62. SI PASA, ES POR ALGO

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Una vez instalada en Madrid, no me quedó otra que ponerme a terminar el trabajo. Era martes por la mañana y tenía que entregarlo el viernes antes de medianoche. Las náuseas que cada vez sentía más fuertes no ayudaban mucho.

Pedía comida basura o una ensalada preparada de Mercadona para comer o cenar, llegó un momento que no distinguía el día de la noche.

Era jueves por la tarde y me quedaban cinco hojas para terminar. No veía el momento de escribir el punto y final.

Llevaba toda la semana yendo de la silla del escritorio al baño a vomitar, luego a por algo de comida o una infusión para mantenerme en vela y de vuelta al ordenador. También lloraba, y mucho. Lloraba por el vacío que sentía en el pecho cuando recordaba que mi abuela había fallecido hacía menos de una semana, también porque me planteaba si realmente estar allí era lo que me iba a hacer feliz.

Me comunicaba con mi familia por videollamada cuando decidía tener cinco escasos minutos de descanso. Con Lucas hablaba más, por las noches cuando me entraba el bajón y necesitaba hablar con él para sentirme comprendida. No perdía mucho tiempo chateando, pero sí el necesario para ponerme a trabajar más duro.

Por las noches no dormía casi, apenas cuatro o cinco horas de sueño intermitente. No sabía que el maldito final de carrera iba a ser tan agotador.

Pero mi tortura terminó cuando el viernes a las once y siete minutos de la mañana puse el punto y final al documento. Tenía que ir a una copistería para imprimirlo y llevarlo a la universidad, eso me llevaría una hora más, pero el trabajo mental había terminado. ¡Era libre!

Llamé a mis padres de camino a la parada de bus para darles la noticia

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Llamé a mis padres de camino a la parada de bus para darles la noticia. Estuvimos hablando durante todo el trayecto hasta que llegué a la uni y tuve que colgar.

Muchos de mis compañeros estaban allí también, incluidos mis amigos a los que hacía medio año que no veía.

Los que no estaban eran Sara y Rubén.

-No lo van a entregar -me comunicó Patri-. Mi suegro ha enfermado y Rubén tiene que estar en el hospital con su madre.

-¿Y Sara, Alberto? -le pregunté.

-Ni lo sé ni me importa, la verdad -me respondió tajante-. Voy al baño.

-Vaya...

Me contaron que Sara le había puesto los cuernos y todavía estaba afectado.

Al parecer Sara se había mudado a Austria por asuntos familiares y haría el trabajo en la universidad de allí para que le sirviera el título universitario, si no tendría que hacerlo dos veces, por el cambio de idioma.

Sandra casi ni me miró a los ojos, yo no tenía rencor contra ella, se lo dije cuando vino al babyshower. Pero se sentía avergonzada, la entendía.

Poco a poco fuimos entrando al despacho de los profesores para entregar los documentos.

Me preguntaron si estaba todo bien, que lo habían visto por las redes sociales y también había salido en la tele.

Volví por míWo Geschichten leben. Entdecke jetzt