26. HAY ALGO TURBIO

25 5 0
                                    

ALICIA

—Lo siento mucho.

Mientras mi cerebro intentaba procesar estas últimas palabras, Sofía seguía lloriqueando y disculpándose por lo que fuera que había hecho.

—¡Sofía, cállate!

Mi corazón había dado un vuelco, como el de Lucas y Gabriel debido a sus caras. Habíamos estado tan centrados en lo que Sofía tenía que confesar que la rápida interrupción de la enfermera nos pilló desprevenidos.

Mi cerebro reaccionó como si esa frase la hubiera pronunciado la enfermera, pero fue Sofía, que seguía resignada por lo que había hecho, cosa que todavía no sabemos.

Al haber visto a la enfermera y haber escuchado la locución de la disculpa, más la tensión que acumulábamos, lo asociamos todo a una catástrofe. Por suerte volvimos a aterrizar y todo volvió a encauzarse.

—Podéis pasar a ver a la paciente, por ahora ha salido del peligro. No sabemos cómo evolucionará, pero sigue muy grave —dijo la enfermera.

—Gracias, Rocío —respondió Gabriel después de suspirar aliviado.

Él entró para ver a su compañera y amiga. Lucas le siguió dándole una mirada asesina a Sofía. Yo decidí esperar fuera hasta que se me pasara un poco el sofoco.

—Lo sien...

Mi prima se acercó a mí buscando el consuelo.

—Sofía —le dije sin mirarla y apretando los puños—, ¿puedes callarte ya? Deja de repetir que lo sientes, ahora mismo no me importa lo que te traes entre manos— nunca le había hablado tan seria—. Ahí dentro hay una persona muy grave que puede morir en cualquier momento por mi culpa. Así que hazme un favor y vete de aquí, pero tú y yo tenemos una conversación pendiente.

—Está bien —dijo limpiándose las lágrimas—. Ali, dime que podrás perdonarme, por favor.

—Vete, Sofía.

Desapareció por el pasillo sollozando y me dejó respirar tranquila unos segundos. Después, entré en la habitación de Mª Carmen.

—¿Cómo se le ve?

—Parece tranquila, eso es bueno.Pero, muy a mi pesar, creo que esto no lo va a superar. Lo vamos a tener que ir asimilando —dijo Gabriel con mucha frialdad.

—Es mi culpa, joder. Si no hubiera vuelto nada de esto hubiera pasado.

—No vuelvas a repetir eso, no delante de mí —saltó Lucas, con la mirada fija en la paciente y haciendo una pequeña pausa entre palabra y palabra.

Lo miré con los ojos muy abiertos y con las lágrimas llamando a la puerta. Me picaban los ojos, pero no iba a llorar.

—¿Ya se ha ido tu amiga?

—Es mi prima, doctor. O al menos eso creo yo.

Los dos chicos me miraron queriendo saber por qué insinuaba esa duda.

—Presiento que hay algo turbio en todo esto que nos va a sorprender pero no nos va a gustar nada.

Los tres nos quedamos en silencio, mirando a nuestra pobre y moribunda amiga. Necesitaba que saliera de esta como fuera.

Según lo que me habían contado, ella y Lucas siempre estaban juntos en el hospital. Ha sido muy importante para él y por eso sé que la necesita con vida. No podría soportar el peso de la culpa en mi espalda. Verlo sufrir a él me hace sufrir.

Pero nada depende de mí.

—Bueno, chicos, os dejo solos con ella. Yo quiero ir a ver a mis padres y contarles lo que ha ocurrido.

—Hasta luego, Alicia. Gracias —me despedí de Gabriel con un abrazo.

—Vale, princesa, ¿nos vemos mañana?

—¿Como que mañana? —pestañeé un par de veces.

—Sí, le he dado el alta a su falso ingreso —aclaró el doctor—. Aunque deberá seguir tomando unos cuantos medicamentos.

—¡Estupendo! Pues entonces te veo mañana, en el banco.

—Allí estaré —me devolvió la sonrisa que yo nunca había olvidado, la que no podía hacer desaparecer cuando estábamos juntos.

Salí de la habitación con la misma sonrisa tonta dibujada en mis labios y con un montón de mariposas revoloteando en mi estómago. ¡Qué tontería! Como si fuera la primera vez que iba a quedar con él...

Llegué a casa de mis padres y no quise hacer mucho ruido, era muy entrada la madrugada y no quería despertarlos.

Pero el oído felino de mi madre captó mi llegada y salió a recibirme.

—¡Mamá! Son casi las tres de la mañana, vete a la cama.

—De eso nada. Hace dos semanas que no nos llamas ni te pasas por aquí, me voy a dormir contigo.

—¡Pero qué dices!

Ella me miró y se empezó a reír en silencio.

Gritar a susurrando era gracioso, y reír aun lo era más.

Las dos como unas tontas nos pusimos a llorar de la risa. No teníamos ningún motivo especial, pero había más lágrimas de nervios y ansiedad que de propia risa.

—¡Isabel! ¿Dónde estás? —mi padre también salió susurrando en alto de la habitación.

—Papá ven, estamos en el salón.

—¿Qué os pasa a vosotras dos?

—Nada, hombre, reír es gratis. Ven aquí, Rafa.

Y papá se unió a la carcajada, sin sentido, colectiva.

Cuando a mi madre ya le dolía el abdomen de tanto reír, nos levantamos y fuimos a la cocina. Mi mente seguía en el hospital.

Bebimos un poco de agua y les conté, con pelos y señales, lo que había ocurrido en el parking del hospital.

A mi madre casi le da un infarto cuando le dije que una bala estuvo a punto de impactar contra mi corazón.

—Madre mía, hija, lo siento un montón por esa señora.

—Qué desgracia. Sabes que Amanda nunca nos ha gustado.

Yo asentí con la cabeza. Ellos ya me advirtieron al principio de salir con Lucas y con ella: "ve con cuidado, se le ve un trasfondo extraño".

Tanta razón que tenían...

—Respecto a la aparición de Óscar en el escenario del crimen... ¿Sabíais algo?

—Te prometemos que no, nos ha dejado impresionados, te lo digo de verdad.

—Esta vez sí os creo, papá. Mañana por la mañana iré a hablar con Sofía.


daliaacolomeer_



Volví por míWhere stories live. Discover now