61. NUNCA MÁS

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ALICIA

La boda terminó muy bien... y tan bien.

Fue todo perfecto, emotivo e inolvidable. Cada momento fue especial. Todos tuvieron su momento de protagonismo.

Me fui a dormir a casa de Lucas porque mis padres ya llevarían varias horas durmiendo cuando nos dejó el taxi.

La noche era cálida, las temperaturas mínimas eran ideales para las noches de verano, o de finales de primavera.

Me quité el vestido de princesa que, aunque era precioso, los tirantes de seda empezaban a molestarme y mi barriga pedía ser liberada.

Me acosté con Tamara en la cama de matrimonio, a Lucas le tocó dormir en el sofá...

No me valía ninguno de los pijamas monísimos del Primark de Tamara, por lo que Lucas me dejó una de sus camisetas anchas para dormir cómoda.

Le dimos las buenas noches a nuestro chico y apagamos las luces.

-Ali -me susurró Tamara-, yo no sé tú, pero yo no me puedo dormir. No sé si será por el alcohol... Claro, como no has bebido ni gota, hija mía...

Nos pusimos en el centro de la cama, acurrucadas como fetos y cara a cara. Me recordó a cuando mi prima y yo éramos pequeñas y dormíamos en casa de mi abuela y aprovechábamos para contarnos lo que nos pasaba en clase y si algún niño nos gustaba o le gustábamos.

-La verdad es que tampoco puedo dormir. Todavía tengo la emoción en el cuerpo, han pasado tantas cosas...

-Hoy he visto a Lucas muy feliz. No me sabe mal admitir que conmigo no se le iluminaba así la cara.

-Eres una boba... -No me gustaba que comparara nuestras relaciones porque no tenían nada que ver.

Respiró hondo.

-Piensa lo que quieras, pero no se ha tatúado nada por mí -no noté rencor en su voz.

-Tía, es precioso el detalle -susurré con una melodía muy estridente.

-¿A que sí? -sonó igual de estridente.

Nos reímos cuando recapacitamos sobre cómo habíamos sonado.

-Tamara, me iré a Madrid. Tengo que terminar la carrera y, cuando nazca Lucía, volveré allí para empezar una vida. Le he propuesto a Lucas que venga a vivir conmigo, o si no quiere, podrá ir cuando quiera y quedarse el tiempo que quiera. No se lo ha tomado muy bien...

-Ahora entiendo lo de la canción de Beret -fue gracioso-. No me parece mal que quieras irte allí, aunque sabes de sobra que aquí no te va a faltar de nada.

-Eso me ha dicho él. Pero no sé... Me gustaría probar allí cómo me siento yo sola. Tengo claro que no quiero hacerle daño a nadie, y menos a él.

A pesar de la oscuridad, podía ver cómo la cara de Tamara reflejaba compasión.

-¿Cuándo te irías?

-A finales de semana, seguramente.

No quería demorarme mucho, pues no sabía lo que me costaría el trabajo final de la carrera. Tendría que venir para las revisiones del ginecólogo y perdería bastante tiempo. Esperaba que los de la universidad tuvieran un poco de empatía y me dieran un plazo más largo.

Al final nos dormimos después de hablar de los magníficos detalles del evento del día anterior.

Fui la primera en despertarme. Los dueños del piso seguían roncando con resaca.

No quería perder nada de tiempo, así que me vestí con la ropa nueva que fui a comprar con Lucas y me fui a casa de mis padres para empezar a hacer la maleta de nuevo.

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