23. NOSOTRAS

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ALICIA

 —Que hija de... —dijo Lucas.

Yo había estado siguiendo la conversación, pero había decidido no intervenir. Esa mujer era malvada y había estado jugando con las vidas de muchas personas.

¿Sobornar a profesionales para crear expedientes falsos? No entiendo mucho de leyes, más bien nada, pero creo que eso es un delito bastante grave.

Estuve mucho rato conteniéndome para no hacer nada de lo que me pudiera arrepentir, pero había llegado al límite de paciencia. Se me cruzaron los cables. No pensaba con claridad, o puede que sí, pero salí de esa sala con mi objetivo bastante claro: acabar con toda esta farsa.

Bajé las escaleras a una velocidad incalculable, no podía dejar que Amanda escapase. Llegué a la planta baja y salí a la calle, al parking, ella estaba allí.

—¡Amanda! —grité a todo pulmón— ¡Amanda, no te vayas! Hablemos, por favor.

Ella se paró en seco y se dió la vuelta, mostrando su cara desquiciada llena de furia y rabia.

—¿Y ahora qué quieres tú? Yo no tengo nada que hablar contigo.

—¿Ah no? Pues yo creo que sí.

Bajó la mirada, pero sin perder su aire de soberbia y su malvada sonrisa.

—Está bien, princesita —se acercaba poco a poco hacia mí—. Sabes de sobra que desde el momento que vimos a Lucas en aquel festival yo me enamoré de él, pero el muy imbécil se fijó en ti. En la niña inocente y buena que no ha roto un plato en su vida.

—Amanda, yo...

No me podía creer que me reprochara esto tantos años después.

—¡No! Tú sabías que me gustaba mucho y aún así fuiste capaz de hacer que se quedara contigo. ¿Qué clase de amiga hace eso?

—De verdad que lo siento, Am...

—¡Qué calles, te he dicho! —me apuntaba con el dedo índice— Yo tuve que aguantar las tardes en las que empezasteis a salir juntos, porque no sé si recuerdas que yo también estaba contigo esos días. ¡Te olvidaste de mí! ¡Me abandonaste! —empezó a llorar— Teníamos planes para cuando termináramos la universidad, ¿recuerdas?

—Eso fue hace mucho —me picaba la nariz de las ganas que tenía de desahogarme como ella.

—En realidad no, pero para ti habrá pasado un siglo entero. Ya ni te acuerdas de "nosotras", éramos un equipo —dijo con la voz rota.

Esa última frase que dijo me hizo sentirme mal y automáticamente me acerqué más a ella para darle un abrazo, pero cuando faltaba menos de un metro para llegar hasta ella, hizo algo que nunca esperé.

Solté un grito ahogado.

—¡Amanda! —el corazón me iba a mil por hora— Amanda, guarda eso, haz el favor.

—De eso nada, vas a pagar por todo lo que he sufrido. Pensé que arrebatarte lo que más querías iba a ser suficiente para sentirme satisfecha, pero no.

Sus ojos estaban rojos por reprimir las lágrimas, y eso le daba un toque diabólico a su expresión de psicópata.

—Amanda, por favor —las lágrimas salían sin mi permiso, llenas de miedo, dolor y arrepentimiento.

—No, Alicia, tú debes dejar de existir en mi vida y en la de todos porque, ¡señoras y señores —empezó a decir en voz alta para que la atención de la gente que se encontraba por allí recayera en ella—, Alicia no hace bien a nadie! Es un maldito estorbo en el camino y los sueños de los demás, por eso debes desaparecer del mapa.

—Dios mío,... ¿De verdad quieres hacer esto?

—¡Sí! Y debería haberlo hecho hace tiempo —con un ágil movimiento, cargó la pistola que apuntaba directamente a mi cráneo—. Ves despidiéndote, querida.

—¡Amanda, para! —otra voz masculina nos sobresaltó.

Las dos nos giramos para ver de dónde provenía.

—Vete de aquí, Óscar —respondió la aludida.

En ese instante, Lucas y su enfermera salieron del edificio alarmados por los gritos y por el murmullo que se había creado a nuestro alrededor debido a la decena de periodistas que habían ido apareciendo de la nada.

Mi mirada iba de Amanda al marido de mi prima y viceversa.

—Alicia sal de aquí, entra al hospital o vete a casa —me decía este.

—¡No! —dijimos Amanda y yo al unísono. Cruzamos miradas.

Por lo menos había bajado el arma y podía respirar con un poco más de tranquilidad.

—¿Qué haces aquí? —volvimos a decir en coro.

Amanda me miró con cara de pocos amigos invitándome a que dejara de hablar al mismo tiempo que ella.

—Ali —alguien me cogió del brazo—,entra con nosotros al hospital. No vale la pena.

—Lucas, pero...

Su mirada cargada de terror me insistió en que me alejara de ahí.

Joder. Tenía razón, no tenía sentido lo que estaba pasando y era mejor que pasara de ello, por ahora. Inicié mi camino hacia la puerta del hospital donde estaba Mª Carmen esperando.

—De eso nada —volvió a señalarme con la pistola—. No voy a pensármelo dos veces ahora. ¿Cuáles son tus últimas palabras?

No podía hacer nada, ni llorar. Estaba contra las cuerdas. Mi voz se había escondido no sé dónde y mis pies habían echado raíces al suelo. El frío tacto de la mano de Lucas era lo único que podía sentir.

Amanda empezó una cuenta atrás que se me hizo eterna.

—Tres...

—Lo siento, Amanda —pude decir.

—Dos...

Cada vez sentía más cerca el final. Miré a Óscar, el marido de mi prima, que ahora no reconocía. Nos había traicionado y nunca sabría el por qué.

—Uno...

Miré al chico que tenía a mi lado y seguía cogiéndome el brazo con fuerza. Él miraba el cañón de la pistola, seguramente deseando que apuntara a su sien en lugar de a la mía.

Levanté la cabeza al cielo, esperando reunirme con los difuntos padres de Lucas lo antes posible y poder pedirles perdón por todo.

Sonó un disparo, seguido de gritos y alientos ahogados.

Nadie se lo esperaba.

El tiempo pareció congelarse.

La sirena de la policía no tardó en escucharse y un montón de enfermeros salieron con una camilla.



daliaacolomeer_

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