15. CRISIS

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Como no obtuve respuesta alguna por parte de ninguno de los dos decidí que mi sermón allí había concluido.

Cogí mis cosas de aseo personal, un pijama, un par de pantalones y otro de camisetas, el portátil y los cargadores y me dirigí a la estación de autobuses. No quería que Óscar me acercara, más que nada porque no me apetecía ver a Sofía. Aunque ella no tenía la culpa de nada, pero seguro me preguntaría cosas que no quería responder. Además, mis padres no habrán tardado ni un segundo en llamarle, no me sorprendería que...

Lo sabía, allí estaba. Esta mujer era como mi sombra.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué haces tú aquí?

-Yo he preguntado primero, Sofía. No esquives las preguntas. ¿Te han llamado, a que sí?

Simplemente asintió.

—Así no me ayudáis.

—Pues no sé qué más quieres, Alicia.

—Quiero que me comprendáis Sofía, pero que lo hagáis de verdad.

—¿Y cómo hacemos eso?

—¿No sabéis cómo comprenderme? —empiezo a pensar que el problema lo tienen ellos, no yo— Pues podéis empezar por ahí. Pensando en cómo comprenderme —me apunto tan fuerte con el dedo a la frente que me hago daño.

Espero que lo haya pillado, porque si no tenemos otro problema que añadir a la larga cola.

—Te llevo en coche, el autobús ya no pasa por aquí.

Llegamos en quince minutos, en bus hubiera tardado media hora como poco.

Mi prima se quedó en el coche, me dijo que tenía que hacer algunos recados y que cuando acabara la llamara para recogerme y llevarme a casa.

—Me voy a quedar, no sé cuánto tiempo. El doctor me dijo que podía y como ahora está mejor no hay ningún inconveniente. Díselo a mis padres. Adiós, hablamos.

No me costó decírselo. Era lo que quería hacer y me daba igual lo que pensaran los demás.

Me dirigí a la recepcionista para preguntarle por dónde estaba su nueva habitación. Pero antes de hacerlo, el Dr. García apareció muy agitado de uno de los pasillos.

—Alicia, menos mal que has llegado. Ven, corre.

Me cogía del brazo con fuerza y me arrastraba por los pasillos, me había tuteado sin más.

—¿Qué ocurre, doctor?

—Lucas.

Eso me bastó para darme prisa y dejar las preguntas para después. Con una velocidad increíble, me puse la bata quirúrgica junto con el maravilloso gorrito parecido al que se ponían las carniceras del barrio, esta vez también tuve que ponerme unos guantes de látex.

—Está teniendo una crisis. Tú eres la única que puede calmarlo.

Crisis, crisis, crisis.

Solo me retumbaba esa palabra por la cabeza, era como una banda sonora que acompañó toda la escena que para mí se reproducía como si de una película antigua, de las de cinta, se tratase.

Muchas enfermeras.

Muchas batas.

Cables, máquinas, pitidos.

Todo eso pasaba por delante de mí pero yo solo me centraba en encontrarlo, en asegurarme de que estuviera a salvo.

A través de un cristal lo ví. Tenía un inhalador gigante en la boca, sus constantes estaban descontroladas.

—Vas a entrar en menos de un minuto, ¿puedes soportar verlo así?

Me costó decidir una respuesta y aunque la verdad era que verlo así me mataba no pensaba decírselo al doctor.

Cogía aire varias veces y lo solté por la boca para coger fuerzas.

—Por supuesto que puedo.

"Por él puedo soportar lo que sea" —me callé.

—De eso nada. Esa no va a entrar, entro yo.

De pronto, la película dejó de rodar y el tiempo pareció congelarse al escuchar esa voz que recordaría toda mi vida.

Amanda.

—Señora Amanda, yo... ella... eh... —al doctor le habían bajado varios tonos de piel y le empezó a sudar la frente.

—"Yo, ella, yo, ella" Me da igual, no quiero verla aquí.

Mientras, yo observaba sin entender nada de lo que se estaba desarrollando delante de mí. ¿Justo tenía que aparecer ahora ella? No podía soportar que Lucas estuviera necesitando ayuda y nadie reaccionara.

—Mira, Amanda, bonita, aquí las importantes no somos ni tú ni yo, es él, así que cállate la boca de una vez y después ya solucionaremos nuestras vistosas diferencias, cuando tu prometido esté estable.

Evidentemente no se esperaba que le plantara cara, de hecho si me la hubiera encontrado en otro entorno no lo hubiera hecho, pero en este momento su vida y el pasado me importaban lo más poco, solo él.

—Doctor, ¿puedo entrar ya?

Una mirada me bastó y lo hice, bueno... lo hicimos. Porque el demonio rubio entró delante de mí, empujándome, sin ropa quirúrgica, por cierto.

—Hola mi amorcito, ya estoy aquí para curarte bebé, no te preocupes, te vas a poner bien mi rey.

Empezó a darle besos por el brazo y por la frente. Definitivamente, lo más repugnante que había oído y visto nunca.

—Hola, princesa.

La muy tonta se pensó que Lucas le hablaba a ella, pero yo sabía que solo a mí podía llamarme así.

—Hola, Lucas.

La sonrisa, la felicidad y la superioridad no me cabían en el cuerpo.

Amanda salió de la sala hecha una furia. Él me eligió a mí, solo me faltaba entender por qué después de todo lo que había pasado.



daliaacolomeer_




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