirme. Yo mismo había apartado a una de las personas más importantes de mi vida y ahora las otras dos ya no estaban para consolarme.

Entré al baño muy nervioso, no sabía qué hacer. Encendí el móvil y tenía 32 llamadas perdidas de Alicia. Justo en ese instante, me llegó otra, esta la respondí sin pensar en lo que podría pasar si se enteraba ella:

—Alicia, ¿qué hago yo ahora? —No la dejé hablar, aunque necesitara más que nunca oír su voz— Ya no me queda nada, mi mundo se ha ido al garete, ya no quiero seguir viviendo, Alicia, ¿qué hago?

Ella no contestaba, ¿por qué? No sabía cómo decirle que si ella no me ayudaba iba a suicidarme allí mismo, en ese apestoso baño. Pero su voz angelical me llegó a tiempo para salvarme.

—Lucas, amor, escúchame —"amor".

No estaba enfadada. ¿O sí? ¡Claro que lo estaba! Pero creo que entendió la situación y usó lo más obvio para suavizar el ambiente.

—No sé qué te ha pasado, pero no puedes hacer lo que sea que se te esté pasando por la cabeza, tienes que ser fuerte y aguantar. Ahora ya estás en España para hacer tu nueva vida, aprovecha tú que todavía tienes un futuro por delante.

La escuché sollozar y respirar muy fuerte. Era una despedida.

—Ali, lo siento. Voy a hacer esto por ti, porque no quiero perderte a ti también —la amenaza recaía sobre ella y su familia, y no podía permitir que a Isa y a Rafa les ocurriera algo por mi culpa-. Te quiero, princesa, siem... —me colgó.

Entendí que no quisiera escucharme más de lo necesario después de haberla dejado con una maldita nota en una servilleta.

Me guardé el móvil, me lavé la cara y salí del baño. Tenía que ser fuerte por ella, por nadie más, ni siquiera por mí.


daliaacolomeer_

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