20. ES ELLA

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Ella puso cara de asustada, al principio me decepcioné porque esperaba que reaccionara de otra manera al verme. Pero después lo entendí. Mi voz, mi aspecto... No era como ella me recordaba.

—Ali, ¿eres tú, princesa?

No sabía si estaba soñando o teniendo alucinaciones por las pastillas y quería asegurarme.

Ella sonrió al escucharme decir eso. Su mote, nuestro mote. Pero también le rodaron varias lágrimas por las mejillas y eso me partió el alma.

Bajé la mirada intentando que no me contagiara las ganas de llorar.

—Hola, Lucas —me dijo, con esa sonrisa que parecía dibujada por un artista.

Pero enseguida cambió la cara, algo le preocupaba.

—¿Qué te ocurre? ¿En qué piensas? —todavía estaba adormilado, pero quería hablar con ella—. Ali, sabes que me lo puedes contar.

—Nada, Lu, solo estaba pensando en mis cosas —"Lu". Solo a ella le permitía llamarme así—. ¿Cómo estás?

—Qué pregunta más tonta, tú misma puedes deducirlo —pareció arrepentirse de haber abierto la boca— ¿Cómo crees que estoy?

—Eh... Te veo tranquilo, te veo bien —esbozó una sonrisa que no le llegó a los ojos.

—Dilo, tranquila, es la verdad —su silencio me invitó a explicárselo—. Di que estoy diferente, cambiado, raro.

—Ya, pero... El doctor me ha dicho que no te altere, por la máquina esa, ya sabes...

—Es por eso por lo que estás tan callada, "para no exceder el nervio", eso te ha dicho, ¿a qué sí?

—¿Por qué necesitas esa máquina?

Tenía que explicárselo. Alicia era muy sensible y se preocupaba de más por todo y todos. Saber lo que me hacía esa máquina podía hacer que se derrumbara aquí mismo.

—Lo siento, lo siento —se puso nerviosa y movía las manos muy rápido—, no hace falta que me respondas si no quieres.

Tenía una manía absurda que era morderme las uñas y los dedos hasta hacerme sangre. Ella lo estaba interpretando como que me había puesto nervioso, pero estaba muy sereno.

Le expliqué el funcionamiento de la dichosa máquina y cuando le dije lo de las descargas eléctricas...

El doctor no se lo había dicho, también la había visto frágil y había temido que se desmontara.

Pero yo confiaba en ella, confiaba en que iba a entenderlo y a comportarse.

—¿Qué has dicho? —había reaccionado mejor de lo que me esperaba, solo le cayeron dos lágrimas cargadas de pena— Entonces, el 74% es...

—Exacto, la potencia de la descarga que estoy recibiendo en este momento.

Yo estaba muy tranquilo y ella no comprendía cómo podía seguir viviendo con corrientes encogiendo mis músculos para no perder el control de mi cuerpo.

—Ey, mírame —le cogí las manos con fuerza, pensé que sería una forma de calmarla—. No pasa nada mientras esa línea no se mueva hacia arriba.

Acaricié el torso de sus manos calientes con mis labios fríos. Me sentí en paz. Hacía tanto tiempo que no me sentía así... Agradecí tanto que estuviera a mi lado en ese momento que me sobresalté cuando se levantó corriendo hacia el otro lado de la cama, donde estaba la máquina.

—Alicia, ¿qué...? —me di la vuelta para ver qué le había llamado la atención y lo vi, vi el efecto que ella causa en mí— No puede ser...

El Dr. García se asomó por la puerta.

—He visto una sombra moverse muy rápido y me he preocupado, ¿por qué estás de pie? —y entonces se percató de lo que pasaba— Esto es maravilloso, nunca había estado en una cifra tan baja. ¿Qué habéis hecho?

Le explicamos que no había pasado nada, le conté lo que había pasado, le dije que le había explicado yo mismo a Alicia en qué consistía la máquina que ahora nos alegraba con ese tan buen resultado que Ali no comprendía.

Hasta que caí en algo: la paz que había sentido al coger sus manos, al estar con ella otra vez.

Propuse esa idea en voz alta y el Dr. García apoyó la causa.

—Lucas tiene razón, si eso es lo que ha pasado antes de conseguir este fantástico resultado, le haces bien, señorita.

—Es ella, doctor.

Miré a ambos y sonreí. Alicia se sonrojó, pero se contagió de felicidad aunque yo creo que seguía sin entender que ella iba a curarme y a sacarme de aquí.



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