33. DILO YA

36 5 0
                                    

ALICIA

Desde la tarde que hablé con mi madre le había estado dando vueltas a lo que me pasaba, a lo que sentía, a lo que quería hacer con mi vida.

Todo rondaba en torno a él. Era la ficha principal. El resto de decisiones variarían dependiendo si lo escogía o no.

Y me dolía. Mucho. Porque con él había vivido mucho, había descubierto muchas emociones y sentimientos que con otras personas no había sentido.

Pero tenía claro que si quería empezar una nueva vida, tenía que ser sin él. Ya encontraría otras cosas y personas en las que descubrir nuevas cosas.

Al salir del juzgado me derrumbé. No por el resultado obtenido, que había sido fantástico, si no por lo que había pasado en los banquillos.

Lucas me había vuelto a coger la mano y yo la había vuelto a rechazar. Él ya sentía que algo me ocurría después de tantos esquives a sus muestras de afecto.

Ahora que Amanda ya no iba a estorbar más, tenía que empezar a organizarme y lo primero era aclarar ciertas cosas.

-Lucas, tengo que decirte algo y me temo que no te va a gustar nada. Probablemente me sienta culpable por la reacción que puedas tener, pero ya no puedo retenerlo más...

Se había sentado a mi lado porque me había visto llorando, bueno, mi madre se lo había dicho.

-¿Qué es lo que no puedes retener y no me va a gustar? Si a ti te pesa suéltalo, yo puedo cargar con ello.

-No es una cuestión de carga, Lucas, es... No sé cómo explicarlo.

-Si no puedes ahora ya hablaremos en otro momento, no te preocupes, yo te escucharé cuando estés lista, amor.

-No me vuelvas a llamar, así.

Pensé en voz alta. Maldita bocazas. El pobre chico se quedó de piedra, seguramente con el corazón hecho trizas. Yo me asusté de mi propia voz. Me molestaba que me llamase así, pero mi intención no era decírselo y menos de ese modo.

-Lo siento, Lucas. Yo...

-Déjalo, -dijo con un hilo de voz- ya hablaremos. Toma mi número de teléfono.

Cogí el papelillo que me tendía con las manos temblorosas. Nos manteníamos la mirada, con los ojos vidriosos e inundados. Quería decirle muchas cosas más, pero no encontraba mi voz por ningún rincón de mi garganta seca y sedienta.

Se marchó, se despidió de mis padres con la mano y desapareció en un taxi.

Mi madre no se percató de que estaba sola hasta unos minutos después.

-Ali, cielo, nos vamos. ¿Te vienes con nosotros?

Yo tenía la cabeza entre mis rodillas así que no podía verme la cara, tampoco los ojos rojos y secos de contener las lágrimas.

-¿Alicia?

-Iros, mamá. Yo tengo que ir a hacer unos recados, os veo para comer.

-Está bien, pero...

-Mamá, vete, por favor.

No quise sonar demasiado brusca, pero necesitaba estar sola para pensar en todo y en nada al mismo tiempo.

Mi madre se dio la vuelta y se fue. A los pocos minutos me encontraba completamente sola en la puerta de aquel edificio.

Toda la muchedumbre que hasta hacía poco había estado merodeando por allí se había esfumado.

Ahora solo existía yo, mi mente y mis problemas.

Mi móvil me sacó de la burbuja en la que estaba metida.

Volví por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora