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SOBRE CÓMO ERA EL INFIERNO DE ELLA

«Gekka»

SAYURI HAYASHI EGNELL

Ella

Mismo día, 17:42


La primera vez que estuve de pie frente al edificio recuerdo haber tenido este pensamiento: aquí voy a morir. En ese momento pensaba en lo inseguro que se veía y en los peligros que debían existir a sus alrededores, ahora que vuelvo a pensar que aquí moriré sólo pienso en mi vida como trabajadora de burdel. Así es.

Si el lunes no consigo un empleo por la mañana, si el resto de la semana dejando mi curriculum en todas partes no consigo al menos una llamada o si paso un mes siendo constante y aun así después de tantas solicitudes de empleo nadie llama, aquí moriré, en esta maldita vida condenada a una eternidad dentro de un burdel.

Esta mañana estuve en un paraíso terrenal y ahora he vuelto al infierno.

Miro el horrible edificio que espera por mí como si fuera capaz de devorarme, o por lo menos a una parte de mí. Respiro, aquí y ahora.

Leonardo, a pesar de mi insistencia por tomar un taxi -o, más bien, caminar de regreso-, se ofreció a traerme a mi apartamento sin aceptar un no como respuesta. Yo era demasiado joven para andar por ahí sola, según sus palabras.

Además, de acuerdo a su lógica, él ya se tomó suficientes molestias conmigo como para no traerme de regreso a casa, sobre todo cuando le dije en cuál zona vivía.

—¿Es aquí? —mira el GPS del automóvil con el ceño fruncido como si estuviese defectuoso. Luego de pasar unas horas en su apartamento esto se siente como un edificio de esas películas de zombies y mafiosos, un poco de ambas, así que no me puedo imaginar qué tan mal se ve mi edificio para él que lleva años, sino es que toda una vida, viviendo con lujos a su alrededor.

Lo cierto es que parece tan preocupado que la respuesta a su pregunta sea sí que solo puedo encogerme de hombros, avergonzada e incómoda con la respuesta. Justo en ese momento, como si fuese necesario empeorar el panorama ante nosotros, uno de mis vecinos sale y se detiene a fumar marihuana al lado de la puerta del edificio.

Reconozco al hombre, Joel, un rubio que me chifla y lanza desagradables piropos cada que nos encontramos entre los pasillos, supongo que sabe dónde trabajo, aunque nunca lo he visto ahí. Mira hacia el automóvil y sonríe, como si se hubiese ganado la lotería, es mi turno de fruncir el ceño.

Doy otra larga respiración para animarme a salir del vehículo. Leonardo no tiene todo el día y yo no quiero poner al límite su amabilidad.

—Gracias, por todo.

Espero que ese todo consiga englobar las múltiples razones por las cuales sentirme agradecida: por salvarme de un posible violador, llevarme a la seguridad de su hogar, dejarme dormir en su cómoda cama y por toda la comida de esta tarde. Ojalá hubiera traído conmigo algo de esa fruta. Maldición, ojalá eso se me hubiera ocurrido antes.

Aunque ahora mismo siento el estómago tan lleno que es imposible que puedan obligarme a comer algo más. Espero que no se malinterprete, disfruto la sensación, llevo meses sin sentirla.

—¿Estás segura que tu compañera te dejará volver?

—Claro, Laura es muy... —busco una buena palabra— tranquila a esta hora.

El ceño de él se acentúa, sólo espero que no insista en acompañarme porque entonces descubrirá que el espacio donde vivo es tan reducido y sin muebles, que es imposible que yo comparta ese sofá cama con alguien más, y entonces toda esta mentira saldrá a la luz.

UNA DAMA DE CRISTAL (SAGA LA VIDA DE ELLAS) #Olimpiadasliterarias23Where stories live. Discover now